El disco que sanó a Juanes
El cantante colombiano lanza ‘Vida Cotidiana’, con el que vuelve a sus sonidos originales. Abrió las puertas de su casa en Medellín para conversar sobre el que, dice, es el disco que preparó toda su vida
El cantante Juanes lleva un sombrero de campesino y camina por las calles de un pueblo de Colombia. Se suma a un corrillo, a un grupo de personas que observan, impávidas, una escena. La rapera Mabiland, vestida de blanco, está moribunda en el suelo y canta con rabia, con violencia. Canción Desaparecida, uno de los nuevos temas del músico colombiano, deja pasmado a un grupo de invitados a su casa en Envigado. Termina y hay silencio, hay algunas lágrimas y también aplausos. El cantante espera la reacción, pero se lo ve relajado, tranquilo. Luego, en la pantalla, aparecen el mar Caribe, su...
El cantante Juanes lleva un sombrero de campesino y camina por las calles de un pueblo de Colombia. Se suma a un corrillo, a un grupo de personas que observan, impávidas, una escena. La rapera Mabiland, vestida de blanco, está moribunda en el suelo y canta con rabia, con violencia. Canción Desaparecida, uno de los nuevos temas del músico colombiano, deja pasmado a un grupo de invitados a su casa en Envigado. Termina y hay silencio, hay algunas lágrimas y también aplausos. El cantante espera la reacción, pero se lo ve relajado, tranquilo. Luego, en la pantalla, aparecen el mar Caribe, su esposa Karen Martínez y suena Juan Luis Guerra. Es Cecilia, que trae otro ánimo.
Son las dos facetas de Vida Cotidiana, el nuevo disco del multipremiado cantante con el que, cuenta luego, se liberó de hits comerciales. Un disco melancólico y también alegre, como la vida misma que navega entre esos estados: y con la guitarra en el centro de todo, como a él más le gusta.
Juanes se pide un tinto frío e invita a sentarse en unas sillas de ratán dispuestas una frente a la otra. El ambiente parece el de un confesionario al aire libre con una ceiba de fondo y algunos mosquitos que no pican al cantante. Él, pelo largo al viento, parece una estampa, como si no le pasaran los 50 años recién cumplidos, ni los más de 20 premios Grammy que ha alzado en su vida. Más tarde dirá que es tímido, que este disco surgió de una profunda crisis. Y cuesta imaginarlo así por su cercanía y queridura, la palabra con la que más lo definen quienes trabajan con él. Cuesta también imaginarlo entonces “descuadernado” en todos los sentidos, como millones de personas durante la pandemia de la covid y, menos aun, inconforme con su trabajo. Pero así estaba.
Pregunta. Ha dicho que este es su mejor disco como músico, intérprete y compositor. ¿Por qué lo considera así?
Respuesta. Me tomé un rato para hacer este disco, diría que toda una vida. Son acumulaciones de experiencias buenas y malas, y de vivir. Haber encontrado estas canciones, que de alguna forma me hicieron curar, grabar los videos con mi familia, es algo que soñé toda la vida. Sobre todas las cosas me siento muy cómodo con la música que estoy haciendo, sentir que no tengo la necesidad de decir “Tengo que ser el número uno” es lo que me hace feliz.
P. Ha hablado también de que algo le faltaba. ¿Qué era?
R. Hice dos discos (Mis planes son amarte y Más futuro que pasado) en los últimos años. Trabajé con amigos de Medellín, pelaos, jóvenes productores, y con otro tipo de sonido que también disfruté, pero que me hizo sentir incómodo porque me salí de mi lugar. Sin embargo, haberlo hecho fue muy positivo porque creo que me ayudó a darme cuenta de que tenía que volver a mi esencia. Y luego vino el covid.
P. ¿La pandemia fue el detonante?
R. En el año del covid (2020) iba a tocar el 14 de marzo en Bogotá. Había terminado de grabar el álbum de covers antes de ese día y ya venía pensando: “Tengo volver con la banda, la guitarra, el rock, con mis cosas, volver al centro”. Pero empieza la pandemia, más mis necesidades personales, más las marchas (protestas), todo lo que estaba pasando en el país fue como un momento en que todo se descuardernó. Se movió el piso, como que estábamos en una quietud y ahí de repente puf, todo se sacudió.
P. Venía con la inquietud de hacer música de “carne y hueso”, como ha contado.
R. Lo que quiero decir con eso es que es muy fácil hoy en día sentarte al frente de la computadora y hacer música. De hecho es lo que más se hace. Si te vas a la lista de Spotify, por ejemplo, ves que apenas un 30% habrá sido tocado por una persona. Lo que más sobrevive es la guitarra, pero ya el resto es cada vez menos.
P. Y ahora con la inteligencia artificial…
R. Sí. Claro que en este momento está pasando un fenómeno con la música regional mexicana, que es toda tocada por gente con sus guitarras presentes, muy interesante. Cuando hablaba de carne y hueso me refería entonces a lo orgánico. Pero eso venía desde antes.
P. ¿Siente que con este disco logró volver a esa raíz?
R. Uno solo está preparado para las cosas cuando le llega el momento. Es como tatuarte, uno dice “Me quiero tatuar”, y aplaza y aplaza. Hasta que llega y mete el brazo y listo, hijueputa. En lo musical sí sentía eso, porque yo viví ahí, crecí ahí en la música, en la banda, con amigos que tocan, que me acompañan, con canciones que suenan en vivo.
P. Está muy presente la guitarra en este disco…
R. Jamás he dejado de tocar la guitarra, ni en mis conciertos, pero volver otra vez a tener en la cabeza la guitarra, en el centro, ha sido muy emocionante. Si yo les pido algo a los jóvenes es que por favor aprendan a tocar un instrumento, aunque hagan música con samples. No saben la dimensión que tiene para la vida.
P. En este disco aparece mucho la familia, una crisis de pareja. Hay una canción sobre la relación de un padre con una adolescente…
R. Fue demasiado sanador, sinceramente. Sentía que estaba bloqueado. Pensaba: no sé qué escribir si no es de lo que me está pasando. Entonces empecé con el ejercicio de escribir lo que me salía del alma, lo que me daba la gana y muchas eran cosas comprometedoras porque eran personales, de mi vida, de mis hijos, al punto de tener que hablar con ellos y decirles: “Mi amor, ¿te molesta si hablo de esto?”. Mi vida cotidiana son mis hijos, mi casa, nuestros viajes, mis miedos. Es la única forma como yo puedo conectar con la música, si no es como hacer canciones desalmadas y qué pereza. Hacer el hit del hit del momento, no, no. Creo que para mí los hits ahora son esas canciones, pero lo son porque me hacen feliz.
P. Y está el Caribe, Juan Luis Guerra. ¿Qué representa él para usted y en la música latina?
R. Como se lo digo en broma, es como si él fuera el quinto Beatle. Un gran maestro para mí. Es como un niño chiquito que goza con la música, y me encanta eso porque soy igual.
P. ¿Cómo cree que la gente va a recibir este disco? ¿Cómo le gustaría que se entienda o se sienta?
R. Como decía Giovannotti, la música es como el aire, respirala como querás, donde querás. Pero son sentimientos y situaciones muy comunes, de la vida cotidiana, de la relación con mi esposa, con mis pelaos adolescentes y también de mis miedos personales, de cómo me afecta el país de una manera buena o mala, y cómo a través de la música puedo filtrar todo eso y sentirme un poco mejor.
P. Precisamente está Mayo, una canción sobre las protestas que vivió el país y dejaron muertos.
R. En Mayo hablo de una sola Colombia. Siento que dejamos de ser un solo país hace rato, lo mismo que acá en Medellín. De repente, solamente estamos unidos por un partido de fútbol. Creo que hemos llegado a un lugar de encuentro muy teso, donde ni siquiera el bien común es importante. Está todo muy distorsionado y creo que tiene que ver también con las tecnologías, con las redes sociales y con la forma de interpretar la vida y la historia.
P. Después de haber cantado sobre el flagelo de las minas antipersona, ahora habla de los desaparecidos con una canción y un video impactante.
R. Esa canción significa mucho porque durante un par de discos no había escrito nada social. No me salía. No porque hubiera perdido el interés, sino porque a veces uno también tiene derecho a quedarse callado, no lo sé explicar. Pero el año pasado y antepasado empecé a escuchar una cantidad de historias de desaparición. En un encuentro con madres buscadoras, exmilitares y exparamilitares, exguerrilleros, se me estremeció el alma. Y después conecté con mi pasado familiar, el caso de un pariente al que también le pasó eso. Luego me conecté con Juan Mosquera, un amigo poeta que quiero mucho. Más adelante venía el rap y ahí se me apareció Mabiland.
P. Una presencia potente en la canción...
R. Sí. Cuando estaba haciendo la canción yo le decía, “Mira, no quiero meterme en la política, pero yo no te voy a editar. Así que di lo que quieras, tú eres de Quibdó, has vivido una realidad diferente a la mía. Cuenta lo que sientes como lo quieras decir”, y eso fue lo que hizo, ¡un estallido! Una cosa brutal. Me encantó porque la canción tiene una dulzura en la forma como yo la canto y en la melodía, y tiene una rabia en el coro y luego tiene a Mabiland, que la explota.
P. El video no va a pasar desapercibido por lo fuerte.
R. Está inspirado en hechos reales. Es la historia de una niña que iba caminando por su vereda a la escuela y ve corrillo de gente, se acerca a ver qué pasaba y era un amiguito suyo al que habían matado porque supuestamente era guerrillero o paramilitar. Quería representar a la sociedad. Por eso están el cura, el policía, el militar y las personas del pueblo totalmente indiferentes, observando nada más, que es como nosotros hemos estado siempre. Me recuerda también a una época de mi infancia, en Carolina del Príncipe, que una vez llegaron con un hombre descabezado y lo pusieron ahí como en una morgue improvisada. La gente pasaba y no decía nada. Ahora entiendo que no era indiferencia sino miedo lo que siempre nos paralizó.
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