Estados Unidos es hoy más seguro que hace un año: el crimen baja a pesar de la percepción general
Un estudio muestra que la tasa de delincuencia grave ha disminuido en todo el país este año, en contra de la percepción de la población y el discurso del Partido Republicano
El crimen violento en Estados Unidos se ha reducido este año, pero en época electoral puede ser más útil ignorar ese dato. El 58% de los votantes en Estados Unidos cree que reducir el crimen debería ser una de las mayores prioridades del próximo gobierno y la cuestión suele estar entre las que más preocupan a los ciudadanos. Así que las tendencias más recientes, publicadas con datos del FBI y de la asociación de jefes de policía de ciudades principales, deberían ser una noticia tranquilizadora. Sin embargo, la imposibilidad de determinar las causas exactas para la reducción de crímenes violentos convierte en inmune a las cifras la percepción de la delincuencia, que sigue al alza, y el discurso y debate político sobre el tema, ya que los datos se pueden usar para apoyar casi cualquier tesis.
Hace unos días el Major Cities Chiefs Association (MCCA) publicó sus estadísticas sobre crimen violento —donde están incluidos el homicidio, la violación, el robo armado y la agresión con agravantes— para los primeros seis meses del año. A nivel general, los datos reflejan un declive del 6% comparado con el año anterior en las 69 ciudades que cubren, con reducciones generalizadas en casi todas. Si bien Columbus, en Ohio, fue la ciudad con la mayor disminución, con un 41%, Washington y Miami, tradicionales focos de crimen, vieron bajadas del 29%. En cuanto a los homicidios, cayeron un 17% en promedio, con Boston y Filadelfia a la cabeza con 78 y 42% menos homicidios respectivamente.
Para David Kennedy, profesor de justicia criminal en la John Jay College of Criminal Justice de Nueva York y director del National Network for Safe Communities, las cifras son indudablemente muy positivas; aunque señala que la realidad del crimen es que suele ser un fenómeno local, por lo que los datos nacionales no dan muchos indicios de lo que puede haber detrás. “En un lugar como Estados Unidos, la historia nacional de la delincuencia violenta es en realidad una de muchas historias locales de delitos violentos. Las ciudades no siempre avanzan juntas. Pero esta mejora en muchas ciudades es suficiente para mostrar una decidida mejora nacional. Lo más importante es que está ocurriendo, es real, y es, por supuesto, una muy buena noticia”.
Para poner el descenso en contexto, hay que entender también que con la pandemia se dio un significativo aumento en la delincuencia a nivel nacional. El descenso actual, dice Kennedy, es un regreso al status quo previo a la covid. “Hay un sinnúmero de personas que dirán que esto sucedió por la interrupción de importantes servicios públicos durante la pandemia, o porque gran parte del periodo coincidió con las protestas contra la policía tras el asesinato de George Floyd que obligó a trasladar servicios y atención de comunidades donde se concentraba la violencia. También hubo grandes aumentos en la compra de armas de fuego y el país está en medio de la más reciente fase de una epidemia nacional de opioides. Podría seguir, hay muchos de estos factores”. Sin embargo, todas estas se quedan en meras teorías, no hay suficiente información disponible para confirmar o desmentir ninguna.
Esto significa que, por lo menos a nivel político, y especialmente durante unas elecciones presidenciales en las que es un tema central para tantos, la percepción del crimen violento es más ilustrativo que las tasas en sí: lo que piensen los votantes de la realidad es más importante que la realidad. Y si bien durante un par de años, desde la irrupción de la covid y los confinamientos hasta la actualidad, las tasas de delincuencia violenta han aumentado a la par que la percepción de inseguridad, ahora van en direcciones contrarias. Esta paradoja ha sido la norma desde que a inicios de los años noventa comenzara el “gran declive de la delincuencia”.
En Estados Unidos Donald Trump ha desplegado la maniobra desde su irrupción en la política hace casi una década. Su marca personal ha sido la de ligar un supuesto crimen rampante y en constante ascenso a la inmigración “descontrolada”. Un par de hechos cometidos por migrantes son suficientes para ilustrar el punto. Sin embargo, señala Kennedy, este es precisamente de los pocos argumentos que se pueden refutar de manera confiable.
“La gente simplemente dice ‘esto es lo que está pasando y esto es lo que significa’ y no hay las bases para tener una discusión rigurosa y medir la verdad de esas posiciones. No obstante, en ocasiones es más fácil decir lo que no está sucediendo. Y, de hecho, hay investigaciones muy fuertes y consistentes que dicen que las poblaciones inmigrantes recientes son dramáticamente más seguras que comunidades estadounidenses establecidas. Las tasas de violencia y otros tipos de criminalidad son mayores en comunidades nativas que en lugares donde ha habido inmigración legal e indocumentada reciente. Lo sabemos, la información es muy clara al respecto”, explica Kennedy.
Esta situación ha obligado al partido demócrata a mostrar que no le tiembla mano, que también puede ser tough on crime —un eslogan de campaña casi obligatorio que viene a significar mano dura con el crimen. Sin embargo, con Kamala Harris como candidata presidencial y su pasado como una fiscal general de California, cuando escribió un libro titulado Smart on Crime (Inteligente con el Crimen), los republicanos la están buscando retratar como soft on crime, es decir, ligera con el crimen.
Este viernes el gobernador de California precisamente pasó un paquete de diez nuevas leyes que buscan atacar robos a comercios y propiedades, facilitando la persecución de atracadores y ladrones de autos, a la vez que aumenta las penas para quienes revenden objetos y productos robados. Y una encuesta del LA Times indica que un 56% de californianos, en teoría una de las poblaciones más progresistas del país, apoyarían una propuesta que se someterá al voto en noviembre y daría sentencias más severas para casos de reincidencia de robo y delitos que involucren fentanilo. Hay más apoyo para esta medida que para otras dos que aumentarían el salario mínimo y fortalecerían los límites al alquiler.
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