El crimen organizado, una “hidra” que se adapta más rápido que los Estados
La Iniciativa Global contra la Delincuencia Organizada Transnacional revela este lunes su Índice Global de Crimen Organizado para 2025
Mientras el crimen organizado se expande en mercados como el narcotráfico, la explotación humana o los delitos financieros y cibernéticos, también crea formas de violencia más adaptables, interconectadas y difíciles de combatir, sobre todo para los Estados más cooptados por actores criminales. Esta es la principal conclusión del Índice Global de Crimen Organizado, publicado este lunes por la Iniciativa Global contra la Delincuencia Organizada Transnacional (GI-TOC). El centro de pensamiento con sede en Ginebra, Suiza, presenta su radiografía sobre una amenaza cambiante y creciente, a partir de los datos de los últimos cinco años de los 193 Estados miembros de Naciones Unidas. “Al igual que la hidra de múltiples cabezas, los grupos criminales se adaptan rápidamente, aprovechando los conflictos emergentes o cada vez más profundos y alineándose con los avances digitales”, se lee en el informe.
“No solo estudiamos la criminalidad, sino qué tan preparado está un país para enfrentarla”, explica a EL PAÍS Felipe Botero, jefe de la Oficina Regional Andina de GI-TOC. El Índice agrupa indicadores de criminalidad en mercados como el tráfico de personas, la extorsión, el tráfico de armas o los crímenes de flora y fauna, con 12 indicadores de resiliencia estatal, que miden el liderazgo político y la gobernanza, la transparencia, la fortaleza de los sistemas judiciales, o la aplicación de la ley en cada país, entre otros. Los resultados reflejan que los países están cada vez menos preparados. De 57 Estados con alta criminalidad y baja resiliencia en 2023, la cifra ha llegado a 66 en 2025.
El informe identifica cinco transformaciones que explican la brecha. La primera es que hay un cambio en el tráfico mundial de drogas, que manejan actores cada vez más unificados y poderosos. Según el informe, factores como las interrupciones en la producción de heroína afgana, el aumento de la oferta de cocaína, el crecimiento constante del mercado de opioides sintéticos y la legalización parcial del cannabis, están llevando a que la cocaína y las drogas sintéticas ganen terreno ante otras sustancias, y las alianzas transnacionales que controlan sus flujos y rentas son más difíciles de enfrentar para los Estados.
El segundo cambio es el aumento de las formas no violentas de crimen organizado, con el crecimiento de delitos como los cibernéticos y los financieros, que no necesariamente requieren coacción física. El reto es detectar esas “formas invisibles” de delincuencia en casos como los centros de estafa del sudeste asiático, especialmente en Myanmar. Allí, las víctimas “atraídas por ofertas de trabajo fraudulentas, son trasladadas a hoteles y casinos reconvertidos en complejos para operaciones de estafa. Una vez adentro, son objeto de amenazas, abusos físicos y explotación sexual, o se ven obligadas a trabajar en condiciones coercitivas para cometer delitos (en la mayoría de los casos, fraudes en línea) dirigidos a víctimas de todo el mundo” dice el informe. La INTERPOL, la organización de cooperación global de las policías, estima que el valor total perdido anualmente por este tipo de delitos rivaliza con el PIB de las principales economías del mundo.
De los 15 mercados ilegales que analiza el Índice, el de delitos financieros es el que más se ha expandido desde 2023 y el único que se ubica entre los cinco más grandes en todos los continentes, además de ser el mayor en África y Europa. “Los delitos cibernéticos, aunque se encuentran entre los menos extendidos a nivel mundial, también registraron un crecimiento. Más regiones (18 de 22) experimentaron un empeoramiento de sus mercados de delitos cibernéticos que de cualquier otra categoría, lo que subraya su creciente presencia”, analiza el informe. Además, las medidas nacionales para contenerlos van más despacio y muchos Estados “no tienen la infraestructura tecnológica ni la capacidad para detectarlos y prevenirlos”, agrega.
La tercera transformación es el creciente comercio de productos falsificados, que ya no se limita a artículos de lujo para abarcar categorías como los medicamentos. Según datos de la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea y de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, ese comercio sumó a 467.000 millones de dólares en 2021, con previsiones que alcanzan los 1,79 billones de dólares para 2030.
Más allá de las pérdidas económicas para empresas legítimas y de los impuestos no percibidos por los Estados, este tráfico “erosiona la confianza de los consumidores en las marcas y, en los casos más graves, pone en peligro la salud pública”, por ejemplo, por productos farmacéuticos y electrónicos que pueden producir lesiones. Este crecimiento pasa por innovaciones tecnológicas, como las plataformas de comercio digital, en las que los productos pueden anunciarse y comprarse de forma anónima, o los nuevos sistemas de pago, como los monederos digitales y las criptomonedas, que ocultan los rastros financieros. Encima de todo, el auge de las herramientas de inteligencia artificial, “ayuda a los falsificadores a diseñar réplicas sofisticadas, automatizar campañas publicitarias y dirigirse a los consumidores con marketing personalizado”.
Una cuarta evolución es que, entre cinco tipos de actores criminales que identifica el Índice -mafias, grupos criminales, actores integrados a los Estados, actores extranjeros y actores del sector privado- ha crecido la influencia de los dos últimos. Desde 2023, los actores que operan por fuera de su país de origen como la “mafia de los Balcanes”, el Tren de Aragua o los carteles mexicanos, son los que más han aumentado su prevalencia. Facilitadores o beneficiarios de los mercados ilícitos, dependen unos de otros y hacen alianzas basadas más en pragmatismo que en lealtad, señala el informe. Un caso notorio es la asociación de grupos ilegales en la triple frontera amazónica de Colombia, Perú y Brasil, que permite lavar dinero de la cocaína a través de minería ilegal, y en las que se asocian disidencias colombianas, narcos peruanos y organizaciones brasileñas como el Comando Vermelho.
Los actores del sector privado también han ganado relevancia, sobre todo en Asia Occidental. Aunque el foco suele ponerse en las empresas que son víctimas, el informe señala que “su participación como autores de delitos organizados es cada vez más difícil de ignorar.” Explica que participan en distintos roles, como la logística, las finanzas o la tecnología. Algunos son autores directos de delitos, como los que se dan contra el medio ambiente (la tala, la minería o la pesca ilegal) o los financieros, mientras otros son facilitadores para los grupos de crimen organizado. “Pueden proporcionar, a sabiendas o sin saberlo, redes tecnológicas, documentación, apoyo logístico o canales para el blanqueo de fondos ilícitos a través de los sistemas financieros y los mercados inmobiliarios.”
La última transformación es que cada vez más Estados, incluyendo Estados Unidos, han anunciado planes de salirse de cortes internacionales, organizaciones y tratados. “Si tales decisiones se materializan y continúan patrones similares, la cooperación internacional podría llegar a un punto de inflexión crítico”, dice el informe, que alerta del peligro de un mundo de unilateralismo, que deje en un segundo plano la cooperación para confrontar economías ilícitas.
Aunque parezca inevitable, los Estados pueden enfrentar el crimen organizado mediante reformas específicas. Una de ellas es atacar la resistencia interna para hacer esas reformas, que en ocasiones viene de actores criminales incrustados en el aparato estatal y que, de acuerdo con el informe, son los más extendidos a nivel mundial. Un primer paso efectivo para que los Estados superen el nivel de adaptación de esta “hidra” empieza por atacarla desde adentro.