Taylor Swift y el bingo de la indulgencia
Esta semana hemos escuchado a presentadores y tertulianos jactarse de no conocer ninguna canción de Swift y hasta de no saber quién es, como si eso les validase intelectualmente. La ignorancia es legítima, pero no debería lucirse como una medalla
Taylor Swift empezó a construir su leyenda el día que Kanye West subió al escenario de los MTV Video Music Awards mientras ella recibía el premio a mejor video del año y ebrio de ego y Hennessy interrumpió su discurso, le arrebató el micro y bramó que aunque su vídeo era bueno no merecía el premio porque el de Beyoncé era mejor. Dudo que fuese la primera vez que alguien menospreciaba a Swift, pero sí la primera que hubo l...
Taylor Swift empezó a construir su leyenda el día que Kanye West subió al escenario de los MTV Video Music Awards mientras ella recibía el premio a mejor video del año y ebrio de ego y Hennessy interrumpió su discurso, le arrebató el micro y bramó que aunque su vídeo era bueno no merecía el premio porque el de Beyoncé era mejor. Dudo que fuese la primera vez que alguien menospreciaba a Swift, pero sí la primera que hubo luz y taquígrafos.
De esa fecha infame se cumplirán 15 años en septiembre. Swift ha pasado del country al indie-pop y de actuar en Madrid ante 4.000 fans a vender 130.000 entradas para llenar el Bernabéu dos días. Por el camino ha librado una batalla apasionante contra la industria que la ha llevado a regrabar sus discos para recuperar sus propias composiciones. Una gesta que cantarían los juglares de no ser porque fuera del mundo swiftie se la mira con recelo, daños colaterales del triunfo que en ella rozan la parodia, se le recrimina hasta que exponga a sus parejas en sus canciones, como si alguien le hubiese puesto un pero a Layla, Sharona o Marianne.
El fenómeno Swift es sencillo: a muchos, muchísimos, nos gustan sus canciones, pero tiene ramificaciones fascinantes, al menos eso cree Harvard que dedicará un curso a su figura. Los programas pseudo informativos que la han incluido en sus sumarios han preferido quedarse en la anécdota, por eso hemos escuchado hasta la saciedad la historia de la fan que acudirá al concierto con pañal y casi nada del esfuerzo titánico que suponen los más de cincuenta conciertos de tres horas y media que incluye la gira; ver Taylor Swift: The Eras Tour en Disney+ les habría ayudado a entender el fenómeno, o a ignorarlo, cualquier actitud sería más constructiva que la displicencia de la que ha hecho gala la mayoría. Hemos escuchado a presentadores y tertulianos jactarse de no conocer ninguna canción suya y hasta de no saber quién es, como si eso les validase intelectualmente. La ignorancia es legítima, pero no debería lucirse como una medalla.
Los viejos podemos recordar que hace más de 30 años se trataron con idéntico desdén el Blond Ambition World Tour de Madonna y la entrega de sus fans, los tiempos cambian, la condescendencia ante el éxito de una mujer joven, atractiva, talentosa y ¡rubia! —rellenan todas las casillas del bingo de la indulgencia—, no ha perdido un ápice de vigencia.
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