Un café más justo para quien lo trabaja: Costa Rica asegura a sus recolectores
La incertidumbre económica, política y el clima golpean a la industria cafetera, pero el sector no cede en su apuesta por dar valor a la taza. Miles de ‘cogedores’, la mayoría de Nicaragua y Panamá, tendrán seguro por primera vez
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“Iba con un saco lleno en los hombros y me fui en un hoyo que estaba tapado con hojas. Se me fue la pata muy feo y estuve inflamado como una semana. Fue como un desvión [torcedura], no estaba reventado [fracturado], pero me dolía y no podía caminar. Me vio un médico, me hicieron unas placas, me dieron pomada y pastillas para el dolor. Ya estoy bien”. Juan Canda es uno de los miles de nicaragüenses que sostienen la recolección de café en Costa Rica y que en la cosecha actual estrenaron un seguro contra accidentes en el trabajo en los cafetales, adicional a una reciente póliza contra enfermedades. Tiene 53 años y no recuerda cuándo fue la última vez que, antes de la torcedura de diciembre, visitó a un médico en su natal Carazo, departamento del Pacífico nicaragüense donde hace unos meses fue reclutado para la mano de obra temporal en la recolección en fincas costarricenses, la “cogida de café”, como la llaman los locales.
Canda es parte de un grupo de 40 recolectores que este sábado acababan de arrancar los últimos granos de la temporada a un cafetal en Barva de Heredia, en el Valle Central costarricense. Alrededor hay residenciales nuevos que poco a poco van sustituyendo las plantaciones del producto más tradicional de la economía de Costa Rica. Es una tendencia de cambio que se ha acelerado en los últimos años con factores que colocan a sector en un momento crítico por la inestabilidad internacional (se exporta más del 85% del producto), por una fuerte baja en el dólar que golpea los ingresos de los caficultores, por las variaciones climáticas y, encima, dificultades para acceder a mano de obra nacional o migrante.
Por eso, Juan Canda y sus homólogos de cuadrilla son “terriblemente valiosos”, como dice uno de los encargados de la recolección en esta finca, y por eso también tiene sentido duplicar la apuesta por la sostenibilidad social en la industria del café costarricense de alto prestigio en mercados gourmet internacionales. De allí la novedad de una póliza de accidentes laborales para 15.700 personas, que se suma al seguro de salud por enfermedad y maternidad estrenado hace tres años, como parte de un programa de responsabilidad laboral de los productores privados con instituciones del Gobierno.
“En este momento difícil, el café de Costa Rica tiene que apuntalar esas variables de responsabilidad social y ambiental, y la alta calidad, elementos que nos hacen únicos en el mundo. Darle condiciones dignas a los recolectores los beneficia a ellos, claro, pero beneficia a todo el sector”, explica Guillermo Trejos, gerente de CoopeLibertad, una organización que agrupa a casi 1.200 productores del Valle Central del país para exportar café de especialidad a Estados Unidos, Europa y Asia.
A esos destinos irán las dos cajuelas (medidas de 12,9 kilos de café en fruta) que recogió Juan el sábado en cuatro horas por la mañana, una ganancia de no más de 5 dólares que, sin embargo, se complementa con lo que acumuló en la semana y, en cualquier caso, es más de lo que puede generar en Nicaragua, donde la situación política ha ido provocando el cierre de fincas, dice. “No me quejo con lo que gano. Esto es bueno y ahora mejor que a uno lo vea un médico si pasa algo”, agrega el hombre de pantalones militares rotos mientras el resto del grupo abordaba un camión para ir a descansar.
Los migrantes son más del 75% de la población recolectora de más de 20.000 personas que se va moviendo entre regiones costarricenses según la maduración de las plantaciones por altura y clima. Vienen de Nicaragua, pero también de Panamá grupos de indígenas Ngöbe Buglé indispensables para las semanas de más intensa cosecha, en los meses de noviembre, diciembre y enero. Es el ritual de cada año en cientos de poblados. Familias enteras que llegan para completar un ambiente de camiones con olor a la fruta y activar la cadena económica cafetalera que, por ley, debe quedar repartida mayoritariamente en la base productora, más que en los intermediarios, industriales y exportadores.
“Es un marco legal único para una justa relación entre los actores”, explica María José Castillo, subdirectora del Instituto Costarricense del Café (Icafe), donde se diseñó el plan de aseguramiento que ahora exponen con orgullo. Primero fue el seguro de salud para atender enfermedades o embarazos de las personas recolectoras y su familia, tres años atrás, un esquema que Castillo señala como motivo de interés de organismos internacionales para intentar replicarlo en otros países. Ahora se suma la cobertura contra accidentes. “Son momentos complejos y de transición. Hay factores que no podemos controlar, pero queremos que el consumidor final sepa que detrás de esa taza de café hay un modelo solidario, que es parte de la calidad del producto”, explica a América Futura.
Las nuevas medidas coinciden con el modelo tradicional de sanidad social que por décadas colocó a Costa Rica en las mejores posiciones en calidad de vida en el continente, aunque se ha deteriorado en años recientes. También se corresponden con el modelo legal que menciona Castillo y con el componente ético tras años en los que el Ministerio de Trabajo ha llamado la atención sobre la situación laboral de los recolectores. Pero la esperanza de Guillermo Trejos y muchos otros exportadores es que los mercados internacionales más sofisticados también sepan recompensarlo con buenos precios.
“El riesgo es que por la alta oferta en el mundo bajen más los precios y empiece a reducirse ese premio que recibe el café de Costa Rica, pero confiamos en que hay compradores que reconocen esta tarea social”, dice Trejos. El café costarricense se colocó en diciembre un 65% por encima del promedio en el mercado, pero el precio para Costa Rica viene cayendo (estaba en 3,2 dólares por libra en enero del 2022 y en diciembre cayó a 2,3 dólares). Esto se agrega a la preocupación por la baja del dólar frente al colón casi 27% en los últimos 18 meses, lo que reduce la ganancia de los productores y pone el camino cuesta arriba.
También en 2023 la alteración del clima provocó adelanto de las cosechas y dificultó el habitual cronograma de las cuadrillas recolectoras, además reducidas por problemas de movilidad en Panamá provocados por protestas callejeras. Eso hizo que se perdiera una parte del producto y que la proyección oficial para esta cosecha en curso cayera 12,6% hasta registrar el volumen más bajo del siglo, con 1.1.672.881 fanegas, menos de la mitad de la producción del año 2000.
“Es cierto que las condiciones provocan desmotivación en el sector, aunque el ministro de Agricultura diga que no, pero también es cierto que tenemos la voluntad de mantener un modelo ya asentado y combinarlo con innovaciones”, dice el gerente de CoopeLibertad. Entre estas novedades están los seguros y las instalaciones llamadas “Casas de la alegría” en ciertas regiones, recintos donde los hijos de recolectores reciben cuido, juego, alimentación y educación durante las jornadas de cosecha.
Estos proyectos se financian con fondos de ley del sector cafetalero más el aporte de firmas comercializadoras, siguiendo el camino para ser “un sector más competitivo y a la vez respetuoso de los derechos de los trabajadores”, como dijo en octubre el ministro de Agricultura, Víctor Carvajal, al anunciar el aseguramiento contra accidentes como la torcedura de Juan, picaduras de serpiente, cortaduras o caídas desde el tractor.
De esto no estaba enterado Cristian Flores, que vino con su esposa para la temporada de cosecha desde Nueva Guinea, en Nicaragua, sin saber que tendría los seguros y que pronto tendrá opciones para el cuido de sus niños, que se quedaron en suelo nicaragüense a cargo de la abuela. Ahora la pareja es parte de la cuadrilla con Juan y gente de distintos departamentos nicaragüenses. “Es la primera vez que vengo y me sorprendió porque no sabía que me puede ver un médico o dar medicinas si algo pasa. Me tomó por sorpresa y, por cierto, muy buena. Uno viene de allá con una situación fregada (mala) y esto es bueno. Ahora creo que vamos a volver para la próxima cosecha y puede que traigamos a los niños”, dijo el joven de 27 años. Ya le dijeron que hay lugar donde los pueden cuidar mientras él intenta llenar el canasto cuantas veces sea posible.