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El cansancio, un mal de la vida moderna

La psiquiatra Vicky Pérez Restrepo explica en su más reciente libro cómo las exigencias del mundo actual están agotando a la gente y brinda consejos para prevenirlo

Un día, la psiquiatra Vicky Pérez Restrepo (Manizales, 56 años) revisó las historias clínicas de sus pacientes y encontró que uno de los síntomas más frecuentes era la fatiga. Dedicada no solo a la consulta, sino también a la divulgación de información sobre la salud mental, decidió investigar sobre el tema. El resultado es Recarga tu pila, un libro pensado como una guía para aprender sobre este mal de la vida moderna. En conversación con EL PAÍS, Pérez sostiene que encontró que existen varias herramientas para prevenirlo y gestionarlo, y que están al alcance de la mano de cualquiera.

Pregunta. Usted afirma que el cansancio está relacionado con la vida moderna, ¿cómo es esta relación?

Respuesta. El cansancio ha existido siempre, pues es la respuesta normal a un desgaste. Usualmente, se repara con acciones sencillas como pasar una buena noche, pero el cansancio actual se sale de esos estándares, pues se ha convertido en una constante que no se recupera con una noche de sueño. Tiene que ver con la inundación de estímulos visuales, de competitividad y de autoexigencia, en un mundo que nos exige producir, crecer, llenarnos de títulos, tener un cuerpo perfecto. Esto nos ha llevado a estar cansados. Incluso la gente muy joven vive cansada.

P. ¿A qué edades ha encontrado este cansancio?

R. La queja aparece desde la adolescencia. El mundo actual pone muchas presiones e incluso los jóvenes sienten la presión del éxito. Como existen muchas oportunidades, sienten que tienen que correr para alcanzarlas. Es muy impresionante porque se quejan con expresiones como “estoy derrotado” o “me siento devastado” y no es solamente que exageren o lo expresen de manera superlativa, sino que sienten que la vida a veces es demasiado pesada y dura.

P. Usted plantea que es necesario aprender a manejar el tiempo...

R. Sufrimos mucho porque no nos alcanza para tantas cosas que queremos, pero las 24 horas del día seguirán siendo las mismas. Yo les digo que el día se divide en tercios: ocho horas para dormir, ocho para trabajar —es el estándar promedio en la mayoría de los países— y ocho para el resto de cosas, como transportarse, cocinar, comer, acompañar a otros, divertirse, tener espacios con la familia, hacer deporte, tener pasatiempos. Son estas ocho horas las que a veces hacemos a un lado. Nos ponemos expectativas que no son razonables o no planeamos bien las cosas.

P. Usted propone un descanso activo. ¿Qué es?

R. Cuando uno piensa en descansar se imagina casi siempre en acostarse a dormir o a ver televisión. El descanso activo, en cambio, implica descansar con actividad, con movimiento, con estímulos metales y musculares que no tienen que ver con las responsabilidades laborales. Existen descansos activos como leer, hacer jardinería, cualquier actividad que implique hacer algo diferente al trabajo, pero que genere placer. Son actividades en los que tal vez uno no se mueva tanto, pero hace un proceso de regulación del cerebro. El descanso activo busca que uno se regule física y mentalmente para recuperar la energía.

P. Usted también señala que sobrepensar cansa mucho. ¿Por qué?

R. Al sobrepensar, se le da espacio a la ansiedad anticipatoria, que es pensar todo el tiempo en lo que puede suceder antes de que suceda. Implicar querer saberlo todo, controlarlo todo y no poder tener tantas respuestas que uno quisiera. Eso es como tener un motorcito siempre prendido, como estar en una bicicleta estática en la que uno pedalea y pedalea, pero no avanza. El cerebro se cansa de querer buscar respuestas, de querer anticiparse a lo que va a llegar y en este proceso se desgasta muchísimo. Es una de las causas más frecuentes, pero menos reconocidas del cansancio.

P. Usted describe varias actividades de la vida diaria que pueden ayudar a prevenir el cansancio y gestionarlo. ¿Cuáles son?

R. Con este correr en la vida se nos ha olvidado que muchas cosas en nuestro entorno pueden ser una farmacia disponible, y no solo para prevenir el cansancio, sino para el bienestar en general. No van a reemplazar un tratamiento ni una consulta, pero las podemos hacer cotidianamente y tienen un sustento científico. En cada caso, revisé que hubiera estudios serios publicados que mostraran una correlación entre la actividad y la sensación de bienestar. Se trata fundamentalmente de volver a las cosas sencillas de la vida, como pasar tiempo en la naturaleza, hidratarse bien, escuchar música, leer, hacer jardinería, hacerse masajes, compartir con la gente, pasar tiempo con una mascota, hacer fotografía. Todas estas cosas cotidianas y sencillas nos permiten construir nuestro bienestar.

P. En el libro presenta veinte enfermedades que pueden tener el cansancio como síntoma. ¿Qué tan pronto logran los médicos llegar al diagnóstico correcto?

R. Lo habitual es que las personas den muchas vueltas antes de encontrarlo, a veces porque no se les pone cuidado. Les pregunté a varios colegas que tanto exploraban en la consulta cómo se siente el paciente con respecto a su energía vital, a su capacidad de acción, al cansancio como tal, y encontré que no es lo que más se pregunta, salvo que el paciente lo traiga como una queja. En estos casos se hace un paneo global que incluye verificar que no tenga anemia y que la tiroides y las vitaminas estén bien. Pero si las causas son otras, los pacientes dan muchas vueltas y pasan por muchos exámenes. En mi rama, la psiquiatría, en la que el cansancio está asociado a la depresión, a la ansiedad o a alguna adicción, sí que es difícil llegar a ese punto, porque generalmente se han descartado mil enfermedades y las personas han pasado por muchos exámenes de laboratorio antes de llegar a estas otras causas.

P. En el libro invita a unas autorreflexiones sencillas. ¿Cuál es el objetivo?

R. Quería dar espacios para que las personas, con cierta guía de preguntas, puedan darse una idea de qué camino están tomando. Quería dejar una semillita que les genere ideas y cuestionamientos a los lectores, que tal vez después produzcan un cambio en algunos de sus hábitos. Porque cualquier cambio inicia con la detección de la necesidad de hacerlo.

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