El día que el payaso lloró
Jerry Lewis escribió, dirigió y protagonizó esta ignota película en 1972 y, tras verla en la sala de proyección, decidió que aquello no se estrenaba
Quizás no les suene Kibris, película española sacada de la circulación por sus propios autores y que unos pocos arqueólogos del cine (unas diez personas) han podido ver. Las brumas del misterio envuelven esta cinta, pero la niebla que rodea a El día que el payaso lloró nunca se despejará. Jerry Lewis escribió, dirigió y protagonizó esta ignota película en 1972 y, tras verla en la sala de proyección, decidió que aquello no se estrenaba.
Que un autor ...
Quizás no les suene Kibris, película española sacada de la circulación por sus propios autores y que unos pocos arqueólogos del cine (unas diez personas) han podido ver. Las brumas del misterio envuelven esta cinta, pero la niebla que rodea a El día que el payaso lloró nunca se despejará. Jerry Lewis escribió, dirigió y protagonizó esta ignota película en 1972 y, tras verla en la sala de proyección, decidió que aquello no se estrenaba.
Que un autor —máxime uno como Jerry Lewis— decida no estrenar su propia película es un síntoma de desastre, y también la forma de evitar un descrédito mortal para su carrera (¿habrá hablado Paula Vázquez públicamente sobre Kibris?). Jerry Lewis es para gente de su generación o para amantes del café para los muy cafeteros. Un humor para los que ríen con Abbott y Costello (¿Han visto Las minas del rey Salmonete?) y se tronchan con Louis de Funès. Humor de trompazo y chiste tonto.
Pero ¿qué pasa cuando un payaso pasa de querer hacer reír a hacer pensar? ¿Qué pasaría si Los Payasos de la Tele quisieran ser Charlie Rivel? Un payaso puede enternecer o hacer el drama más increíble (como Fofito en Balada triste de trompeta, o Raphael interpretando la canción homónima en Sin un adiós). Pero, ay de ellos como salga mal. Pasar de la más conmovedora escena a convertirse en ese payaso llorón de los cuadros de nuestra infancia, en el arlequín triste de los tenebrosos bares de la post Transición. Ser un payaso, lejos de ser un demérito o un injusto improperio, es un oficio de gran mérito y alto riesgo.
En junio de 2024 se cumplió el plazo que marcó Jerry Lewis para que se liberara El día que el payaso lloró, nunca estrenada pero cuyos materiales se custodian en The Library of Congress: el guion, los brutos, 106 minutos de audio, y material del making of. Es decir, los planos de esa película maldita. Me gusta imaginar a Jerry Lewis en 1998 viendo los Oscar, con esa divina y elengatísima Sofía Loren diciendo “Robeeerto”, mientras Begnini salta las sillas para recoger el galardón por algo que, sobre el papel, no está tan lejos del proyecto de Lewis. Su película será para siempre una isla ignota del séptimo arte, una playa a la que ni el más valiente de los aventureros llegará jamás. ¿Qué científico loco hubiera logrado tal hazaña? Solo un payaso. Ni más, ni menos.