La nueva ley audiovisual abre la veda a la contraprogramación y la saturación publicitaria en la televisión
Asociaciones de usuarios y de anunciantes alertan de los posibles perjuicios para los espectadores de los canales en abierto
Dos pequeñas variaciones en la nueva ley audiovisual abren la puerta a grandes cambios en la televisión en abierto. Hasta ahora, las cadenas estaban obligadas a informar con tres días de antelación de su programación. La ley que aprobó el Congreso el pasado 26 de mayo ya no recoge esa obligación ni impone un tiempo mínimo para comunicar la parrilla. Los canales también tenían limitada la publicidad a un máximo de 12 minutos por hora. Ahor...
Dos pequeñas variaciones en la nueva ley audiovisual abren la puerta a grandes cambios en la televisión en abierto. Hasta ahora, las cadenas estaban obligadas a informar con tres días de antelación de su programación. La ley que aprobó el Congreso el pasado 26 de mayo ya no recoge esa obligación ni impone un tiempo mínimo para comunicar la parrilla. Los canales también tenían limitada la publicidad a un máximo de 12 minutos por hora. Ahora el cómputo se hará por franjas, una variación que dará mucha más libertad y flexibilidad a los programadores para colocar la publicidad.
La nueva ley audiovisual no solo ha provocado las protestas de los productores independientes. Asociaciones ligadas al sector han llamado la atención sobre algunos cambios introducidos en sus más de 100 páginas y que podrían afectar de forma importante a los espectadores de la televisión tradicional. Todo parte de una recurrente queja de las cadenas en abierto: la hiperregulación, según ellas, a la que se ven sometidas, con multitud de normas y multas si no se cumplen. En comparación, otros jugadores del audiovisual, como las plataformas de intercambio de vídeo (YouTube y similares), cuentan con mucha más libertad.
La Ley General de la Comunicación Audiovisual de 2010 recogía el derecho de los espectadores a “conocer la programación televisiva con una antelación suficiente, que en ningún caso será inferior a tres días”. Si no se cumplía, la ley imponía sanciones económicas para las cadenas. Según la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), encargada de la vigilancia de su cumplimiento, se trata de “una infracción muy, muy residual”, tanto que en los últimos años solo consta una multa por este motivo, la de 49.000 euros que se impuso a Mediaset por alargar Supervivientes el 13 de mayo de 2020 hasta las 23.30, emisión que coincidía con el estreno en Antena 3 de Pasapalabra con una entrega especial en horario de máxima audiencia.
Si esta norma, según los datos, se ha cumplido sin problemas por parte de las cadenas y apenas se han impuesto multas por incumplirla, ¿por qué eliminarla? “A los canales les beneficia cualquier flexibilización porque les permite tener más margen para sus estrategias de programación”, defiende Alejandro Perales, presidente de la Asociación de Usuarios de la Comunicación (AUC). Para él, este cambio “menoscaba el derecho a la información de los espectadores”. Perales señala que algunos grupos parlamentarios propusieron enmiendas para recuperar los 11 días de antelación para hacer públicos los contenidos, como marcaba el Real Decreto 1462/1999 con el que por primera vez se reguló en España este deber. “Los espectadores deberían tener el derecho de saber con una cierta antelación, para planificar su propio consumo televisivo, cuándo se va a emitir un programa y a qué hora”, argumenta Perales. Y añade: “Es verdad que ahora puedes ver los programas a petición o bajo demanda, pero no todos, no siempre y no todo el mundo”.
Este cambio permitirá a las cadenas alterar su parrilla en el último minuto, sin necesidad de aviso previo. El presidente de la AUC recuerda abusos que se cometieron en el pasado con la contraprogramación, especialmente por parte de las dos principales cadenas privadas: “Si una cadena estrenaba una serie, los otros cogían una que ya funcionaba y la cambiaban de día para matar en origen a la que empezaba”, recuerda. “Yo creo que se ha rebajado todo esto, pero debería haber un mínimo de compromiso por parte de las cadenas, que los ciudadanos no se tengan que enterar por las promos del día”, añade Perales.
Medición por franjas
La Asociación Española de Anunciantes ha puesto el foco en otro cambio de esta ley que les afecta directamente. Hasta ahora, la norma marcaba un máximo de 12 minutos de publicidad por hora, cómputo que dejaba fuera autopromociones y otros tipos de formatos. La nueva ley pasa a una medición por franjas: entre las 6.00 y las 18.00 el máximo de publicidad será de 144 minutos y entre las 18.00 y las 00.00, el tope será de 72 minutos. Aunque la media es la misma, este matiz da más libertad a las cadenas y, por ejemplo, permite situar más publicidad en los tramos con más espectadores. Llevado al absurdo, se podría dar el caso de que un canal decidiera dedicar toda una hora, de 23.00 a 00,00, a publicidad, y dejar el resto de la franja sin anuncios.
En un comunicado, la Asociación Española de Anunciantes alertaba de que la nueva ley “aumentará la saturación publicitaria” en televisión, lo que juega en contra de los anunciantes porque provoca rechazo y hartazgo en el espectador. Lidia Sanz, directora general de la asociación, pone el foco en el tramo de 00.00 a 01.00, donde no hay limitación alguna para la publicidad. “El consumo que tenemos de televisión en España es diferente al de otros países, el horario de máxima audiencia es diferente, y los hábitos que tenemos también. Entre las doce y la una de la madrugada es para nosotros prime time puro y duro. Nosotros pedíamos que se extendiera ese bloque hasta la 01.00 para así evitar que quedara totalmente liberalizado”, explica Sanz a EL PAÍS. “Uno de los objetivos de nuestra asociación es el reconocimiento del valor de la publicidad. Como consumidores, el exceso de publicidad lo percibimos mal y hacemos daño a la propia publicidad”, argumenta.
En cambio, las cadenas comerciales ofrecen una visión muy diferente. “La legislación hasta ahora era muy rígida. El sector de la televisión en abierto sigue teniendo muchas rigideces y hay ciertas normas que siguen siendo del siglo XX”, explica un portavoz de UTECA, la Unión de Televisiones Comerciales. Desde esta asociación se remarca que “los primeros interesados en que las programaciones sean estables y fidelizar a los espectadores son las cadenas de televisión”, y que la eliminación de la obligatoriedad de informar por adelantado de la programación permitirá evitar sanciones en lugar de ofrecer una barra libre para cambiar la parrilla. En ese mismo sentido se manifiestan con el cambio en la publicidad. “Al final lo que se logra es que no te caiga una sanción de 100.000 euros por pasarte un segundo en el cómputo por horas, y eso está pasando”. En 2019, por ejemplo, las multas al sector audiovisual por exceso de publicidad, emplazamiento de producto, publicidad encubierta y autopromociones superaron los dos millones de euros, según la CNMC.
Para las cadenas en abierto, la nueva ley corrige ligeramente el desequilibrio que sufren respecto a las plataformas de intercambio de vídeo. “Es una legislación que viene de unos tiempos que ya no existen. En un mercado audiovisual único, no se pueden justificar estas distinciones”, inciden en UTECA. Desde Mediaset se manifiestan en el mismo sentido: “Flexibilizar la hiperregulación del sector televisivo solo puede ser positivo, en especial cuando se trata de la comunicación al público de nuestra oferta, en un escenario mediático radicalmente diferente al que se manejaba hace años y teniendo en cuenta que siempre somos los primeros interesados en contar a nuestros espectadores lo que pueden encontrar en nuestros canales. Lo mismo ocurre con la adaptación de las limitaciones de emisión de publicidad, un paso que, de concretarse, permitirá mejorar la experiencia de programación que reciben los televidentes”.
La nueva ley pone en las propias cadenas la responsabilidad de vigilar que no se cometan abusos con la contraprogramación y la saturación publicitaria, incentivando los mecanismos de autorregulación. Para las cadenas, estas quejas solo ponen una tirita en una herida que no existe ni tiene por qué existir. Alejandro Perales no es tan optimista: “Luego llega la presión del mercado, de la competencia, las otras cadenas, otros prestadores… Todo eso genera una dinámica en la que, al final, el interés del espectador es lo menos importante”, concluye.
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