“¿A qué barbaridad juegan tus hijos?”
Los padres que ahora fibrilan ante un personaje gay o no binario en una serie infantil se criaron con el ‘gender fluid’ ‘Ranma ½' o el hermafrodita Baron Ashler de ‘Mazinger Z’ sin que les ocasionase trauma alguno
Vi la última entrega de Guardianes de la Galaxia entre el acongojo y la esperanza. Lo primero, por su alegato contra la experimentación con animales. A lo segundo me llevó fabular que, si su mensaje calase en cada infante, acabaríamos con el maltrato animal en una generación. No tardé en salir del error: por mucho que algunos den la paliza, los niños no hacen lo que ven en televisión. A pesar de tanta sobreactuación, El juego del calamar no diezmó los colegios, tampoco consta qu...
Vi la última entrega de Guardianes de la Galaxia entre el acongojo y la esperanza. Lo primero, por su alegato contra la experimentación con animales. A lo segundo me llevó fabular que, si su mensaje calase en cada infante, acabaríamos con el maltrato animal en una generación. No tardé en salir del error: por mucho que algunos den la paliza, los niños no hacen lo que ven en televisión. A pesar de tanta sobreactuación, El juego del calamar no diezmó los colegios, tampoco consta que los párvulos hagan malabares con su pene tras ver Juan Pilila. Más que con la temática, se quedan con los colorines. La mayoría de los adultos no vamos mucho más lejos.
No piensan así los padres enardecidos por un bisonte que se define como no binario en la serie infantil de Netflix Ridley Jones, tampoco quienes despidieron a la profesora de Florida que proyectó la película de Disney Mundo extraño por miedo a que homosexualizara a todo el aula —que hasta hace cuatro días los homosexuales que en el mundo hemos sido creciésemos sin ver ninguna figura LGTB en las pantallas no amaina su furia justiciera—. La batalla contra el sentido común es ardua, pero su ardor guerrero es inagotable.
Los que fibrilan ante el supuesto adoctrinamiento LGTB se criaron con Ranma, el niño que al mojarse se volvía niña; o con el Baron Ashler que era a la vez hombre y mujer, y ni se percatarían de su ambigüedad sexual. A los guardianes de la moral no les pasaban desapercibidos. Sobre Mazinger Z nos previno Natalia Figueroa. “¿A qué barbaridad juegan tus hijos?”, se preguntaba nuestra Helen Lovejoy en ABC. Gracias a ella y otros plastas que la acusaron de nazi y marxista, TVE la canceló salvando así a millones de niños de caer en brazos del hermafroditismo y varios ismos más. La televisión cambia, la estupidez es inmutable.
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