Qué cambiar

Breve inventario de los comportamientos cotidianos colombianos, reflejo de la cultura del todo vale, que solo se solucionan con un profundo cambio de mentalidad, no con policías, jueces y leyes

Un grupo de 77 reos de La Picota se gradúa de la escuela secundaria, en junio de este año.Juancho Torres (Getty Images)

Si nuestra conducta cotidiana es desordenada, ensuciadora y agresiva, no habrá alcalde capaz de ordenar, ni barrenderos suficientes para limpiar, ni policías y jueces suficientes para garantizar la paz y el orden.

Puestos a hacer inventario sobre los comportamientos que hay que cambiar, recogí opiniones de varias personas sobre nuestro comportamiento en los colegios, ...

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Si nuestra conducta cotidiana es desordenada, ensuciadora y agresiva, no habrá alcalde capaz de ordenar, ni barrenderos suficientes para limpiar, ni policías y jueces suficientes para garantizar la paz y el orden.

Puestos a hacer inventario sobre los comportamientos que hay que cambiar, recogí opiniones de varias personas sobre nuestro comportamiento en los colegios, las universidades, el sitio de trabajo, la calle, las ventanillas públicas, la familia y otras esferas cotidianas. Cito solo el nombre de pila de quien aportó la opinión.

Alejandro, rector de colegio, dice que las conductas de los papás con sus hijos y con los colegios se reflejan en el matoneo (bullying) de los chicos hacia los profesores y entre ellos. Si la actitud de los papás se mantiene, es imposible resolver el problema de fondo.

Cita a una abogada de colegios, para quien los manuales de convivencia evitan ser ‘punitivos’ y plantean solo conciliación y reparación, pero no asumir las consecuencias. Cuenta que un rector conversaba con un menor sobre un plagio que había cometido. El estudiante, arrepentido, prometía no volverlo a hacer, cuando el papá dice: “¡Usted cállese y no admita ninguna falta!”.

Un caso extremo son las tutelas contra los colegios. Cuentan que un papá pidió al juez impedir que le cancelaran la matrícula a su hijo a pesar de saber que sobornó al celador, ingresó por la noche al colegio y se robó unos exámenes.

Creo que dejar que los adolescentes beban licor desde los 13 años hará que no sepan para qué son las normas, ni quiénes las debe cumplir. Ellos no, aparentemente. María Fernanda agregó que los papás saben que sus hijos tienen identificación falsa para comprar trago.

A Alejandra le sorprendió ver que en la universidad se copiaba en los exámenes más que en el colegio, a pesar de ser mayores de edad. Patricia recordó a un profesor de universidad que invitó a salir a su alumna la noche antes de su sustentación de tesis. Un jefe le reclamó a una subalterna por no mostrar suficiente esfuerzo y entrega en el trabajo, cuando buscaba otro tipo de entrega. Claudia dijo: en Colombia da status estar *por encima* de la norma, no *dentro* de la norma.

Para Diego cosas en apariencia poco importantes, importan mucho. El carro que hace doble fila para voltear y tranca a los que van a seguir derecho. El dueño del perro que le permite correr sin correa en una ciclorruta y no le recoge las heces.

Justo compartió una escena en la que un reciclador dejó atravesada su bicicleta en la mitad de la vía, con lo que le impedía pasar a un carro; en el momento en que el carro le ‘sacaba el quite’ a la bicicleta, apareció una moto en contravía.

Marta dijo que la normativa le exige al oficial de la ventanilla pública, o al cajero del banco, pedir toda una suerte de papeles que no sirven para nada.

Para Gloria se olvidó valorar el esfuerzo, el avance personal, la familia y la Patria, por darle prelación al valor de las cosas. De un momento a otro, se privilegió sólo tener aspiración de riqueza material lo más rápido posible. Por eso caemos en la cultura del atajo, de la trampa, del todo vale.

Luis Fernando dijo: “No pidan una sociedad igualitaria si cada vez que ven una cola se la saltan”. Varias personas mencionaron el síndrome del vivo, pues deja fuera el juego limpio, y se inculca desde pequeño. Camilo descree de los cambios culturales, a lo Mockus, si antes no hay imperio de la ley.

Jorge pregunta: “¿Por qué la violencia se volvió el recurso más fácil?”. Hay un uso cultural de la violencia para resolver conflictos, disputas, desacuerdos, desde el crimen organizado, claro está, hasta conflictos viales, pasando por el ejercicio de la política.

Cristina dijo: “A mí el rasgo cultural que más me molesta es el de tapar las cosas”. No hablar de frente de los problemas familiares, con todas las letras, del primo calaveras o el tío borracho, por nombrar dos estereotipos. No se habla de Bruno, como en la película Encanto.

Andrés Felipe se quejó del cortoplacismo crónico y la tendencia a hundir al que se destaca. Para Juan Manuel las élites de todo tipo sólo se reconocen a sí mismas. Eso termina en pereza y flojera. David recordó a García Márquez: “La gente se muere más de envidia que de muerte natural”.

Edison acusó a las nuevas generaciones por creer que hay una deuda con ellos. Consideran que tienen muchos derechos pero los quieren sin esfuerzo. Todo gratis.

Jorge usó la alegoría del colegio y escribió que todos compartimos pupitre, y somos a la vez esencialmente “egoístas” y esencialmente “generosos”. Todos diferentes. Pero ve que a las autoridades no les alcanza el tiempo para crear reglas y leyes que nos pongan de acuerdo.

Juanita cuenta que, en días pasados, alguien se quejaba del ruido de unas obras cerca a su casa, de las 8 p.m. a las 6 a.m. Se había quejado con el Instituto de Desarrollo Urbano y la Alcaldía. Ella contó que, durante la reconstrucción de Berlín y Madrid, después de la guerra, algunos ciudadanos protestaron por el caos y el ruido de las obras. Pero un grupo de mujeres tomó un camino distinto para respaldar, apoyar y agradecer a los trabajadores. Organizaron equipos para darles meriendas, café y agua.

Cierro con una paradoja planteada por Juan Manuel, que copió la siguiente frase del autor inglés G. K. Chesterton: “He llamado este libro Lo Que Está Mal En El Mundo, y el resultado del título puede entenderse fácil y claramente. Lo que está mal es que no nos preguntemos qué está bien”. Tal vez sea un regaño por esta pequeña encuesta.

En suma, la vida cotidiana debiera ser un proceso de mejoramiento continuo. Pero también experimenta severos retrocesos. Lamentablemente el progreso social y el mejor comportamiento individual no está garantizado. Nos movemos como un péndulo, a veces para adelante, a veces para atrás. Necesitamos estar constantemente alerta frente a nosotros mismos, para que la suma de nuestros aciertos supere la de nuestros errores. Que nuestros mejores ángeles superen a nuestros demonios, y logremos una mejor vida en comunidad. Felipe recordó la sabia famosa de Hipócrates: si para el cuerpo “la comida sana debe ser nuestra medicina”, para la comunidad el comportamiento sano debe ser la medicina social.

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