La JEP: un debate que ya vivimos, las víctimas reales y las que no fueron
Los acuerdos de paz son siempre imperfectos; las guerras, por el contrario, son perfectas en su crueldad, en su objetivo: matar al otro no importa cómo
Las víctimas de la violencia no son todas iguales. Las víctimas que no llegaron a serlo no son visibles, aunque por ellas se aceptó una dosis grande de impunidad. Colombia y el mundo no viven la misma realidad del año 2016 cuando se firmó el acuerdo con las FARC ni la de otros tiempos cuando se aceptaron amnistías totales. Estos ingredientes pueden ayudar a entender por qué repetimos un debate que ya dimos y por qué es imposible llegar a consensos cuando se conocen ...
Las víctimas de la violencia no son todas iguales. Las víctimas que no llegaron a serlo no son visibles, aunque por ellas se aceptó una dosis grande de impunidad. Colombia y el mundo no viven la misma realidad del año 2016 cuando se firmó el acuerdo con las FARC ni la de otros tiempos cuando se aceptaron amnistías totales. Estos ingredientes pueden ayudar a entender por qué repetimos un debate que ya dimos y por qué es imposible llegar a consensos cuando se conocen las primeras sentencias de la Jurisdicción Especial para la Paz. Con estas decisiones judiciales se hace efectivo un acuerdo de paz en el que se pactó poner en el centro a las víctimas en una justicia restaurativa y con penas distintas a la cárcel para los victimarios. Los barrotes de una cárcel son tangibles, visibles, evidentes. La reparación, por el contrario, viene de la percepción y la emoción de cada víctima. Por eso para algunas hay alivio; para otras, decepción y rabia.
El contexto de cada momento también es importante para entender por qué se revive hoy y con más fuerza el debate que ya dimos cuando se firmó el acuerdo. En la extensa historia de conflicto que ha vivido este país se ha apostado a darlo todo por la paz y también se ha intentado acabar la guerra a tiros. En los años noventa se pactó una amnistía total con el M-19 y otros grupos, sin cárcel ni justicia restaurativa para las víctimas, simplemente un perdón total. El ambiente político del momento, en el que había consenso en torno a la paz, permitió la inserción inmediata de los excombatientes a la vida política y llegaron a tener el 30% de las curules en la Asamblea Constituyente del 91.
En el año 2016 el país era otro. Vivíamos en el relato de “no hay conflicto armado sino amenaza terrorista”. El mundo era otro, después del 11 de septiembre y de la creación de una Corte Penal Internacional dispuesta a perseguir a criminales de guerra que no fueran castigados en sus países. En ese mismo año 2016 Estados Unidos eligió por primera vez a Donald Trump y en Reino Unido votaron a favor de la salida de la Unión Europea. En esos tiempos turbulentos en Colombia se dijo no en las urnas a un acuerdo de paz que tenía todo el respaldo internacional. No eran tiempos de amnistía total y en la mesa de La Habana se buscó una fórmula que hoy estudian en el mundo porque se hizo alrededor de las víctimas y con la idea de que la justicia restaurativa fuera para ellas. Es otra forma de pagar por delitos cometidos.
Un sistema que no gusta a todos por la dosis de impunidad que implica y porque trae una paradoja por dentro: se plantea alrededor de las víctimas reales, y en el fondo se hace por salvar a las víctimas futuras: no te doy cárcel si no matas a los que no has matado, pero reparas a los que quedan de tus actos criminales ya cometidos. Eso implica dosis grande de perdón por los crímenes cometidos a cambio de salvar vidas por los fusiles que dejan de operar. Esas vidas salvadas no son visibles, como sí lo son los muertos contantes y sonantes. No es fácil ver a esos que no murieron por lo que se hizo el acuerdo. El país se dividió en torno a un acuerdo de paz que concedió más que aquello que la sociedad en su conjunto estaba dispuesta a dar. La paz sí, pero no así, dijeron muchos. No se conoció entonces cuál habría sido la fórmula de “la paz sí, pero así” que permitiera desmovilizar efectivamente a miles que hacían la guerra. Los acuerdos de paz son siempre imperfectos; las guerras, por el contrario, son perfectas en su crueldad, en su objetivo: matar al otro no importa cómo.
Colombia y el mundo en este 2025 tampoco son los mismos de 2016. Aquí se ha pasado por dos Gobiernos, uno de derecha y uno de izquierda, que no han cumplido a cabalidad con lo pactado en el acuerdo, la polarización ha llegado a un punto extremo, el ambiente propicio a la paz es mínimo tras el fracaso del intento de paz total. En el mundo vivimos tiempos de guerra desatada, de crueldad extrema, de sevicia y poca empatía. Son tiempos de venganzas y no de reconciliación, de anhelos de castigos totales y de ningún perdón. En este momento de tanta desazón llegan esas primeras condenas de la JEP. Demoradas, dicen muchos, y hay razón en la crítica a esta y a todas las justicias porque este es un país de justicia demorada o inexistente. Los procesos tardan años, lustros, décadas. La impunidad no es la excepción, es la constante en una justicia farragosa y lenta que cojea y con frecuencia no llega. En este caso llega, con todos los peros sean justos o injustos.
Y las víctimas, en el centro de la justicia especial, no son una masa homogénea. Viven sus duelos de manera personal e intransferible, tienen su ideología, algunas hacen política activa, otras hacen activismo por distintas causas, algunas han logrado perdonar, otras no lo logran y no están obligadas a hacerlo. Las víctimas son diversas, son personas, tienen historias distintas, su condición de víctimas no las define y por eso para algunas la verdad conocida en este proceso es sanadora, que los victimarios reconozcan el delito y pidan perdón es un alivio, que aparezcan los restos de un ser amado perdido hace años, es el cierre necesario para un duelo… para otras, las penas restaurativas que distan de ser claras y precisas, son un nuevo golpe, un nuevo dolor. ¿Qué repara a una víctima? ¿Un monumento, una escuela, una carretera, un auxilio económico, el desminado de un terreno, un acto de perdón, 40 años de cárcel para el victimario? ¿Qué te serviría como reparación ante la pérdida de un hijo, una madre, una hermana, un esposo? ¿Cuál es la dosis justa de perdón y de justicia?
La justicia restaurativa que estamos viviendo como una experiencia nueva en Colombia es un terreno desconocido por el que caminamos en medio de la noche y sin linterna. El debate que se vive y que vuelve sobre argumentos conocidos y gastados no refleja todo lo que hay detrás de un trabajo que permitió a muchas víctimas vivir sus duelos de múltiples maneras. Lo que más cuesta ver, sin embargo, es a las víctimas que no fueron. Por las vidas salvadas tiene sentido el acuerdo. Sobre los errores cometidos, las demoras, lo que falta, seguirán los debates que se hacen a los gritos porque además estamos en plena campaña y ya sabemos que la política se alimenta del dolor y de la guerra.