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“Estoy enojada con mi presidente”: los votantes de Trump en Florida afrontan los efectos de sus políticas a un año de las elecciones

Golpeados por los recortes, la agenda migratoria y un cierre de Gobierno sin final a la vista, quienes apoyaron al republicano en las elecciones de 2024 sienten una mezcla de culpa, rabia y desconcierto

ICE, Florida
Abel Fernández

A un año de las elecciones que dieron a Donald Trump la llave de la Casa Blanca por segunda vez, muchos votantes latinos de Florida que apostaron por él y sellaron sin lugar a dudas el estatus del Estado como bastión republicano, hoy cuestionan su decisión. El discurso de prosperidad económica y orden que lo elevó a la presidencia y ha continuado desde que ocupa el Despacho Oval, choca con una realidad que no ha mejorado para algunas de las familias más desfavorecidas. Con el paso de los meses, la frustración y el arrepentimiento han crecido entre aquellos que hoy enfrentan una realidad marcada por el creciente costo de la vida, los recortes sociales y una agenda migratoria que ha desgarrado a la comunidad hispana.

A lo largo y ancho del Estado, el desencanto en las palabras de residentes, dueños de negocios y activistas comunitarios se hace palpable ante la interrupción en las ayudas del Gobierno como resultado del cierre de la Administración federal sin final a la vista, el alza imparable en los alquileres, y la persistente inflación. Aunque dos jueces han opinado que el Gobierno debe continuar financiando una de las ayudas cuya suspensión estaba prevista para el 1 de noviembre, es probable que los 42 millones de estadounidenses que dependen del Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP, por sus siglas en inglés) para poder comer, reciban las prestaciones incompletas o con retrasos. Si es que el Gobierno acata la orden de las cortes.

Las consecuencias de esos retrasos, o la posible cancelación del programa, se sentirán especialmente en el condado Miami-Dade, donde el giro del voto latino de demócrata a republicano fue clave para el triunfo trumpista el año pasado. Aquí, según cifras de la alcaldía, unos 215.000 hogares en Miami-Dade (cerca del 24%) dependen de SNAP, una de las tasas más altas de beneficiarios del país. Esto representa más de medio millón de personas.

Alexis Maria, madre soltera de 35 años nacida en West Palm Beach que trabaja como asistente médico, es uno de ellos. La estadounidense dice que votó por Trump porque pensó que tendría un mejor líder. “La última vez que Trump fue presidente, gané más dinero que nunca en mi carrera. Los precios eran bajos. La gasolina era barata. Recuerdo haberme ido de vacaciones. Las tasas de interés eran más bajas. Ahora todo está fuera de control. Ni siquiera puedo pagar el aire que respiramos. Ahora veo que tomé la decisión equivocada”, apunta.

Maria recibe cupones de alimentos desde que nació su primer hijo. Tiene dos, uno de 12 años y otro de 6. “El Gobierno es la razón por la cual hemos podido comer la mayor parte del mes, y la otra mitad, estoy contando centavos para sobrevivir, con los precios de los alimentos y el alquiler”, dice. La madre está preocupada por el anuncio de que SNAP quedaría suspendido a partir de este sábado, aunque dos jueces le han dado un respiro, siempre y cuando el Gobierno no ignore los tribunales. Si no, con el alto costo de los alimentos y sin cupones, sus hijos “no tendrán qué comer”.

La mujer asegura que ha estado buscando información sobre lugares donde hacen donaciones de comida, como iglesias y organizaciones de ayuda, e incluso ha tenido que faltar al trabajo para poder ir a buscar alimentos. “Ahora necesito ir tres veces por semana para alimentar a mi familia, y las filas cada semana han sido más largas. Esto resume por qué estoy enojada con mi presidente. Sus decisiones ahora están afectando a la clase baja y media. Solo benefician a los ricos”, opina.

Casos como el de Maria ilustran cómo los sistemáticos recortes federales, encarnados por el Departamento de Eficiencia Gubernamental (el famoso DOGE impulsado por Elon Musk en los primeros meses de la Administración), y el cierre del Gobierno, que ha cumplido un mes este sábado, afectan directamente a los ciudadanos. El Congreso no ha logrado ponerse de acuerdo para aprobar el presupuesto del nuevo año fiscal, que comenzó el 1 de octubre.

En el Congreso, los legisladores demócratas están presionando para que el presupuesto incluya una extensión de los subsidios del Obamacare, o ACA (Ley de Cuidados Asequibles), aprobados durante la pandemia, que reducen el costo de los seguros médicos, y están a punto de vencer; también piden revertir recortes a Medicaid, el programa de salud pública para personas mayores, con bajos ingresos o discapacidad. La Administración Trump y prácticamente toda la bancada republicana se han mantenido firme en el mensaje que culpa exclusivamente a los demócratas de la suspensión del Gobierno, acusándolos falsamente de querer dar sanidad gratuita a inmigrantes indocumentados.

Con ello buscan ganar la batalla de la opinión pública, aunque las encuestas apuntan a que no está funcionando. Las demandas que luego llevaron a las sentencias sobre el programa de asistencia alimentaria han sido otro duro golpe a los argumentos del Gobierno, pues refutan la idea de que está completamente maniatado por los demócratas.

Pero la política real no suele ser tan blanca y negra, menos aún en Florida. Así que mientras los partidos se acusan mutuamente por el estancamiento que está a punto de convertirse en el periodo más largo en el que el Gobierno ha estado cerrado, algunos votantes como Erick Pita, un cubano de 51 años que lleva 20 en Estados Unidos, coinciden con la visión de los republicanos. “La culpa es de los demócratas, que están usando las dificultades de la población como una herramienta de presión para conseguir algo que desean políticamente”, opina. Él no recibe cupones de alimentos, pero sus padres sí.

“Yo no voté por nada de eso”

Otros, en cambio, centran sus críticas en la falta de acción concreta desde ambos bandos. Vanessa Brito, una analista electoral y activista comunitaria de Miami de 42 años que ha estado informando a través de sus redes sociales sobre lo que supondría el fin de los beneficios de SNAP, dice que ambos partidos políticos “están más preocupados por cómo ganar la próxima elección que en ayudar” a quienes lo necesitan, a quienes se han visto afectados por las políticas de esta Administración. Brito ha sido consultora política para ambos partidos, pero dice que ha decidido enfocar su experiencia en comprender mejor a los votantes y asesorar a las campañas sobre cómo comunicarse de forma más efectiva con ellos.

“Es evidente que [las personas] están confundidas y muchos no parecen culpar directamente a la Administración actual, pero tampoco se apresuran a culpar a los demócratas. La ira y el miedo dominan, lo cual despolitiza todo. Para un condado como Miami-Dade, que tiene una de las concentraciones más altas de personas mayores que reciben SNAP —en su mayoría hispanos—, eso es muy revelador”, indica Brito. “Un impacto económico directo genera ira y miedo, y eso crea un espacio en el que los votantes o residentes buscan apoyo de quien sea que pueda ofrecérselo. En este momento, no les importa quién tiene la culpa. Les importa que los políticos de ambos partidos están más enfocados en enfrentarse entre ellos que en ayudarlos”.

Entre sus seguidores hay historias personales que reflejan angustia y arrepentimiento. Uno de ellos es Michael Lyras, estadounidense de 44 años, quien vive en el condado Volusia, cerca de Orlando, en el centro de Florida. Lyras estudió consejería en adicciones en la universidad pero actualmente está discapacitado y recibe cupones de alimentos. Votó por Trump “las tres veces” pero asegura que está disgustado por cómo van las cosas: “Me arrepiento enormemente de mi último voto”.

“Era necesario hacer cambios, pero no de esta manera, sacrificando nuestros derechos y libertades civiles que están consagrados en nuestra Constitución”, añade Lyras. “Está convirtiendo esto en un estado policial y está actuando como un autoritario. Yo no voté por nada de eso”.

Para algunos votantes, el golpe definitivo ha sido ver a vecinos o seres queridos atrapados en una maquinaria de deportación que consideran injusta. Sienten una mezcla de culpa, rabia y desconcierto.

El cubano Pita dice que está “decepcionado” por la agenda migratoria de la Administración Trump, que considera “una manipulación política republicana”. “Si dices que vas a deportar a todos los delincuentes, hasta los migrantes, como yo, están felices con eso. Por eso el voto latino se orientó hacia Trump. La gente estaba de acuerdo con lo que le estaban diciendo en la campaña, que era: ‘Voy a salir de todos los delincuentes’. Pero lo que está haciendo es otra cosa, muy cruel y muy mal, y lo van a pagar caro”.

Noviembre fue la primera vez que Pita votaba por Trump. “No me gusta Trump, ni su forma, ni sus ideas. No es presidenciable en el sentido de la norma ni la etiqueta, pero veía horrible a la Administración anterior, lo que había estaba muy mal y el país iba por un mal camino”, explica, en referencia al Gobierno del demócrata Joe Biden.

Pero no todos los votantes republicanos se sienten decepcionados. Algunos, como Kimberly Delgado, de 28 años, mantienen su apoyo al presidente a pesar de las dificultades a las que se enfrentan. “Lo que me motivó a votar por Trump fueron las leyes migratorias que estaba implementando, y también porque los últimos cuatro años con los demócratas en la presidencia fueron un desastre”, explica.

Delgado, residente de Weston, al noreste de Miami, dice que aunque ella trabaja en una funeraria y su esposo también trabaja a tiempo completo, no les alcanza para alimentar a sus dos hijos, y desde hace cuatro años reciben sellos de alimentos. Delgado, quien nació en EE UU de padres cubanos, asume que la situación con el cierre del Gobierno va a ser difícil para muchos como ellos, que trabajan a tiempo completo, y aun así, por el alto costo de la vida, necesitan la ayuda.

Reacción local

La alcaldesa de Miami-Dade, la demócrata Daniella Levine Cava, hizo un llamado esta semana a los congresistas de Florida para extender los subsidios federales de salud y utilizar fondos de emergencia para “programas vitales como la alimentación, vivienda y servicios de salud”.

La congresista republicana de Miami María Elvira Salazar, que representa al Distrito 27, que incluye una vasta área de Miami-Dade, copatrocinó un proyecto de ley, Keep SNAP Funded Act, que, tal como han ordenado los dos jueces este viernes, abogaba por usar fondos de emergencia para financiar el programa de ayuda alimentaria.

A la vez, los principales bancos de alimentos y organizaciones sin fines de lucro del sur del Estado —como Feeding South Florida, Farm Share y United Way— han intensificado distribuciones de comida y campañas de donaciones. Lo mismo han hecho decenas de bancos de alimentos más pequeños e iglesias se han preparado para un aumento en la demanda.

Brito opina que, aunque la Administración sea republicana, en el fondo ambos lados del espectro político son responsables de la crisis actual, y que las personas más vulnerables son las más afectadas. El resultado, más que repudio o apoyo a cualquier lado, parece estar siendo la apatía. “Un partido va al extremo, y el otro responde al otro extremo, mientras la mayoría de la gente se siente como mendigos políticos. A los dos partidos se les olvidó que la gente se mata trabajando simplemente para sobrevivir”.

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Sobre la firma

Abel Fernández
Es colaborador de EL PAÍS en Miami, donde cubre temas de diásporas, inmigración y comunidad hispana. Ha trabajado como reportero y editor en El Nuevo Herald, Miami Herald y Voz de América. Fue director de Digital y Redes Sociales en Martí Noticias. Estudió Periodismo y obtuvo una maestría en Comunicaciones en FIU.
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