‘House of the Dragon’: la casa de las ‘dragonas’ prende fuego
La precuela de ‘Juego de tronos’ cierra una primera temporada que ha logrado entroncar la saga con su propia genealogía de reyes, princesas y guerreros
La precuela de Juego de tronos no lo tenía fácil. La sombra de semejante fenómeno audiovisual amenazaba con reducir La casa del dragón a un mero sucedáneo incapaz de conectar con los espectadores con personalidad propia. Pero 10 capítulos después, y pese el inevitable eco que llega del original, los ancestros de la familia Targeryan ya han prendido fuego, la segunda temporada se ha confirmado y la emisión esta madrugada (h...
La precuela de Juego de tronos no lo tenía fácil. La sombra de semejante fenómeno audiovisual amenazaba con reducir La casa del dragón a un mero sucedáneo incapaz de conectar con los espectadores con personalidad propia. Pero 10 capítulos después, y pese el inevitable eco que llega del original, los ancestros de la familia Targeryan ya han prendido fuego, la segunda temporada se ha confirmado y la emisión esta madrugada (hora española) del décimo y último episodio de la primera atestigua que la nueva red de reyes, reinas, príncipes, princesas, caballeros, luchas de poder, deseos, traiciones y, sobre todo, dragones, ya está echada.
La emisión de La reina negra, título del episodio final, llegó precedida de nueve horas que han ido cogiendo cuerpo sobre todo a partir del sexto episodio, en el que se dio un salto generacional y se presentó el reparto definitivo. 172 años antes del nacimiento de Daenerys Targaryen, la epopeya de La casa del dragón arrancaba con la voz en off de Rhaenyra Targaryen evocando el día en que su padre, el Rey Viserys, fue elegido en lugar de su prima Rhaenys, la primera en la línea sucesoria al Trono de Hierro. Otra reina sin reino y un personaje central, junto a su dragón Meleys, del final del episodio nueve, uno de los mejores de esta nueva tanda.
Ella, junto a la propia Rhaenyra o la reina consorte que da vida Olivia Cooke, conforman las tres tipologías de mujeres inteligentes, fuertes y poderosas de esta ficción creada por George R. R. Martin y que en principio aspira a cuatro temporadas centradas en la Guerra Civil que está a punto de desatarse entre “verdes” y “negros”.
Las dos actrices que han interpretado a Rhaenyra, Milly Alcock de adolescente y Emma D’Arcy en la madurez, demuestran una vez más que uno de los fuertes de esta serie se debe a sus audaces repartos, la mayoría integrados por actores tan buenos como poco conocidos, capaces de conectar muy rápido al espectador con el personaje. El caso del británico Paddy Considine en la putrefacta piel del Rey Viserys es otro ejemplo de acierto en el retrato de un padre y un rey bueno pero pusilánime, sin el arrojo de su hija.
En esta primera temporada, los litros de sangre se han empleado sobre todo en los cuatro partos a los que hemos asistido sin que nos ahorren detalles. El del primer capítulo generó un rechazo lógico porque la serie parecía apostar por un efectismo desagradable e innecesario. En el capítulo sexto no faltó de nada: del humillante posparto de Rhaenyra, en el que hasta sentimos la expulsión de la placenta, al dramático y nada prosaico final de Laena Velaryon, que con el bebé de nalgas le acabó suplicando a su dragón Vhagar que acabase con su insoportable dolor.
Como no podía ser menos, el capítulo final también ha tenido su desesperado alumbramiento. Tan atroz que otra vez roza lo gratuito, aunque sean los hijos muertos lo único que justifica la nube negra que está a punto de invadir los Siete Reinos. Eso sí, en esta primera temporada queda clara la idea de la maternidad como una ruleta rusa que hace de las mujeres feroces supervivientes. Como lo es la reina consorte, tragándose que un repulsivo secuaz se masturbe mirándola en una de las secuencias más inquietantes de la serie, o soportando a su impredecible hijo mayor, el usurpador Aegon, un violento depravado al que de adolescente le gustaba masturbarse asomado a lo alto de su palacio.
Oscura e intensa, La casa del dragón deja algunas dudas sobre su vestuario y peluquería, muchas incógnitas sobre dos personajes masculinos tan opuestos como Daemon Targaryen o el reprimido y odioso Sir Criston o sobre el desarrollo de los personajes que aún son menores. Pero la serie mantiene casi intacto su valor seguro, el de poseer el mayor número de dragones. Como decía la Khaleesi en Juego de tronos, son ellos, “terroríficos y extraordinarios”, los que causan “asombro y admiración”. O parafraseando a uno de los mejores personajes de la nueva entrega, el príncipe tuerto Aemond Targaryen, al enredarnos en esta nueva fantasía quizá “perdemos un ojo, pero ganamos un dragón”.
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