El vídeo mató a la MTV
Hace 40 años, la cadena agitó la música y la televisión e influyó al cine. Devorada por YouTube, perdió el norte y apostó por la telerrealidad para adolescentes alborotados
Allá por 1981, hace justo 40 años, nació la MTV al mismo tiempo que las antenas parabólicas brotaban en tejados de toda España. La cadena de vídeos musicales sin interrupción era la estrella del paquete de canales extranjeros que abrió la primera grieta en el monopolio de TVE. Por aquel entonces había actuaciones musicales en la televisión pública, aunque casi todas en playback. El auge del videoclip, que servía para la promoción global del disco y no escatimaba en medios, cambió las reglas ...
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Allá por 1981, hace justo 40 años, nació la MTV al mismo tiempo que las antenas parabólicas brotaban en tejados de toda España. La cadena de vídeos musicales sin interrupción era la estrella del paquete de canales extranjeros que abrió la primera grieta en el monopolio de TVE. Por aquel entonces había actuaciones musicales en la televisión pública, aunque casi todas en playback. El auge del videoclip, que servía para la promoción global del disco y no escatimaba en medios, cambió las reglas de la música y de la televisión.
La MTV se estrenó con la pretendida profecía de Video Killed the Radio Star, de los efímeros Buggles. En 1983, el Thriller de Michael Jackson, un ambicioso corto de zombis de 14 minutos, marcó el camino. Y así Madonna emergía como la nueva Marilyn en Material Girl, Peter Gabriel se metamorfoseaba una y otra vez en Sledgehammer, David Bowie rebosaba erotismo en China Girl y los Dire Straits ensayaban una rústica animación 3D en Money for Nothing, con irónica mención a la MTV incluida. Pasó incluso que el cine quería parecerse a la MTV: Purple Rain de Prince no era más que un videoclip largo; esa estética impregnaba taquillazos como Nueve semanas y media o Top Gun.
En los noventa la MTV volvió a tener impacto en toda la industria al impulsar los unplugged (desenchufado), una serie de conciertos íntimos en formato acústico, o mínimamente eléctrico, en los que las bandas interpretaban su repertorio en una revisión que sonaba casi siempre bucólica, evocadora, diferente. Una operación comercial redonda: programa de televisión, CD y DVD. Algunos tuvieron gran repercusión: allí Eric Clapton cantó a su hijo muerto (Tears in Heaven), y allí Nirvana mostró la otra cara del atormentado Kurt Cobain, que se quitó la vida antes de que el álbum (convertido en póstumo) viera la luz.
No, el vídeo no mató a la radio —viva y coleando—, si acaso mató a su propia madre, la MTV. Devorada por YouTube, y mientras a su vez Spotify devoraba al disco, la cadena americana se reinventó como espacio de telerrealidad para adolescentes alborotados. Tanto que creó canales secundarios para la música (uno llegó a tener el redundante nombre MTV Music). Era tarde: el consumo se había ido a la Red, donde los clips se pinchan por miles de millones. Con excepciones, decayó la ambición. Abunda el formato de bajo coste, de carril, un producto rutinario para un público que ya no aspira a sorprenderse como la primera vez que vimos Thriller. El cine más taquillero decidió hace tiempo que prefiere parecerse a los videojuegos.
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