‘Alaska Daily’, nadie hablará de tu pueblo cuando la prensa local haya muerto
Tras ‘Spotlight’, Tom McCarthy vuelve a lanzar una loa al periodismo local, ahora al ‘Anchorage Daily News’, el medio que inició la investigación de las agresiones sexuales a mujeres indígenas que las autoridades de Alaska ignoraron durante años
En el Anchorage Daily News la victoria de Biden en las presidenciales compartió portada con la historia de Panda, un gato que apareció en una tienda de bricolaje de Alaska 10 días después de perderse en Washington. No suelo leer la prensa alaskeña, pero aquella fecha exigía ampliar el campo informativo.
Lo recordé tras leer que el Anchorage Daily News es la inspiración de Alaska Daily, el nuevo homenaje del director y guionista Tom McCarthy al periodismo local. Si en ...
En el Anchorage Daily News la victoria de Biden en las presidenciales compartió portada con la historia de Panda, un gato que apareció en una tienda de bricolaje de Alaska 10 días después de perderse en Washington. No suelo leer la prensa alaskeña, pero aquella fecha exigía ampliar el campo informativo.
Lo recordé tras leer que el Anchorage Daily News es la inspiración de Alaska Daily, el nuevo homenaje del director y guionista Tom McCarthy al periodismo local. Si en Spotlight el trabajo del Boston Globe era esencial para sacar a la luz los abusos sexuales del clero católico, aquí es el diario de Anchorage quien inicia la investigación sobre las agresiones a mujeres indígenas ignoradas durante años por las autoridades de Alaska.
Que a pesar de estrenarse en Disney+ sea un producto de ABC, donde comparte noche de emisión en Estados Unidos con Anatomía de Grey, explica tanto su ligereza —está más cerca de la calidez doméstica de Lou Grant que de la monserga elitista de The Newsroom— como los clichés que lastran a sus personajes. Carece de subtexto, todo se grita, no hay grises; problemáticas como la connivencia de los medios con el poder o su falta de independencia apenas se insinúan. A McCarthy le interesa menos retorcer el colmillo que visibilizar un periodismo de presupuestos irrisorios y trabajadores sobresaturados que cubren con idéntico entusiasmo —y ética— un concurso de mermelada que las vejaciones sufridas por las mujeres nativas —o las desventuras de un minino polizón—. Profesionales que no responden ante despersonalizados fondos de inversión sino a los vecinos con los que comparten barra en el bar. Su trabajo a pie de calle es indispensable, son, o deberían, la primera trinchera contra las noticias falsas y la desinformación interesada que envenena las redes sociales, y si desaparecen, estaremos más cerca de las tinieblas.
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