La arqueóloga dominicana que busca la tumba de Cleopatra: “Será un logro latinoamericano”
Kathleen Martínez lleva dos décadas estudiando y excavando en Egipto con sus propios ahorros. Su teoría indica que la reina puede estar enterrada en una zona hundida frente al Templo de Taposiris Magna
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Si nadie hubiera arrugado el ceño cuando fue a la estantería de su casa a por el libro Antonio y Cleopatra, de William Shakespeare, tal vez la historia de la faraona habría pasado desapercibida. Pero no fue así. Tanto su padre como sus amigos, los intelectuales con más renombre de República Dominicana, aconsejaron a la entonces joven Kathleen Martínez (Santo Domingo, 57 años) leer “sobre otra persona más interesante” que Cleopatra. Así que hizo con el consejo lo que cualquier adolescente: ignorarlo.
Al libro le siguió una película. Luego la lectura de los relatos que los romanos como Plinio el Viejo habían dejado y, por último, las obras de Plutarco y otros historiadores. “A nosotros nos llegó la imagen de la propaganda romana, sus peores enemigos. Y eso es un juego sucio. Uno no puede creerse al 100% lo que dicen sus enemigos de uno”, explica en una videollamada desde su casa en Los Ángeles. Por eso considera que Cleopatra ha pasado a la historia como una mujer fea y promiscua. Sin embargo, otros expertos hablan de una reina con muchísimo poder y de gran conversación. Era la persona más rica del mundo, alquimista, políglota -hablaba los nueve idiomas de la época-, fue una de las primeras en realizar estudios sobre los fetos y el maquillaje y quien financió las campañas militares de Julio César y Marco Antonio. “La criticaban por ser poderosa e inteligente”, dice. Aunque las investigaciones de la dominicana están ayudando a reescribir su biografía, el objetivo de la doctora Martínez es otro: encontrar su tumba. Y lleva 20 años en ello.
Estas dos décadas de investigaciones a sus espaldas parecen indicar que está en los alrededores del Templo Taposiris Magna, sumergida bajo el mar, a unos 50 kilómetros a la redonda. Aunque no descarta la tierra firme, sus últimas actividades están centradas en lo que hoy es una zona marítima militar nunca antes explorada con estos propósitos.
La misión dirigida por Martínez ha despertado un gran interés mediático y dentro de la propia profesión, incluyendo al famoso egiptólogo y exministro de Antigüedades egipcio Zahi Hawass, quien ha reconocido la importancia de sus descubrimientos. Sin embargo, el experto se desmarca de su teoría y considera que Cleopatra está en una tumba que “ella misma ordenó construir junto a su palacio y que ahora mismo se encuentra debajo del agua”.
Actualmente hay al menos dos grupos de arqueólogos buscando a la faraona cerca del Palacio Real. Estos cuentan con una financiación estimada de unos dos millones de euros anuales del Gobierno francés, país líder en excavaciones arqueológicas. Pero Martínez tiene otra hipótesis: “Llevan más de 200 años buscándola y no ha aparecido porque la han estado buscado en el lugar equivocado”. “¿Cómo iba a construir un mausoleo de tal magnitud a la vista de los romanos? ¿Dónde se puede construir una edificación fuerte, de piedra, y que pasara desapercibida si no es en las cercanías de un templo del que pareciera hacer parte? Es cuestión de sentido común”, dice.
Su teoría es tan revolucionaria porque parte de un punto de partida diametralmente opuesto a los tradicionales. La obra de los grandes historiadores fueron las primeras migajas que fueron guiando a esta abogada y arqueóloga en un camino que parece de ciencia ficción y que incluye el hallazgo de más de 20 momias, algunas con lenguas de oro -nunca vistas en Egipto-, 500 monedas de oro con el rostro de la faraona, 1.800 piezas arqueológicas en una zona de Egipto que se iba a declarar como punto de interés turístico y dos años de trabajo codo con codo con Robert Ballard, el oceanógrafo que encontró el Titanic.
La primera pista vino tras leer cuidadosamente a estos autores y descubrir que, tras la muerte de Marco Antonio, amante de la faraona, esta fue a visitarlo y volvió “en un mismo día”. Con esta información pudo delimitar un perímetro a 100 kilómetros a la redonda desde el Palacio Real de Alejandría, que luego redujo a 45. Dentro de este radio se encontraba el Templo Taposiris Magna, teóricamente dedicado al dios Osiris, pareja de Isis, una diosa de la que Cleopatra creía ser la reencarnación. Pero para que los egiptólogos la dejaran excavar, precisaba de mucho más que la intuición. Necesitaba encontrar la placa fundacional del centro religiosos que demostrara que se construyó en honor a ella y poder seguir tirando del hilo.
“Donde otros fracasaron por 200 años, nosotros tuvimos la oportunidad y la suerte de encontrarla. Y efectivamente nos indicaba que el templo central estaba dedicado a esta deidad. También nos permitió saber que se construyó en el 180 a. C. Es decir, era contemporánea”, narra. Dado que antiguamente los templos de dioses emparentados se construían en duplas, uno cercano al otro, el hallazgo abrió otra gran pregunta: ¿Entonces dónde está el templo dedicado a Isis?
La exploración de Taposiris la llevaron al hallazgo de túneles subterráneos inéditos que en un momento dado empezaron a llenarse de agua salada. Otra pista que la acercó a la teoría más reciente de que este centro está conectado con el Mar Mediterráneo. Estos túneles de 1.305 metros de largo y a 25 metros de profundidad, pasan por debajo de la carretera que conecta Alejandría con Libia y un hotel de lujo y pueden conectar el templo con otro de grandes dimensiones. “Pasaron desapercibidos durante la construcción de las vías porque están muy profundos. Pero están intactos”, cuenta como si lo narrara por primera vez.
De acuerdo a sus estudios, las catástrofes y los tsunamis que destruyeron Alejandría también inundaron este segundo templo. “Hoy podemos afirmar que una parte de este centro religioso quedó bajo el mar sin ninguna información hasta ahora. Encontremos la tumba de Cleopatra ahí o no, este es el mayor hallazgo que hemos hecho hasta la fecha. Nunca nadie había encontrado todos estos pasadizos bajo el mar”.
Así que a Martínez no le quedó otra que aprender a bucear. Tras la primera inmersión, en 2022, la dominicana pidió ayuda y no a cualquiera. Mandó un correo electrónico al doctor Ballard, pensando que jamás respondería. Unos minutos después llegó el mail. “Me dijo que tenía 80 años y que estaba pensando en retirarse, pero que quería que en su epitafio apareciera como el oceanógrafo que encontró el Titanic y también la tumba de Cleopatra”. Así que en septiembre de 2023 volvieron a sumergirse, esta vez con los 68 buzos profesionales del estadounidense y el cuerpo militar egipcio, que se involucró en una misión arqueológica por primera vez, donde tomaron las primeras imágenes de esas estructuras hundidas.
“Quiero que sea un logro latinoamericano”
En septiembre de 2024 realizará por primera vez excavaciones en el terreno que ayudarán a arrojar algo más de luz a la investigación. La doctora no esconde la ilusión ni la intriga y considera que el descubrimiento va a poder contarle muchas cosas al mundo: “Nos puede traer muchísima información de un periodo del que no se conoce casi nada porque ninguna de las tumbas de faraones griegos ha sido encontrada”.
“El proyecto de Kathleen Martínez ya ha ayudado a proporcionar una mayor comprensión de la vida, la política y la cultura del antiguo Egipto, contribuyendo al patrimonio mundial”, dice José Santana, colaborador del proyecto arqueológico en la búsqueda de Cleopatra. Él es uno de los 50 trabajadores del equipo. La mayoría de ellos son españoles y estadounidenses.
Para Martínez, encontrar la tumba no sería el final del camino. Al contrario. Esta mujer de tono pausado y ojos iluminados al conversar de su pasión sueña con que América Latina sea una región referente en la Egiptología en algún momento. Pero actualmente, en su país, la arqueología no es siquiera una carrera universitaria. Aunque ha recibido varias ofertas de arqueólogos de Harvard y Oxford, la doctora nunca se alió con ellos. “No acepté porque habría sido un logro extranjero. Y yo quiero que sea latinoamericano, que lleve nuestra bandera, cuenta esta mujer que sueña con la creación del Instituto Dominicano de Arqueología; el primer centro de estas características en América Latina. “Los latinos tenemos mucho que ofrecer, pero no hemos tenido la oportunidad”, zanja. “A veces siento que no me rindo para ser quien le abra la puerta a los que vienen detrás. No me voy a cansar hasta colocarnos en el mapa de la arqueología del mundo”.