‘No existe un mundo poshuracán’: los reclamos de Puerto Rico tras María se exhiben en Nueva York
Una muestra en el Whitney Museum plantea las fracturas y el impacto del ciclón que devastó la isla hace cinco años. Para la curadora, el verdadero desastre de la isla es la sensación de estar atrapada en las consecuencias del huracán
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Los artistas, con su mirada analítica y su creatividad de filo, siempre han sido testigos irrefutables del tiempo y traductores de las emociones más difíciles de expresar. En Puerto Rico, tras el paso de María, un huracán categoría 4 que devastó la isla en septiembre de 2017, los artistas respondieron a través del arte a la destrucción física y emocional del país, a la pérdida, al duelo y a años de desilusión y desconfianza en sus líderes.
El arte visual que ha surgido en estos cinco años es el nervio, la esencia de no existe un mundo poshuracán: Arte puertorriqueño después del huracán María, una exhibición que se inaugura este miércoles en el Whitney Museum of American Art en Nueva York, donde estará hasta el 23 de abril de 2023. En ella, 20 artistas intergeneracionales de Puerto Rico y su diáspora, a través de pintura, fotografía, performance, video, instalación y poesía, plantean el impacto político, económico, ambiental y cultural del huracán así como las preocupaciones, el duelo, la nostalgia, la frustración y el cinismo que prevalecen en la isla caribeña luego del ciclón.
La muestra, organizada por la puertorriqueña Marcela Guerrero, la curadora asociada Jennifer Rubio, junto con Angélica Arbeláez, Rubio Butterfield Family Fellow, y Sofía Silva, exbecaria en arte latino estadounidense en el Whitney, se da en el marco del quinto aniversario de María. La exposición propone cinco secciones temáticas para darle unidad a los planteamientos emotivos e incisivos de los artistas -Infraestructuras fracturadas; Críticas al turismo; Procesando las pérdidas, luto y reflexión; Ecología y paisaje; y Resistencia y protesta- en un diseño abierto que refleja el interés curatorial de que los trabajos y sus discursos dialogaran entre sí.
Los artistas en no existe un mundo poshuracán, definida por el Whitney como la primera muestra de arte puertorriqueño contemporáneo presentada por un museo de esta escala en Estados Unidos en casi 50 años, están interesados en analizar las fracturas estructurales que el huracán dejó, escribe Guerrero en el ensayo curatorial de la muestra. Esos quiebres quedaron expuestos hace poco nuevamente en el quinto aniversario de María con otro ciclón, Fiona, que además de fuertes lluvias e inundaciones, dejó a miles sin electricidad y sin agua potable, subrayando la frágil infraestructura del país.
El nombre de la muestra, no existe un mundo poshuracán, que parte de un verso en while they sleep (under the bed is another country) del poeta Raquel Salas Rivera y mantiene las minúsculas para honrar la forma en que Salas Rivera escribió esa frase en su poemario, retrata precisamente las circunstancias tras María. El Puerto Rico posMaría “es un presagio de lo que puede ocurrirle a los más vulnerables, no solo en el Caribe sino a nivel mundial”, señala Guerrero. “no existe un mundo poshuracán lucha con el hecho de que el verdadero desastre es la noción de su perpetuidad, la sensación de que los puertorriqueños están y continuarán atrapados en las secuelas de María”.
María y la suma de los hechos
El cuerpo de la muestra se compone de más de 50 obras que abordan los contextos que precedieron y los que siguieron a María. En Puerto Rico, un huracán no es meramente un ciclón. Es un espejo para considerar otros estragos como la emergencia climática, el colonialismo o la disfunción política.
En septiembre de 2017, dos semanas antes de que María llegara, el huracán Irma ya había causado daños en una isla agobiada por la crisis financiera. María dejó al país a oscuras, con una red eléctrica colapsada, sin comunicación y en duelo. Mientras el Gobierno insistía en colocar la cifra de muertes relacionadas al huracán en 64, un estudio de la Universidad de Harvard estimó que 4.645 personas murieron por María y sus secuelas.
Los huracanes Irma y María dejaron una estela destructiva en Puerto Rico, un “territorio no incorporado” de Estados Unidos cuyo telón de fondo era una deuda fiscal de más de $70.000 millones y la promulgación de una ley, Promesa, que impuso medidas de austeridad y la junta federal de control fiscal. “El subtexto de la exhibición es qué ocurre cuando desastres naturales, que son cada vez más fuertes y continuarán ocurriendo por la crisis climática, chocan con una situación política, que es una condición colonial. Esta superposición de estas dos fuerzas son una receta para el desastre”, afirmó Guerrero en la presentación a la prensa de la muestra.
El ciclón le expuso a muchos el estatus colonial de la isla y los puertorriqueños, exhaustos tras las emergencias que desataron los huracanes y la ineficiencia en la respuesta del Gobierno local y federal, se lanzaron masivamente a las calles en el verano de 2019 para protestar y pedir con éxito la renuncia del gobernador Ricardo Rosselló. Tras una serie de terremotos y temblores en 2019 y 2020, hoy, cinco años después de María, la cotidianidad está impactada por apagones frecuentes desde que LUMA Energy asumió en 2021 la transmisión y distribución de la energía en el país.
El presente en Puerto Rico, agarrado a ese cúmulo de sucesos, hace que en esta exhibición aflore un sentido de urgencia, especialmente cuando Fiona trajo nuevas preguntas entre los puertorriqueños sobre la capacidad del Gobierno de responder a emergencias. “Hay una urgencia detrás del ciudadano promedio, de esas voces anónimas que dicen que Puerto Rico se les va de las manos y que se siente como si hubiese un plan de borrar a los puertorriqueños de Puerto Rico”, decía Guerrero unas semanas antes de la apertura de la muestra. Para ella, la coyuntura del quinto aniversario de María le da un tono más reflexivo a la exposición sobre dónde está Puerto Rico ahora.
Los artistas como testigos y agentes de cambio
Guerrero conceptualizó una muestra que subraya cómo el arte puede denunciar y ser agente de cambio. “Los artistas tienen esta capacidad de hacer dos cosas a la vez: de decirnos: ‘Esta es la situación en la que vivimos’, pero a la misma vez criticarla y decirnos: ‘Esto es lo que tiene que cambiar’”, comentaba Guerrero en una entrevista en mayo pasado. Y así, bajo esa noción de revisar y traer atención a este momento tras María, se empezó a definir la exhibición.
no existe un mundo poshuracán pone la lupa en las historias individuales atestiguadas por los artistas que configuran el relato colectivo de Puerto Rico. Por eso en la muestra no se escapan representaciones del paisaje isleño para comentar sobre el impacto medioambiental del huracán María y la transformación no solo de la tierra sino de los escenarios familiares.
Tal es el caso de la artista Cándida Álvarez, nacida en Brooklyn de padres puertorriqueños, quien desdobla la definición de un lienzo con sus pinturas al aire (o air paintings), obras colgantes que tienen dos lados a través de los que pasa el aire y la luz. En Lomas, una de sus piezas abstractas en esta muestra, Álvarez representa una colina del paisaje puertorriqueño que es, a su vez, parte de sus memorias familiares en el pueblo de Villalba.
“Puerto Rico está en mi corazón, bien adentro. Puerto Rico es historias y memorias, tradiciones que han pasado de mis padres hasta nosotros porque para ellos, la isla era el mundo. El hogar para mis padres siempre fue la isla”, cuenta. Lomas, narra Álvarez, evoca el olor de la tierra, el recuerdo de las raíces y el tener un lugar donde aterrizar.
El artista Javier Orfón deja en sus fotografías un testimonio de la naturaleza y la tierra poshuracán. En piezas de la serie Bientevéo como René, Orfón dibuja e inscribe frases como: “No reconozco plantas muertas”, la cita de un guardabosques, José René Román, en hojas del árbol de cupey. Según Orfón, debido a la oxidación, al dibujar en las hojas de cupey, las líneas que traza se notan al día siguiente. En ese momento, cuando los dibujos se vuelven más claros, los fotografía.
Esos trabajos, íntimamente ligados a un proceso paciente de transformación, son fruto de los recorridos de Orfón por el Bosque de Guajataca y sus interacciones con conocedores de plantas como René, el guardabosques, o el botánico Papo Vives, sorprendido por la devoción de esas personas por “la memorialización de las plantas, esa sensibilidad por lo que hace única a una planta”.
La obra de Orfón recuerda las posibilidades del amor por la naturaleza. “En términos ecológicos, uno reconoce lo fuerte que fue el huracán. Sin embargo la naturaleza está tan capacitada para levantarse. Me acordé mucho de Juan Antonio Corretjer que en su poemario Yerba Bruja compara la situación puertorriqueña con la (planta) yerba bruja que, pese a todo, siempre retoña. Aunque sea por los bordes de las hojas, siempre busca la manera”.
La nostalgia ante un Puerto Rico cambiante y el ímpetu de capturar las vulnerabilidades de la isla se encuentran en obras como las de Rogelio Báez. En una de ellas, ID. Escuela Tomás Carrión Maduro, Santurce, Puerto Rico–Nuevo en el mercado, el artista retrata con toques distópicos al plantel escolar donde estudió y que en 2020 se vendió para fines comerciales.
La Tomás Carrión representa una de cientos de escuelas que desde 2007 el Departamento de Educación de Puerto Rico ha cerrado citando los impactos de la pérdida poblacional y la deuda pública, como da cuenta un estudio de la Universidad de California y el Centro para la Reconstrucción del Hábitat. “Esa es mi escuelita elemental, en el corazón de Santurce, que se vendió después que la comunidad batallara para que se la dieran”, cuenta Báez. Fue una obra que, relata, le costó mucho hacer ante el dolor y la desilusión de esa pérdida.
“Los artistas hacemos arte para entendernos y eso se refleja en cómo nos sentimos en nuestro medio ambiente, y cómo sentimos nuestro paisaje diario, nuestro suelo”, asegura Baez. Ser barómetro de su entorno es a lo que su obra aspira. Sus piezas en esta muestra invitan a la reflexión cómo se han enfrentado los problemas después de María y lo que él define como una “carencia de planificación” en la vida diaria.
Los puertorriqueños, subraya Báez, tienen las soluciones a muchos de los problemas que aquejan al país. “En Puerto Rico tenemos un caudal de profesionales, arquitectos, planificadores urbanos, que sabrían cómo atender nuestros problemas, pero como no son de la línea de los partidos dominantes y las soluciones son difíciles para los bolsillos de los grandes intereses, no se les escucha”, plantea.
Si bien esta exhibición se vuelve una ocasión simbólica para discutir el impacto de los huracanes y nuestra susceptibilidad ante ellos cada vez más vinculada al calentamiento global, no existe un mundo poshuracán captura una colección de relatos sobre cómo han sido o cómo se han sentido los últimos años en la isla.
De las conversaciones que la curadora Guerrero tuvo con los artistas mientras se armaba la exposición se desprenden algunos de los hilos temáticos que atraviesan los trabajos artísticos como el cambio climático y la situación colonial, así como “el descontento con la forma en que los gobernantes tratan a Puerto Rico”. “Nosotros estamos acostumbrados a vivir en una isla, en el Caribe, donde hay huracanes. Ninguno de los artistas está hablando: ‘Ay, Dios mío, estos huracanes’. Sabemos que los taínos vivían con esto, que no era necesariamente algo malo, que renovaba la tierra. El cambio climático es una circunstancia, pero qué pasa cuando estos eventos ocurren donde hay una desproporción de poder en cuanto a su situación política”, cuestiona la curadora.
no existe un mundo poshuracán propone “que imaginar un nuevo Puerto Rico está, indudablemente, dentro del quehacer de los artistas”, señaló Guerrero en el ensayo curatorial. El arte puede plantear posibilidades, y Guerrero aspira a que esta muestra motive acciones políticas y sociales para cambiar el rumbo del país.
“La exhibición, con las preguntas y sus reflexiones poéticas de rechazar el mundo que nos han dado a los puertorriqueños, nos presenta una manera de pensar en un futuro que aún no ha sido definido totalmente, pero en el que los artistas son custodios”, expuso Guerrero. Como curadora pero también como puertorriqueña, Guerrero reclama que “el arte puede ser el medio para un mundo poshuracán, posausteridad, posterremotos y pospandemia”. Los artistas, a su juicio, están guiando este momento y es “a través de ellos que se puede comenzar a pensar en una manera en que Puerto Rico pueda salir hacia adelante”.