Pan para hoy y (juegos del) hambre para mañana: polémico rodaje en una reserva de la biosfera en Somiedo (Asturias)
Que se permita grabar una superproducción de Hollywood en una reserva de la biosfera certifica que la principal amenaza del medio ambiente no es el plástico, sino el cortoplacismo y la falta de escrúpulos ante el enriquecimiento rápido
No se menciona mucho, pero en Asturias se está rodando la nueva entrega de Los juegos del hambre. Dirán que no es para parar las rotativas, que en España tenemos vasta experiencia como plató de Hollywood. Hace más de 60 años, Las Rozas ya fue el improbable Pekín en el que pasaron 55 días Charlton Heston y Ava Gardner. Tampoco es novedad en Asturias. ...
No se menciona mucho, pero en Asturias se está rodando la nueva entrega de Los juegos del hambre. Dirán que no es para parar las rotativas, que en España tenemos vasta experiencia como plató de Hollywood. Hace más de 60 años, Las Rozas ya fue el improbable Pekín en el que pasaron 55 días Charlton Heston y Ava Gardner. Tampoco es novedad en Asturias. Los Cuatro Fantásticos se pasearon recientemente por el Palacio de Congresos de Oviedo, uno de esos níveos armatostes de Calatrava, un pufo innecesario que ahora languidece sin uso, pero auditorios, aparcamientos y rotondas nunca faltan en el bingo de la especulación urbanística.
Ver equipos de rodaje no debería sorprender; si en este caso lo hace, y tal vez ese sea el motivo del bajo perfil de las grabaciones, es porque se desarrolla en una reserva de la biosfera, el Parque Natural de Somiedo. “Uno de los últimos reductos donde la naturaleza es pura”, según su web.
Asombra entonces que por ese reducto de pureza trasieguen ahora mismo 300 personas y decenas de coches y camiones, y que sus helicópteros sobrevuelen espacios protegidos donde está prohibido, salvo en casos excepcionales. Y no me parece, y miren que amo el cine, que un rodaje lo sea. Pero se ve que Mister Marshall sigue vivo.
Las protestas de la mayoría de los lugareños han sido tibias, quizás porque han olfateado negocio y la principal amenaza del medio ambiente no son los microplásticos, sino el cortoplacismo. El ansia por los beneficios rápidos y por exprimir recursos que creemos infinitos.
Solo han alzado la voz los ecologistas, esos plastas, y los animalistas, que somos peor todavía. Unos aguafiestas que alertan de los peligros de la contaminación, también la lumínica, provocada por las grabaciones nocturnas. Advierten que el ruido estresa a la abundante fauna de la zona: osos, ciervos, urogallos… Especies delicadísimas, como lo son también su vegetación y sus aguas. Alegan que además es época de cría, a ver si creen que el calor solo nos pone tontorrones a los humanos.
Cuesta entender cómo se han podido conceder permisos para mancillar un entorno al que lo último que le habría que desear es la turistificación. Ya la hay en demasía. Es un destino cotizadísimo para los que lo aprecian como el tesoro natural que es y no porque simule ser un distrito de Panem.
Si en nombre de la codicia sacrificamos los pocos paraísos que nos quedan, tendremos pan para hoy, pero mucha hambre para mañana. Y eso no será ningún juego.