En plena guerra entre disidencias, Petro negocia con Calarcá y bombardea a Mordisco
El Estado Mayor de los Bloques y Frente, la facción aun sentada en la mesa de diálogos, mantuvo nexos con un general del ejército y un alto funcionario de inteligencia
De socios a enemigos mortales. El contraste entre las trayectorias de Iván Mordisco y Calarcá Córdoba, los comandantes de las dos principales disidencias de la extinta guerrilla de las FARC, salta a la vista. El Gobierno de Gustavo Petro ha lanzado una ofensiva militar contra el Estado Mayor Central (EMC), la facción de Mordisco a la que ya considera una organización terrorista y bombardea sin contemplaciones, mientras insiste en negociar con la de Calarcá, el rebautizado Estado Mayor de los Bloques y Frente (EMBF). Esa facción que aún sigue sentada en la mesa de diálogos, llegó a corromper a un general del Ejército colombiano y un alto funcionario de la Dirección Nacional de Inteligencia (DNI), de acuerdo con una investigación periodística que ha provocado una nueva crisis en la desgastada política de paz total.
Políticos de derecha, centro e izquierda han coincidido en la gravedad de las denuncias reveladas este domingo por Noticias Caracol, que señalan directamente al general Juan Miguel Huertas y al director de operaciones de la DNI, Wilmar Mejía, de colaborar con las disidencias de Calarcá. La revelación principal es la filtración de información reservada para evitar operativos de la fuerza pública en el Catatumbo, el sur de Bolívar y Antioquia. Petro las ha descartado como “falsas”.
Lo paradójico es que el escándalo estalla apenas unos días después de que se anunciaron avances en los diálogos de paz. La negociación parecía estancada hasta el viernes, cuando los delegados del Gobierno y el EMBF sellaron seis acuerdos en el cierre del séptimo ciclo de conversaciones, que se realizó en medio de hermetismo en la inspección Campo Hermoso de San Vicente del Caguán, en el departamento de Caquetá, en el sur del país. Esos puntos incluyen temas como desescalar el conflicto, con un compromiso del EMBF de no reclutar menores de edad; acceso a la tierra, con zonas de reserva campesina; proteger los parques naturales y contener la deforestación; y un pacto para que las elecciones del 2026 se desarrollen con garantías para ciudadanos, partidos y candidatos.
Aunque Mordisco se ha consolidado como el mayor enemigo público del presidente Petro, las disidencias de Calarcá también perpetraron uno de los peores ataques contra la fuerza pública. En agosto, el Frente 36 –que pertenece al EMBF– asesinó a 13 policías al derribar un helicóptero antinarcóticos en Amalfi, en el departamento de Antioquia. El líder disidente le dijo en su día al periódico El Espectador que no fue un ataque planeado, sino un efecto de los combates en la zona entre sus hombres y el Clan del Golfo, la mayor banda del narcotráfico. A pesar de ese traspiés, la mesa siguió en marcha.
Petro, que suele dirigir sus críticas contra Mordisco, al que ha calificado como un “traqueto vestido de revolucionario”, ha endurecido el tono frente a varios de los grupos armados con los que antes estuvo dispuesto a entablar negociaciones. Incluso ha llegado a declarar que el EMC, la Segunda Marquetalia y el Clan del Golfo –con el que también adelanta una negociación en Qatar– “serán consideradas organizaciones terroristas, perseguibles en cualquier lugar del mundo”. Pero no suele referirse a Calarcá, que hasta el año pasado era considerado un subordinado de Mordisco. Ahora compiten por las rentas ilícitas en varias regiones. La Defensoría del Pueblo, por ejemplo, ha emitido alertas tempranas por la expansión de la confrontación armada en las extensas regiones selváticas de la Amazonia colombiana. El EMC tiene 3.900 hombres y el EMBF 2.800, de acuerdo con los cálculos de inteligencia más recientes.
Alexander Díaz Mendoza, el verdadero nombre de Calarcá, ingresó con apenas 16 años a las otrora Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, a finales de los años noventa. Allí integró en distintos momentos tanto el Frente 40, en el departamento del Meta, como el Bloque Oriental, bajo el mando del Mono Jojoy. A finales de 2016, cuando la guerrilla se alistaba para entregar las armas, después de haber firmado el acuerdo de paz con el Gobierno de Juan Manuel Santos, desertó para unirse a las filas de Gentil Duarte, uno de los primeros disidentes que se apartó de la paz para sumarse a Mordisco. Gerson Arias, investigador de la Fundación Ideas para la Paz (FIP), define a Calarcá como “un mando medio de la última generación de las FARC”, más vinculada al narcotráfico, con muy poca relevancia en la guerra. Ahora es visto como una “figura emergente”.
El encaje de las disidencias en la paz total fue desde el primer momento uno de los mayores retos de la política bandera del Gobierno de Petro, hoy desdibujada. En plural, pues varias estructuras se apartaron en distintos momentos de los diálogos de La Habana. El rótulo de “disidencias” merece su plural, pues se trata de una amalgama de estructuras difíciles de clasificar.
Para rastrear el origen del EMBF hay que remontarse al surgimiento de estos grupos. El fenómeno nació con Mordisco en la recta final del proceso de paz. Una de las estructuras más representativas de la guerrilla, el Frente Primero, que operaba en el sureste del país, publicó un comunicado en el que se apartaba de la negociación, a la que tildaba de “traición”. Ese anunció provocó que la cúpula expulsara a cinco mandos, entre ellos Gentil Duarte, al que antes habían enviado a la zona para intentar poner orden. En lugar de convencer a Mordisco, se dejó convencer por él.
En un primer momento, las facciones de Mordisco y la Segunda Marquetalia de Iván Márquez se consolidaron como una suerte de grandes sombrillas. Ambas fueron designadas organizaciones terroristas por Estados Unidos y entablaron una guerra a muerte, en la que fueron cayendo varios de sus comandantes, la mayoría de las veces del otro lado de la frontera con Venezuela. Gentil Duarte era el socio más visible de Mordisco, al punto que se hablaba de los gentilianos. Pero también fue asesinado en mayo del 2022.
Mordisco desde entonces aglutinó el poder, y Calarcá se convirtió en una pieza clave de la expansión del autodenominado Estado Mayor Central, que se sentó a negociar con el Gobierno de Petro en 2023, pero acabó por fragmentarse en 2024. Ese proceso entró en su enésima crisis después de una serie de acciones del EMC que incluyeron atentados contra militares y comunidades indígenas. Cuando Mordisco se levantó de la mesa, Calarcá decidió seguir. Fue entonces cuando pasaron a llamarse Estado Mayor de los Bloques y Frente. Incluso llegó a ser capturado por las autoridades en un retén, pero el Gobierno movió cielo y tierra para que lo dejaran ir por tratarse de un gestor de paz. “Sin Calarcá, iba a ser muy difícil mantener la narrativa de la paz total”, explica Arias. “El Gobierno está en el dilema de avanzar a como dé lugar en concretar las negociaciones con las disidencias y trasladarle al próximo Gobierno la responsabilidad de suspender o terminar estos procesos”, añade el experto.