Gala 6 de ‘Operación Triunfo’: la expulsión más feliz y la nominación más inesperada
Las nominaciones fueron tan desconcertantes como el anuncio de la gira, el verdadero medidor de popularidad de cada edición, mucho más que los clics o los visionados
¿Puede haber una canción más feliz que Make Your Own kind of Music? Según la neurociencia, sí: Don’t Stop Me Now de Queen, por ejemplo, o Livin’ On a Prayer de Bon Jovi. Un tema que realmente va de huelgas, sindicatos y deudas; mucha batería épica, pero la letra es más deprimente que si la hubiese escrito Ismael Serrano durante el Blue Monday. En esa lista, elaborada en la Universidad de Groningen, no se incluye la canción grupal que abrió la sexta gala de OT, de nuevo con fallos de sonido alarmantes. Por momentos sonó como un transistor con las pilas agotadas, una de esas analogías que a muchos les sonará como si hablase de arcabuces y mosquetes.
Es una lástima que eligiesen la versión de la cantante y actriz Paloma Faith y no la de Cass Elliot, la envolvente voz de The Mamas and the Papas, cuya trágica historia siempre tiene relevancia. Hace seis décadas, ella ya sabía lo que era el body shaming y el hate del que esta semana les habló Cepeda. ¡Cepeda! Escribo su nombre y siento que hablo de mosquetones y arcabuces, tempus fugit. El hit de Elliot fue recuperado hace un par de años por TikTok porque a veces las redes sociales también sirven para hacer el bien. Lo puntualizo porque esta semana el abuso de lo digital ha recibido severas amonestaciones. Por parte del Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, Byung-Chul Han, que en su discurso afirmó que las redes sociales “nos aíslan, nos vuelven agresivos y nos roban la empatía”, y también de Rafael Argullol, que ha señalado algo relevantísimo, todo lo que dice lo es, y obvio: Internet y el teléfono móvil eran dos instrumentos estupendos, pero el drama llegó cuando se cruzaron. Hemos cedido tanto terreno a lo digital, que esta semana viví como una pequeña victoria poner la hora correcta en hora el único reloj analógico de la casa. Sentí una punzada de orgullo al comprobar que había una máquina que todavía me necesitaba.
La inyección de optimismo con la que se abre cada gala es el preludio al duelo final que decide quién abandona la Academia. Lucía Casani cantó con toda el alma Tu falta de querer de la chilena Mon Laferte y Max cantó con todo el Broadway un tema del musical Dear Evan Hansen, el You will be found de Ben Platt (el adorable mago de Dando la nota, la mejor trilogía después de El padrino).
Paradojas
Se fue Max, algo realmente justo, creo; pero, paradójicamente, ya lo añoro. Es imposible no echar de menos la paz que irradia. Max es el soma de Un mundo feliz hecho humano; su mirada te alinea los chakras. Transmite tanta bonhomía que hasta su expulsión fue atípica; parecía el menos afectado y no desde la falsa humildad, sonaba realmente sincero. Consoló a todos con una frase personalizada, porque lleva mucho Broadway dentro, pero también un coach motivacional en potencia, y abandonó el plató con una reverencia tan elegante como todo él. Esto va a ser más duro cada vez porque, como nos recordó Chenoa, estamos llegando al ecuador del programa y ya apetece que los dejen a todos dentro, que no salgan nunca, como los invitados a la cena de El ángel exterminador.
Crespo, para quien muchos piden una nominación que ayer no mereció, derrochó entusiasmo interpretando el Can’t Hold Us de Macklemore y Ryan Lewis. Esta es la canción más omnipresente de 2013 y un número complicadísimo que mezcla rap, melodía y un movimiento de bullarengue que dejaría exhausta a Patry Jordán.
Mucho más relajada fue la actuación de Guille Toledano, la persona con más autoconfianza de la Academia, y Claudia, afianzadísima en el programa después de haber sido nominada en la primera gala. Que Manu Guix acompañase al piano anunciaba temazo, pero se quedó en temita, quizás porque, a pesar de la entrega de Claudia, Toledano parecía cantarse Dos gardenias a sí mismo, su verdadero gran amor, pero al jurado le pareció correctísimo y lo invitó a cruzar la pasarela. A mí no me lo pareció tanto; será que tiendo a sentir rechazo por cualquiera que presente con una ceja partida que no venga justificada, por un parte de lesiones. Leo que esa moda tan cansina es una “forma de expresión individual y rebeldía, especialmente en la cultura joven actual”, y me pregunto cómo puede ser individual y rebelde algo que hacen dos de cada tres adolescentes individuales y rebeldes. Querer ser distinto siendo igual, seguro que Byung-Chul Han también tiene una opinión sobre ello.
A Laura Muñoz y María Cruz les tocó ser la Rihanna de Diamonds y recibieron una nominación doble porque, supuestamente, faltó química entre ellas, algo que el jurado no detectó en la actuación de Toledano y Claudia, donde no hubo “química” ni “entre” ni “ellos”. La nominación fue a la “actuación en conjunto”, en palabras de Leire Martínez.
Lo mismo sufrieron Olivia y un Guillo Rist al que en todas las galas le visten con un toque dickensiano que parece que va a venderte el Daily News por un chelín en un callejón de Piccadilly Circus. Pero es que El principio de algo, el dueto de La La Love You y Samurai, es una canción para desmelenarse en el karaoke o mandar indirectas a tu objeto de deseo en una story de Instagram, pero no para lucirse vocalmente en un escenario. Hay temas con los que es imposible, por diva que seas. ¿Podría Adele emocionarnos con El venao? ¿Ponernos Billie Eilish los pelos como escarpias con La salchipapa? Pues tal vez sí, y además ahora necesito escucharlas. A veces el destino de un concursante está marcado desde la asignación del tema. Mejor suerte corrieron Tinho y Téyou, que cantaron Agua de Jarabe de palo. Tinho, siempre la persona a la que más ojeriza le tiene el equipo de vestuario, iba vestido como la versión soviética del Sonny Crockett de Corrupción en Miami, pero dudo que le importase. Ayer, el día antes de su cumpleaños, quería ser favorito, no por llevarse el cariño de toda esta gente, sino por llevarse los tres mil euritos del premio, y como los espectadores de este año responden a los llamamientos mejor que un cuartel militar de Pyongyang, una hora después los sueños del gallego se hacían realidad. El fandom de este año es un mandao.
No fue la favorita de la noche, pero sí la de quien esto escribe, Cristina, que interpretó Je me casse de Destiny, canción que juraría no haber oído nunca, pero resulta que sí, ya que fue la que representó a Malta en Eurovisión en 2021. Como Cristina es hiperfán del concurso, estaba entusiasmada y su actuación lo transmitió. Cuando estaba a punto de anotar que parecía una artista invitada, aparecieron Ana Mena con su acento de algún lugar imaginario, tal que Genovia, y Abraham Mateo, haciendo patente la diferencia. Qué presencia escénica y vocal, la del jurado y la cantante y actriz. Nuestra Zelig. Como el personaje de Woody Allen, según la época, lo mismo tira a Lola Índigo que a Bad Gyal. ¿Llegará a Luna Ki? ¿Mutará a Emilia? No puedo esperar a su siguiente fase.
Con cuatro nominados ante sí que podrían estar entre los finalistas (Guillo, Olivia, María Cruz y Laura), los profesores salvaron a Guillo Rist. ¿Pero qué hace Guillo Rist nominado?, se preguntarían. El premio a la popularidad recayó en María Cruz —y aquí echo de menos que la última pizarra la muestre Regina George porque algo que hemos normalizado tanto parece parte del guion de Chicas malas—, lo que dejó como las nominadas de la semana a Laura y a una sorprendidísima Olivia. Desconcertante e inesperado. Casi tanto como el anuncio de la gira, el verdadero medidor de popularidad de cada edición, mucho más que los clics o los visionados. La venta de entradas es uno de esos lugares en los que se reivindica el factor humano. Todavía queda alguno.