‘Don Balín’ y el proyecto paramilitar
El precandidato presidencial Santiago Botero ha reiterado ser un admirador de la figura política y militar del paramilitar Carlos Castaño, líder del grupo criminal que mayor número de víctimas ha dejado en el país
Semanas antes de morir, Iván Roberto Duque, alias Ernesto Báez, quien fuera comandante del Bloque Central Bolívar (BCB) y uno de los ideólogos de las AUC, le dijo a la Comisión de la Verdad que el paramilitarismo no había muerto como fenómeno, pues solamente se había desmovilizado en su ala...
Semanas antes de morir, Iván Roberto Duque, alias Ernesto Báez, quien fuera comandante del Bloque Central Bolívar (BCB) y uno de los ideólogos de las AUC, le dijo a la Comisión de la Verdad que el paramilitarismo no había muerto como fenómeno, pues solamente se había desmovilizado en su ala militar. Después de su paso por la justicia transicional de Justicia y Paz, repitió, una y otra vez, en tono triunfal, que la cultura paramilitar estaba enquistada en parte de la sociedad colombiana y que ese había sido uno de los mayores triunfos. Tenía razón.
Lejos de creer que Santiago Botero es únicamente un fanático de extrema derecha, adulador de Carlos Castaño, su pensamiento y figura política encarnan a plenitud parte del legado del fenómeno paramilitar de la década del noventa y principios de los dos mil. Aunque sus declaraciones han generado indignación, son cientos los colombianos que piensan de igual manera. Responden a una cultura heredada de nuestra violencia reciente, esa que sigue enquistada en parte de la sociedad y que expresan en público, posando de demócratas, cuando rayan en la exaltación a la violencia.
Enaltecer la figura de uno de los mayores perpetradores y determinadores crímenes de lesa humanidad y violaciones de derechos humanos, por poco, debería ser castigado por apología al terrorismo. Como documentó la Comisión de la Verdad, son atribuidas a grupos paramilitares más de 2.113 masacres, desplazamientos forzados y un grueso de crímenes que suman el 45% de todas las víctimas del conflicto armado. Es un legado del cual nadie que se considere demócrata debería estar orgulloso, mucho menos en un país que sigue llorando a sus muertos y avanza en la justicia transicional pese a las sacadillas de sus detractores.
Las apuestas de Botero no son nuevas, ni emergen porque sí. Basta recordar que, en 1989, Ernesto Báez con apoyo de los paramilitares de Henrry Pérez, en el Magdalena Medio, y en alianza con neonazis, fundó el Movimiento de Reconstrucción Nacional – Morena. Hicieron el lanzamiento en Bogotá, con el objetivo era participar en las elecciones de 1990. El movimiento de extrema derecha estuvo financiado y amparado por los mismos ganaderos y empresarios que auspiciaron al paramilitarismo en esta región del país. Como el mismo Báez contó ante Justicia y Paz, incluso intelectuales se sumaron a la causa de un partido en armas.
Botero no es el primero ni el único que piensa que hay que darle “balín” a quienes piensan distinto. Otro precandidato presidencial, Abelardo de la Espriella dijo sin sonrojarse que hay que erradicar y extirpar a la plaga de izquierda. Y ciudadanos como el hoy político Andrés Escobar han disparado, herido y asesinado a manifestantes sin que la justicia llegue y con el respaldo de políticos de derecha.
Parte de esta cultura política se ha manifestado en el Congreso – más de 60 excongresistas fueron condenados por parapolítica-, en columnistas y periodistas que difundieron el pensamiento paramilitar, y hasta en la calle, como aquel compatriota que se hizo famoso por gritar “¡plomo es lo que hay, plomo es lo que viene!”. No es un secreto, para nadie, que la doctrina del enemigo interno caló tanto desde la década del 60 que, hoy en día, hay quienes siguen justificando las ejecuciones extrajudiciales, la represión violenta de las fuerzas del Estado contra la protesta pacífica y el asesinato de líderes sociales.
Botero dice que gobernará para los pobres, que modificará la Constitución Política para reformar la justicia y que creará un grupo de fuerzas especiales para “cazar bandidos” que se llamará “templarios”, cada uno con un sueldo de 12 millones de pesos, que serán “mercenarios dentro del Estado” y también serán pagos por resultados… otro ¿body count? La idea es crear una facción paramilitar paga y a merced de las órdenes del Ejecutivo, consecuente con sus ideas y concordante con el legado del fenómeno paramilitar en parte de nuestra cultura.
Pese a ello, el país para el cual Botero quiere gobernar no es el mismo de hace dos o tres décadas. Después de la represión de la seguridad democrática de Álvaro Uribe Vélez (2002-20109, el paro nacional contra Juan Manuel Santos en 2016 y el estallido social de 2021 en el gobierno Duque, en Colombia se consolidó como una masa política activa, crítica y movilizada que lejos de tragar entero, es disiente y contestaria, en especial entre su juventud. Cuentan con el respaldo de gremios históricos y de un movimiento nacional de víctimas que ha hecho todo porque salga a la luz pública la verdad sobre los horrores del fenómeno paramilitar y los crímenes de Estado.
Gracias a los avances de los procesos de justicia transicional el país entero ha conocido, de la propia voz de los perpetradores, cómo la bisagra entre el Ejército y los grupos paramilitares fue determinante para completar el andamiaje criminal que desangró al país. Un horror al cual Colombia no puede regresar y sobre el cual se debe generar memoria política para contrarrestar la cultura heredada de esta violencia.
Ojalá, Botero, de la Espriella y otros precandidatos le dieran entrevistas a periodistas preparados y serios que con argumentos, cifras y datos contrarresten las sandeces que dicen y profesan. Mientras tanto, y tristemente, el mal periodismo solamente será un replicador de propaganda. La victoria seguirá siendo de las víctimas, quienes, al defender el honor de sus muertos, han develado verdades que antes eran mitos y hoy en día son historias comprobadas y confesadas por los mismos perpetradores, como los que idolatra el precandidato Botero.