Alelí Chaparro, el primer ‘abogade’ de Colombia: “Si mando un derecho de petición, espero que me contesten como señore”
La Universidad del Rosario expide un título que reconoce la identidad de género no binaria de uno de sus estudiantes
Alelí Chaparro, que se identifica como una persona no binaria, cree que es importante distinguir entre un diálogo relajado y una comunicación formal. En situaciones como esta entrevista en un local de té de Bogotá, o con amigos, no tiene inconvenientes con cualquier pronombre: le es indistinto si es “él”, “ella” o “elle”. En cambio, espera otra cosa de parte del Estado o de su universidad. De ellos sí exige que reconozcan explícitamente su identidad de género, que no es ni hombre ni mujer: “Si mando un derecho de pet...
Alelí Chaparro, que se identifica como una persona no binaria, cree que es importante distinguir entre un diálogo relajado y una comunicación formal. En situaciones como esta entrevista en un local de té de Bogotá, o con amigos, no tiene inconvenientes con cualquier pronombre: le es indistinto si es “él”, “ella” o “elle”. En cambio, espera otra cosa de parte del Estado o de su universidad. De ellos sí exige que reconozcan explícitamente su identidad de género, que no es ni hombre ni mujer: “Si mando un derecho de petición, espero que me contesten como señore”. Por eso ha tenido la determinación de que su universidad cambie la “a” o la “o” por una “e” en su título como abogado. Y ha tenido éxito: desde el jueves es el primer “abogade” de Colombia.
Las imposiciones de “ser hombre” estuvieron toda su vida, pese a que nunca sintió ninguna conexión con esa denominación. Alelí recuerda que en su colegio masculino y religioso en Bogotá se inculcaba la figura del “hombre proveedor”: se hablaba de formar una familia y de ser “cumplidor”. También se fomentaba la competitividad en los deportes, incluso si esto desembocaba en alguna agresión, y una forma particular de seducir al género opuesto. “Se me había enseñado a levantar mujeres”, relata. Había que “ser detallista”, respetar reglas de “caballerosidad” y ser sexy de un modo particular. “Cosas como alzar los brazos y bostezar, mostrar el cuerpo. No sé, cosas raras”.
La identidad de género, sin embargo, no era algo con lo que Alelí tuviera contacto en la secundaria. “Me entendía como una persona bisexual y hasta ahí”, comenta en referencia a su orientación sexual. Tuvo novias por fuera del colegio y relaciones sexuales recurrentes con compañeros de clases. La diferencia era que con ellos no había un componente romántico. Según recuerda, algunos afirmaban que evitar los sentimientos era necesario para mantenerse heterosexual. “Si no nos queremos, [tener sexo] no es tan gay”, decían. Él, en cambio, asumía su bisexualidad pero no imaginaba a un hombre como pareja.
No binario
La denominación como “no binario” llegó tiempo después, cuando tenía 20 años y estudiaba Derecho en la Universidad del Rosario. Aunque la carrera era “muy masculina”, encontró su lugar en el equipo de debate. “Tuve de tutora a una mujer impresionante que amo. Entre otras cosas que me tenía que enseñar, como economía política, me expuso a temas de género y feminismo. Me permitió entender mejor”, cuenta. “Conocí el término [de no binario] y me di cuenta de que encajaba”.
Las sesiones de debate no reflejaban la realidad en el resto de la universidad. Alelí señala que las clases de Derecho a veces eran un lugar hostil para los estudiantes LGBT. Un profesor, al que eventualmente echaron, hablaba de los transexuales como “personas confundidas”, aparte de “generaciones perturbadas”. Otra docente se negaba a reconocer que el sistema de salud colombiano fuera excluyente hacia las disidencias sexuales. Cuando Alelí la confrontó, ella minimizó la situación: “Eso es problema tuyo, ¿no crees?”.
En 2019, ya cerca de graduarse, la estudiante se acercó a averiguar sobre cómo se podía hacer para que su título reconociera su identidad no binaria y el nombre con el que se identificaba. La respuesta fue que solo se podía expedir con lo que dijera la cédula de identidad. Entonces, fue a una notaría, donde se negaron a hacer el cambio. “Si usted me dice que no se puede, voy a hacer que se pueda”, reaccionó. Poco después, vino la pandemia de covid-19 y todo quedó pausado por un tiempo. Finalmente, logró el cambio tras una demanda de tutela contra la Registraduría.
Cuando Alelí ya tuvo su nuevo nombre, la denominación masculina o femenina del título se volvió un nuevo obstáculo. Pero el camino era más fácil: la Universidad del Rosario había cambiado sustancialmente. Flora Rodríguez, una mujer trans, ahora era coordinadora del Centro Rosarista de Diversidad, Equidad e Inclusión. Tanto ella como Luz Ángela Díaz, directora de la Dirección de Permanencia y Éxito Estudiantil, estaban determinadas en avanzar en políticas de inclusión hacia la población LGBT. Para ellas, el caso de Alelí se volvió una oportunidad para marcar un cambio.
Flora Rodríguez explica por videollamada que la jurisprudencia de la Corte Constitucional ha reconocido cuatro géneros en Colombia y que esto ha generado una “obligación” a la universidad de adaptarse. Sin embargo, la funcionaria también comenta que las instituciones del Estado han tardado en armonizarse: el Ministerio de Educación todavía les pregunta cada año cuántos “hombres” y “mujeres” se gradúan. Por eso, la universidad ha aprovechado para tomar una postura más activa. Tras consultas con el Ministerio, quedó en claro que la institución estaba facultada para añadir “abogade” como una denominación más del título universitario en Derecho.
Luz Ángela, Flora y Alelí recuerdan que hubo un debate sobre si emplear un término neutro como “profesional en Derecho”. Las tres, sin embargo, enfatizan en que la “e” tiene una importancia especial. Para Flora, era una “decisión pedagógica y política” que valoraba la particularidad de los no binarios, como en su momento se hizo con la “a” para las mujeres. “Forma parte de reconocimiento de su dignidad”, afirma. Tanto ella como Luz Ángela ahora están determinadas en revisar los títulos de otras carreras y en que el “hito” se traduzca en aulas más inclusivas.
“Soy una persona muy determinada”
Alelí duda cuando se le pregunta sobre cómo se describe a sí misma: dice que no quiere “saltarse campos de humildad”. No obstante, comenta finalmente que es “una persona muy determinada, muy intensa”. Y rechaza cualquier tipo de asociación con ser “hombre” o “mujer”. Desea “cuidar” a otras personas, algo que usualmente la sociedad impone a las mujeres. Pero también es crítica con esa imposición: “Primero quiero estar pendiente de mí mismo y cuestionar los roles tradicionales de femininidad”.
El ahora abogado reafirma, hacia el final de la conversación con este periódico, que nunca se sintió identificado con ningún tipo de modelo de “ser hombre”: ni buen deportista, ni padre de familia, ni fraile. Tampoco pensó nunca en si era mujer. Sin embargo, considera importante respetar a las personas que sí construyen sus identidades con esos modelos tradicionales: “No puedo cuestionar a otros [que las eligen]. El problema es cuando esas normas se imponen, cuando se le castiga socialmente a quien no las cumple”.
Todavía hay mucho por hacer. Alelí, que está comprometida con un “enfoque de género” en el Derecho, cree que más personas como ella deben llegar a cargos directivos en instituciones: “Si Flora no hubiera estado [en el Rosario], hubiera sido más complicado”. Mientras, está contento con un título universitario que reconoce su identidad: “Conferimos (...) a le precitade alumne el carácter y título de abogade con todos los derechos, honores y preeminencias propios de los maestros de nuestro claustro”.
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