Música en la receta: un médico argentino les canta a sus pacientes para sanar
El ritual terapéutico conmueve a pacientes y sanitarios que encuentran en la música un refugio a la incertidumbre o el dolor
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La habitación de Mónica G. está llena de estrellas. Está internada el décimo piso de una clínica de la Ciudad de Buenos Aires desde hace un mes. En medio del cansancio, el miedo, la incertidumbre y sus infinitas ganas de volver a su casa, entran luces por la puerta todos los días y se quedan con ella. Así lo siente cada vez que ve llegar todas las tardes al doctor Mariano Masciocchi para controlar sus parámetros vitales. Después, el médico clínico y cardiólogo saca su celular, lo conecta a un parlante diminuto y explotan los colores, los recuerdos y las emociones.
Masciocchi activa la lista de reproducción y empieza a cantar. Con los primeros acordes, entra en escena la doctora Natalia Masci, también clínica, que acaba de terminar la visita diaria a sus pacientes. El dúo se complementa a la perfección. Afinados y con soltura, se lanzan con Un montón de estrellas de Polo Montañez y el calor cubano llena todos los rincones. Como Hunter Doherty, Patch Adams, conocido como ‘el médico de la risoterapia’, Masciocchi –un admirador del estadounidense- no se transforma en payaso sino en cantante por un rato. El intercambio con sus pacientes lo hace sentir pleno. Ve la luz en sus miradas y con esa imagen vuelve a su casa con la certeza de la misión cumplida. Ya son más de 2.500 pacientes atendidos por este Patch Adams argentino, unos diez semanales.
Mónica, que prefiere no dar su apellido, cierra los ojos y mueve las manos al ritmo de la música. Por un rato, se olvida del dolor. Masciocchi está convencido de que, más allá de lo que puede hacer con sus amplios conocimientos médicos, hay un camino alternativo de melodías capaz de fortalecer el sistema inmunológico, potenciar la memoria, reducir la ansiedad, el dolor de cabeza y la presión arterial y cambiar el ánimo, entre otros beneficios.
Su idea tiene distintos avales internacionales. A principios de 2023, un estudio de la Universidad de Harvard, liderado por la doctora Inmaculada de Vivo, concluyó que la música tiene “efectos calmantes” sobre todo en el sistema cardiovascular, que es el que más se resiente por el estrés. Ya en 2022, una investigación de la Fundación Musicoterapia y Salud (España) había revelado que los microconciertos en centros sanitarios impactan positivamente sobre la salud psíquica y física de los enfermos, reduciendo un 27% su ansiedad y aumentando en un 88% su bienestar.
“Es un remedio que ayuda a sanar y que no se compra en ninguna farmacia. Cuando un paciente está en una sala de internación, queda despojado de todo. Por eso armamos este espacio para que dejen de pensar en el dolor. La evolución es mejor. No tengo dudas”, comparte el médico.
El ritual terapéutico, cuenta, se repite todos los días. Comienza en el quinto piso y termina en el piso once de la clínica Zabala del barrio porteño de Belgrano. No hay ensayo previo. Es todo espontáneo y descontracturado. Masciocchi canta, baila y contagia a los pacientes y a sus familiares. La doctora Masci lo acompaña. Todos se unen para compartir un inolvidable instante de felicidad. “Ellos ganan vida y nosotros también”, dice orgulloso el médico.
Vestido con su clásica bata blanca, Masciocchi camina por los pasillos, entra en otras habitaciones con el mismo techo como cielo y “desparrama estrellas” a través de un repertorio infinito. Suelen pedirle también Color Esperanza de Diego Torres, Caraluna de Bacilos y Despacito, de Luis Fonsi, entre otras.
El origen
Con una experiencia de 22 años como médico, Masciocchi siempre necesitó aportar algo más a su trabajo diario en clínicas y sanatorios. Por eso, con la consigna: “¿Me regalás una hora?” desde hace una década sale los fines de semana a paradores y plazas argentinas a atender a personas sin obra social (seguro). Con él, decenas de voluntarias y voluntarios se suman.
En paralelo, a partir de una vivencia personal, el doctor decidió unir la medicina tradicional con la música. Su padre estaba internado con una enfermedad terminal y él llevó su guitarra para cantarle, como cuando era pequeño y estudiaba ese instrumento. “Mi papá apenas podía moverse pero sonreía al escucharme cantar. Pudimos compartir momentos muy especiales”, se emociona.
Fue la “primera estrella” que marcó el camino de las que vinieron después. El doctor empezó a subir videos a sus redes y la constelación musical se hizo cada vez más brillante. Los mensajes explotaron y creó una cuenta en Instagram para canalizarlos. “Hola doctor, soy de Uruguay: ¿Le dedica una canción a Carlos que está muy complicado?”, le piden en uno. “‘Mora, de 5 años, está por ser operada ¿le canta? Saludos desde Canarias”, le dicen en otro; “‘La suya es la mejor medicina: empatía, felicidad y amor a sus pacientes. No está todo perdido”, le felicitan en otro. Y así, llegan palabras de aliento y pedidos en una rueda que ya gira a toda velocidad.
¿La música cura?
Cada vez son más las investigaciones y los especialistas de distintas áreas que aseguran que la música interpretada en un entorno terapéutico tiene beneficios concretos para la salud. La psiquiatra y sanitarista Silvia Bentolila es contundente. Asegura que “cantar sana”; trae un alivio mental que es oxígeno en el encierro.
“La situación hospitalaria desencadena un alto estrés como respuesta neurofisiológica. Se activa el estado de hiperalerta. Hay múltiples estrategias para gestionar el estrés, pero la música y el canto son definitivamente dos de las estrategias más maravillosas”, remarca Bentolila. “Al cantar reintegramos cuerpo, mente y alma. Modulamos la respiración, reconectamos la cognición y, además, disfrutamos de las vibraciones sonoras”, añade.
Ariel Zimbaldo, profesor de la cátedra Musicoterapia de Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y licenciado en Musicoterapia pone también el foco en la situación de vulnerabilidad de los enfermos. “Es indudable que la música les hace bien. Seguramente sientan el canto del médico como un sostén de fortaleza”, reflexiona.
Además, Zimbaldo ancla en el poder de “la musicalidad” desde la gestación y durante toda la vida. “Sentimos todas las vibraciones en ese contacto tan íntimo y profundo con el cuerpo materno. La voz de la madre es la música más maravillosa que tiene el bebé para calmarse una vez que nace. El sujeto en situación de internación hospitalaria o de enfermedad en general reedita aquella indefensión normal del bebé y cuenta con las huellas que quedan luego de las vivencias neonatales. Por eso, la voz del médico que canta puede resultar un camino adecuado para ayudar a restablecer el estado de bienestar”, aporta el musicoterapeuta.
Además, asegura que la música ayuda a reeducar y restablecer las funciones de un cerebro dañado, facilita el aprendizaje de la marcha y el habla, regula funciones sensoriales y cognitivas y activa áreas cerebrales relacionadas con el funcionamiento social y emocional. Mientras tanto, en la clínica que es el hogar del médico durante el día, cae la noche y todo vuelve a ser oscuridad en la habitación de Mónica. Sin embargo, cierra los ojos y la estela de luz sigue ahí. Va y vuelve acoplada a los acordes que quedaron flotando en el aire. Le pide un deseo: recuperarse.