Acorralados
Si la gente mayor pretende sobrevivir, ver todo el rato la televisión les puede enviar al frenopático o al cementerio
Le cuenta el imprescindible George Steiner a Borja Hermoso en el gozoso libro de entrevistas La conversación infinita: “Soy firme partidario de la eutanasia. Los viejos destruimos a menudo la vida de los que tienen que cargar con nosotros. Me gustaría tanto el derecho de decir: gracias todo ha sido magnífico, ahora basta. Eso llegará”.
Bioy Casares imaginó en su novela ...
Le cuenta el imprescindible George Steiner a Borja Hermoso en el gozoso libro de entrevistas La conversación infinita: “Soy firme partidario de la eutanasia. Los viejos destruimos a menudo la vida de los que tienen que cargar con nosotros. Me gustaría tanto el derecho de decir: gracias todo ha sido magnífico, ahora basta. Eso llegará”.
Bioy Casares imaginó en su novela Diario de la guerra del cerdo que el personal callejero se dedicaba a cazar y exterminar a los ancianos de la ciudad. No explicaba las razones. Charo López, en una entrevista televisiva en la que sus compañeros de la tercera edad hacían panegíricos sobre lo bien que les sentaba la ancianidad, fue más contundente: “La vejez es una mierda”. Pero la publicidad, esa cosa tan meliflua y mentirosa, no se cansa de exhibir en sus spots a viejos felices. Y los políticos saben que pillarán votos si les suben las pensiones en épocas menesterosas para los de siempre.
Si la gente mayor pretende sobrevivir (ver todo el rato la televisión les puede enviar al frenopático o al cementerio), que atiendan a sus necesidades, hacer gestiones, acudir a los bancos que guardan su dinero, lo tienen muy crudo. La tecnología les exigirá su uso y su tributo. No podrán hacer lo que desean si han cometido el imperdonable pecado de no saber (o no querer, que también es lícito) manejarse en internet. Se sentirán acorralados, despreciados, incapaces de que alguien de carne y hueso atienda sus demandas.
Hace unos días vi algo ilusionante. En las oficinas de un club de fútbol nos juntamos un montón de gente para intentar renovar los abonos. Yo, que voy a cumplir 70 años, era de los más jóvenes. Y ocurría el milagro de que en ese grupo solo observara a una persona fijando su vista y sus sentidos en el teléfono. Incluso había algunos que hablaban con sus vecinos. Los infinitos ultra cuerpos creerían que éramos marcianos o cadáveres.
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