Cierra la puerta al salir, Alessandro
Lecquio falleció televisivamente a los 65 años de edad tras permanecer en pantalla durante tres décadas. Deja decenas de mujeres vapuleadas verbalmente, menospreciadas y señaladas
Alessandro Vittorio Eugenio Lecquio di Assaba falleció televisivamente a los 65 años de edad, después de permanecer en pantalla desde hace tres décadas. Deja decenas de mujeres vapuleadas verbalmente, menospreciadas y señaladas por no estar a la altura (ejem) de semejante perla, que diría la Rosalía. Deja compañeras de cadena sobre las que ha destilado clasismo, condescendencia y gritos, muchos gritos. “Caro Dado”, como le llamaba el periodista Jesús Mariñas (otro que…) no sabía hablar de otra forma que no fuera a muchos decibelios, mirándose orgásmicamente a sí mismo mientras escuchaba la sintonía de la película El padrino con la que adornaban sus intervenciones, mientras daba a entender a cámara: “Soy inmortal y soy impune, ¿no os dais cuenta, imbéciles?”.
Deja compañeros silenciados, unos por cobardía, otros por miedo, otros por supervivencia. Deja madrinas y padrinos de lujo y de luto, esos que lo han defendido siempre. Los que resumen todo en una especie de “ya sabéis cómo es el niño, que tiene sus cosas”. Compañeras de pupitre afectadísimas durante 30 segundos, que comparten con él la indecencia y sus exquisitos valores, que harán eso de “el muerto al hoyo y el vivo a Fuencarral”.
Deja víctimas de renombre, María del Mar Flores Caballero, Sonia Moldes y sobre todo Antonia Dell’Atte, su primera mujer y madre de su hijo Clemente, esa a la que solo supimos etiquetar como loca cuando es una mujer que se ha pasado años pidiendo ayuda, reparación y justicia. Y sola. Profundamente sola.
Deja la cadena que lo ha cobijado durante estos años un poquito por estética, otro poco por vergüenza y un mucho porque ahora las aguas van turbias en Mediaset. Porque si hubiera audiencias medias del 20%, ese gallo a lo mejor seguiría en el mismo corral, dándonos lecciones a diario de cómo ser y existir. Y porque conviene templar las emociones ante este tipo de noticias, que seguimos viendo desde hace unos cuantos viernes entrevistas a personas altamente recomendables y ejemplares en esto de la violencia como Carlo Constanzia di Costiglione, Francisco Rivera Pantoja y Rocío Flores Carrasco.
Deja fotos memorables, como aquella portada de revista en la que aparecía con su pareja de entonces, Ana García Obregón, ambos portando sudaderas en las que se leían frases que entonces parecían románticas y ahora son profecías terroríficas. “Dado’s property”, lucía la de ella. “Ana’s property”, decía la de él.
Deja escenas de ovación cerrada y todo el patio de butacas en pie, como ese momento en el que María García García, más conocida por todos como Bárbara Rey, le llamó maltratador en su cara y pidió al público que hicieran “trending topic” las “cartas de la vergüenza” que le escribió Alessandro a Dell’Atte. Ella, vestida con un traje de chaqueta rojo, los pendientes tan dorados como el pelo, de pie, pidiendo guerra. Él, con la sonrisa laxante buscando detrás de las cámaras a alguno de sus cómplices, callando de inmediato cuando se vio vapuleado por la de Totana, a la que pidieron silenciar el micrófono. Con lo mal que hemos envejecido, y lo maravilloso que es este rato televisivo.
Deja un puñado numerosísimo de espectadores que le han reído las gracias y la jeta y han suspirado por lo fibroso de su abdomen. Deja tantas cosas turbias que hoy los índices de calidad del aire y del periodismo están de enhorabuena. Deja, si acaso, una pregunta en el aire, que cantaba Isabel Pantoja Martín: ¿es esto el principio de algo? ¿Habrá más despidos? ¿Incluirán los programas de la televisión un requisito para la tertulianía que consista, simplemente, en la defensa de los derechos humanos?
Familiares y amigos le echarán de menos. El resto simplemente sonríe y sigue a lo suyo. Addio, Alessandro.
El teléfono 016 atiende a las víctimas de violencia machista, a sus familias y a su entorno las 24 horas del día, todos los días del año, en 53 idiomas diferentes. El número no queda registrado en la factura telefónica, pero hay que borrar la llamada del dispositivo. También se puede contactar a través del correo electrónico 016-online@igualdad.gob.es y por WhatsApp en el número 600 000 016. Los menores pueden dirigirse al teléfono de la Fundación ANAR 900 20 20 10. Si es una situación de emergencia, se puede llamar al 112 o a los teléfonos de la Policía Nacional (091) y de la Guardia Civil (062). Y en caso de no poder llamar, se puede recurrir a la aplicación ALERTCOPS, desde la que se envía una señal de alerta a la Policía con geolocalización.