Cristina Pedroche anima (a duras penas) la Nochevieja más ceniza
Entre cava y langostinos, en estos tiempos navideños fingimos que las cosas mejoran, que la humanidad progresa y que lo malo queda atrás
A los aperitivos, la Nochevieja se presentaba tan cuesta arriba como el mismo año que despedía. Luis Tosar sacó su registro más lúgubre para interpretar a 2022 en el resumen del año del Telediario de TVE, y por poco metió en la cama a toda España. Se plantó ante el Guernica para hablar de la guerra de Ucrania, y dio paso a un baile de ...
A los aperitivos, la Nochevieja se presentaba tan cuesta arriba como el mismo año que despedía. Luis Tosar sacó su registro más lúgubre para interpretar a 2022 en el resumen del año del Telediario de TVE, y por poco metió en la cama a toda España. Se plantó ante el Guernica para hablar de la guerra de Ucrania, y dio paso a un baile de María Pagés (toda una danza de la muerte de los tiempos de la peste) que nos trasladó a los espantos de las Navidades pasadas. El tiempo se volvió circular, se canceló toda idea de avance o progreso y, entre recitados y bailes, nos convencieron de que nada cambia bajo el sol, que siguen cayendo las mismas bombas, nada tiene arreglo y la humanidad sigue abriéndose el cráneo contra la misma piedra. Luis Tosar, más que 2022, parecía el Angelus Novus de Walter Benjamin, que avanza hacia atrás y solo ve ruinas y destrucción. La Nochevieja y el Año Nuevo representan justo lo contrario: entre cava y langostinos fingimos que las cosas mejoran, que la humanidad progresa y que lo malo queda atrás.
Menos mal que yo había tomado la precaución de leer a fondo las buenas noticias de 2022 de Kiko Llaneras, que son un resumen del año mucho más a tono con el jolgorio de las Campanadas. No quisiera que me tachen de frívolo ante los horrores del mundo, pero si ni siquiera nos queda la Nochevieja para ponernos frívolos a fondo, ya no sé dónde nos vamos a refugiar.
Tenía mis esperanzas puestas en José Mota, pero remontar el ánimo después de lo de Tosar estaba imposible. Mota se había contagiado del abatimiento ambiental, y los chistes de su ¡Sálvese quien Putin! (ay, ni el título se salva) venían cargados de ceniza. El programa era una parodia de Titanic, que en la ficción de Mota se llama Europa. Que si la inflación, que si la gasolina, que si nos hundimos… No hubo cameo que pintase de colores un humor mucho más gris que de costumbre. Ni siquiera la aparición de Josema Yuste haciendo de rey Carlos de Inglaterra levantó el ánimo. Y la idea era buena: meter la mitad de Martes y Trece en el especial de José Mota es matar a los espectadores de cierta edad por sobredosis de nostalgia ochentera, mezclando los recuerdos de millones de españoles justo cuando empiezan a ponerse piripis (a esas horas se ha abierto ya la segunda botella de vino).
El reinado de ‘Cachitos’
La nostalgia es la especialidad de Cachitos, en La 2, que en 2023 debería empezar a oler a rancio, pero se mantiene como la propuesta moderna y guay porque un vistazo al resto de cadenas da miedo: en todas reinan los fantasmas de las Nocheviejas pasadas. La edición precampanadas de Cachitos compite con Mota, con el zapeo de Antena 3 (que este año fue solo una celebración de su victoria sobre Telecinco), la Freak Parade de First Dates y una gala rancia de Telecinco con Jesús Vázquez y un montón de músicos de segunda división que parecían sacados de un hotel de Benidorm en temporada baja. Cachitos reina sin oposición, impone su nostalgia ochentera abusando de la incomparecencia de las demás cadenas. Y así vamos envejeciendo, con Javier Gurruchaga (que salió a la vez con Mota y en Cachitos, bilocándose como la monja de Ágreda), los recuerdos de Jordi Évole y las piernas velludas de Pablo Carbonell. Menos mal que Cristina Rosenvinge puso su nota de elegancia y confirmó, con su sola presencia, que el paso del tiempo es una ilusión, que ella sigue viviendo en esa juventud en que le decía a papá que se iba de la ciudad. Perfecto para esta Nochevieja empeñada en desmentir que el calendario progresa.
Los Morancos y Ana Obregón aportaron mucha hondura a esta sensación de eternidad: con ellos costaba creer que estaba a punto de empezar 2023, más parecía 1989. Daban la impresión de estar un poco aturdidos por el jaleo y Obregón tenía que dirigir la emisión para que no naufragara. Pidió deseos (por el cáncer y por el amor) y cumplió su cometido como si sus compañeros fueran parte del decorado. Los de Mediaset se marcharon a Torrejón, con su tradición de disentir de la tradición de la Puerta del Sol, y rompieron a mazazos unas esculturas de hielo que representaban los males de 2022. A lo fallero, pero sin fuego. Luego se quedaron Risto Mejide y Mariló Montero para dar las uvas de una forma tan clásica que parecía que estaban donde había que estar, frente al reloj de Sol. Tuvieron el detalle de recordar a algunos compañeros, como Marta Flich, la presentadora titular que debería haber dado las campanadas si no estuviera disfrutando de su baja de maternidad.
Pero, para autorreferenciales, los de Atresmedia. En Antena 3 y La Sexta se acordaron mucho de sus compañeros e hicieron de las alusiones a las cadenas el eje de la retransmisión. Seguían así la celebración empezada en Antena 3: es el año del sorpasso a Mediaset y tiene que notarse. Es la única tele de España que tiene algo que celebrar en 2022. Dani Mateo y Cristina Pardo en La Sexta tal vez se pasaron un poco de vueltas —la noche obligaba a ello, estaban a tono con la juerga, los demás estaban demasiado en su papel—: Mateo, vestido de rey mago, arengó tanto a las masas de la plaza que se le cayeron unas pilas. Confiemos en que no haya que lamentar heridos. Su compañera Pardo estaba en verdad preocupada.
Fue en Antena 3, un año más, donde la Nochevieja bajó a la tierra y se hizo carne. Como siempre, en el —ejem— vestido de Cristina Pedroche, que apareció envuelta en una especie de saca de correos que, al abrirse, descubrió un diseño de Jacinto de Manuel consistente en una paloma (de la paz, suponemos) que, mediante contorsiones desafiantes de las leyes anatómicas, apenas cubría los pechos de la presentadora. Fue ese el mensaje de la paz junto a un Chicote que ya no es una comparsa y juega muy bien con su pareja, compartiendo protagonismo. Aunque es ya muy tradicional esto de Pedroche, sigue siendo lo mejor de las Campanadas. Como le pasa a Cachitos: por pereza del resto de cadenas. Sin Anne, sin la capa de Ramón [ambos en Twitch con Ibai Llanos], con la mitad de la gracia hortera nochevejera exiliada en Twitch, la tele convencional se aferra a una Cristina Pedroche imprescindible. Solo ella es capaz de animar —a duras penas— lo que Luis Tosar había hundido unas pocas horas antes.
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