Sergio Díaz-Granados, presidente de CAF: “América Latina no es una región en disputa”
Esta semana, los ministros de Economía y Finanzas de la UE y la CELAC se reúnen en Santiago de Compostela para concretar planes de inversión europeos en América Latina y el Caribe
El colombiano Sergio Díaz-Granados (Santa Marta, 54 años) suele incluir en sus discursos un deseo: el de ver fortalecida la voz de América Latina y el Caribe en los foros globales. Esta semana, la región tendrá una gran oportunidad —la segunda este año— para hacerlo al hablar de tú a tú con los países europeos. Será en una reunión en Santiago de Compostela (España) donde los 27 ministros de Economía y Finanzas de la Unión Europea (UE) y sus 33 pares de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) conversarán sobre oportunidades en la región. La idea es concretar la agenda de inversiones anunciada en julio pasado en Bruselas por la que los países europeos se han comprometido a invertir 45.000 millones de euros (50.500 millones de dólares) hasta 2027 en planes de financiación para la región a través de la iniciativa Global Gateway que busca acelerar la transición verde, la transformación digital y el desarrollo humano.
“Salimos de Bruselas con una carta de navegación de proyectos y la idea de esta reunión en Santiago es justamente empujar la concreción y la materialización de estas expectativas”, dice Díaz-Granados, uno de los impulsores de esta cumbre, en entrevista con EL PAÍS. Para él, este encuentro es una “oportunidad de construir la relación de manera distinta” entre los bloques que, antes de la cumbre de julio, se mantuvieron alejados durante siete largos años. “Yo siento que hemos empezado a ponerle más cimientos a la relación”, dice Díaz-Granados, quien pide mirar más allá de los bloques al “potencial completo de Europa y el potencial completo de América Latina y el Caribe”.
La UE es el tercer socio comercial de la región, por detrás de China y EE UU. Además, es la principal fuente de inversión extranjera directa. Este nuevo impulso para estrechar los lazos con América Latina se ha interpretado como un intento de contrarrestar el peso que está tomando China en la región. Pero, para Díaz-Granados, no hay discusión. “El punto de partida es entender que América Latina no es una región en disputa, es una región que tiene que trabajar con todos los bloques y con cada uno de ellos tener una relación sana y armónica. No nos pueden ver como un continente que simplemente tiene minerales, metales e hidrocarburos o gas, sino que es una región con la que se puede trabajar y se debe trabajar para procurar también su desarrollo más armónico, más sostenible”, sostiene. “Y además tiene que visualizar un bloque con el cual hay unos lazos culturales muy profundos, que es África”
Díaz-Granados conversa con EL PAÍS por videollamada antes de la cumbre de ministros de Santiago organizada durante la Presidencia española del Consejo de la Unión Europea y con el apoyo de CAF, que junto con otros bancos de desarrollo jugarán un rol vital para garantizar que las inversiones europeas salgan adelante.
Pregunta. En una sociedad polarizada, cuando hablamos de proyectos como los de Global Gateway, ¿qué mecanismos se pueden implementar para garantizar que permanecen en el tiempo, que no cambia un proyecto cuando cambia un Gobierno?
Respuesta. El rigor de los proyectos debe ser suficientemente sólido como para que la sociedad misma los aprecie, los incorpore entre sus prioridades y así, no importa el ciclo político, la sociedad como un todo quiera ver efectivamente ciertos proyectos que son necesarios. Entonces, yo creo que en la medida en que logremos preservar ese diálogo con la sociedad, donde identifiquemos qué proyectos son esenciales para la supervivencia, para reducir la pobreza o para prepararnos para el cambio climático, esos proyectos tendrán una especie de protección muy singular, muy especial: que son prioritarios para la sociedad, independientemente de quién esté al frente del Gobierno. Y los bancos tenemos que lograr acompañar esos esfuerzos para que las obras no sufran traspiés o reveses.
P. Una de las cosas de las que se habló mucho en Bruselas fue de inversiones renovadas, de no replicar los modelos extractivistas. ¿Cómo se va a traducir eso?
R. Hay que trabajar sobre la idea de que se puede y se debe transferir conocimiento y trabajar en agendas de conocimiento y de innovación en América Latina y el Caribe, como lo han hecho las empresas europeas en China en los últimos 30 ó 40 años, transfiriendo tecnología y ayudando a empresas chinas a desarrollar innovación. Igual esperamos que pase con América Latina, y creo que esto va a ser algo que los bancos de desarrollo vamos a estar impulsando constantemente a lo largo de los próximos años. No queremos que nos vendan tecnología, queremos fabricar tecnología, queremos compartir conocimiento y queremos que se generen conocimientos desde América Latina para el mundo también. Lo que esperamos es poder hacer proyectos de carácter conjunto en tecnología avanzada y no simplemente la compra de materiales nuevamente, como hicimos en el siglo XX.
P. América Latina tiene un dilema entre la necesidad de seguir creciendo en un mundo que necesita ralentizarse, reducir emisiones. En el caso de los países desarrollados, quizás es más evidente que tienen la capacidad de hacerlo. Pero en América Latina, es necesario seguir creciendo... ¿Entienden los europeos que el punto de partida es diferente para las dos regiones?
R. En Bruselas, los líderes expresaron sus preocupaciones y sus enfoques y al nivel de la cumbre de ministros tiene que verse eso reflejado también [...] Hay que entender que los puntos de partida de Europa y de América Latina son distintos. Si logramos entender esa heterogeneidad, podemos ponernos de acuerdo rápidamente en las soluciones. Cuando miramos los mapas que ha hecho la NASA sobre emisiones de CO2 y retenciones, uno observa la masa de CO2 en el norte y los grandes pulmones de América Latina reteniendo lo más posible. Yo creo que lo que hay que hacer es concentrarse en la reforestación. Eso nos lleva a los mecanismos de canjes de deuda por naturaleza. Nos lleva a otro tipo de conversación, que es la que debe pasar en Santiago de Compostela. Y es cómo logramos entender que, si preservamos el capital natural de América Latina entre todos, vamos a poder llegar más rápidamente a cerrar la ecuación de neutralidad en carbono para mitad del siglo XXI. Pero esa cooperación todavía sigue estando muy en la estratosfera. Hay muy pocos proyectos y muy poca conciencia de que es urgente en el caso de América Latina y el Caribe y Europa entrar a revisar el problema de la deforestación en serio.
El punto de partida de mitigación es mucho más exigente para Europa que para América Latina y el Caribe. Nuestro punto viene más por adaptación que por mitigación. Además, hemos hablado siempre de trabajar las dos variables al tiempo: la de pobreza y la de ambiente, para que podamos producir ese cambio. No podemos reducir pobreza emitiendo más porque iríamos en la dirección contraria a la que el mundo necesita ir hoy, entonces el modelo que tenemos que incubar ahorita es un modelo que permita el crecimiento económico, permita la generación de empleo y oportunidades y al tiempo reduzca las emisiones. El punto en el que nos encontramos hoy es la creación de nuevos instrumentos, nuevos canales que permitan hacer crecimiento económico, aumentar la productividad y reducir las emisiones y, al mismo tiempo, preservar el capital natural y biodiversidad para efectos de poder salvaguardar la vida en el planeta. Entonces eso es justamente la conversación de Santiago de Compostela, es cómo nos imaginamos este mundo donde creamos los incentivos, creamos los instrumentos que permitan un crecimiento ordenado y que permitan la sostenibilidad de nuestro capital natural.
P: Es un balance muy complicado. Lo estamos viendo en el caso de proyectos de energías renovables que están generando conflictos sociales, como, por ejemplo, en la Guajira, o con el desarrollo del litio en Sudamérica. ¿Cómo asegurarse de que este desarrollo no deje a nadie atrás?
R: En la generación de todas estas oportunidades hay que incorporar a. las poblaciones, sobre todo cuando se trata de soluciones que emanan de los territorios donde residen poblaciones que han estado históricamente excluidas. Hay que incorporarlas en la solución. Tiene que haber esa conciencia en la elaboración de los proyectos y creo que en eso, tanto los bancos como las agencias de desarrollo hemos sido insistentes en que hay que incorporar esa voz de la participación activa de las comunidades para poder avanzar en los proyectos, no simplemente pedirles permiso: incorporarlas realmente en el manejo, en la construcción de esos proyectos, sean eólicos o fotovoltaicos o de protección de cuencas, de recuperación de capital natural, o de control a una minería desbordada que efectivamente ha dañado muchas cuencas y muchos ríos, especialmente en Sudamérica. En la medida en que incorporamos esto bien claro en la conversación, en la preparación, garantizamos que los proyectos se hagan pero que además tengan un componente de redistribución y de promoción de la de la igualdad de oportunidades, que es esencial hoy en un continente como América Latina y el Caribe.
P: Esas diferencias en el punto de partida de Europa y América Latina de las que hablaban han quedado claras en las negociaciones del acuerdo UE-Mercosur. En Bruselas se hablaba de un acuerdo para fin de año. ¿Cree que ya está cerca?
R: Hace todo el sentido en el siglo XXI que tengamos este acuerdo de Mercosur-UE. Parece mentira llevar ya casi tres décadas hablando de este tema y que no se haya concretado. Ninguna negociación es perfecta. Siempre va a quedar algo que a alguien no le va a gustar, pero lo importante es conceptualizar que el 100% del arreglo es mejor que la ausencia del arreglo. Cuando lleguemos a esa suma, porque esto no puede ser un tema de asientos contables, de quién gana, quién pierde, sino que el 100% de acuerdo sirve y contribuye a un propósito que es el de reducir pobreza, el de incrementar la interacción, yo creo que ahí habremos dado un paso importante. Además, Europa se consolidaría como la región más integrada con América Latina y el Caribe, lo cual sirve para que Europa y América Latina se vean mutuamente como regiones que son complementarias y que pueden construir soluciones globales juntas.
En la medida que tengamos eso en mente, será más fácil alcanzar el acuerdo y procurar el acuerdo. Ojalá llegue. Nosotros hemos expresado desde CAF la importancia de ese acuerdo para la UE y para América Latina, no solamente para Mercosur y Europa, sino para toda la región. Nos quedaría un área de comercio de las más grandes del mundo. Permitiría aumentar los flujos de inversión, pero además lo haríamos en un momento en que el mundo requiere un cambio de paradigma y un cambio en la forma en que se relaciona al comercio y la inversión a nivel mundial para poder salvaguardar el planeta.