No hay radiólogo para tanta prueba: “Entre un 20% y un 30% de las que se piden no sirve para nada”
Los diagnósticos por imagen son una herramienta cada vez más usada: por encima de 50 millones al año. El aumento de peticiones genera un cuello de botella, puesto que faltan 420 especialistas en el sistema, según Sanidad
La medicina tradicional, la de palpar, tocar y diagnosticar, ha ido mutando a una que se apoya cada vez más en la imagen. Los cribados preventivos, los avances tecnológicos, la búsqueda de mayor precisión, pero también el miedo al error de los galenos ―que a veces las encargan para curarse en salud― y la demanda social han disparado el número de pruebas: ...
La medicina tradicional, la de palpar, tocar y diagnosticar, ha ido mutando a una que se apoya cada vez más en la imagen. Los cribados preventivos, los avances tecnológicos, la búsqueda de mayor precisión, pero también el miedo al error de los galenos ―que a veces las encargan para curarse en salud― y la demanda social han disparado el número de pruebas: TAC, ecografías, resonancias que no siempre son imprescindibles (varios estudios estiman que alrededor de un tercio no son necesarias). Los profesionales que integran el sistema, sin embargo, no han crecido al mismo ritmo. Las listas de espera aumentan, la pública no da abasto y lo resuelve concertando paquetes de pruebas con clínicas privadas.
El último informe sobre déficit de médicos en España, encargado por el Ministerio de Sanidad, mostraba que hacían falta unos 420 radiólogos más (un 10% de los que hay) para cubrir las necesidades del Sistema Nacional de Salud. En teoría, se paliará en los próximos años, sumando los residentes que se incorporarán al sistema y restando los que se jubilarán. Según estos cálculos, para 2035 la oferta de profesionales habrá aumentado un 38%.
Mientras eso sucede, el sistema no para de mostrar fallas. La más escandalosa ha sido la de Andalucía, donde más de 2.300 mujeres (según el último dato oficial) no fueron informadas de resultados dudosos en sus cribados de mama. En otras comunidades hay esperas de más de un año para algunas pruebas diagnósticas. En algunas zonas del sur de Madrid las agendas de los radiólogos están cerradas y los pacientes se quedan en un limbo: sin cita y sin formar parte de la lista de espera.
Los datos de las autonomías son tan caóticos y heterogéneos que en los informes de demoras que publica semestralmente el Ministerio de Sanidad, omite el de esperas para pruebas diagnósticas. Andalucía, Valencia, Baleares, Aragón y Navarra ni siquiera informan de esta estadística.
Los expertos consultados por este periódico son escépticos con este futuro de superávit de radiólogos. Se basan en el aumento de pruebas de cribado, que cada vez se generalizan a más edades, en protocolos que exigen cada vez más pruebas de imagen, en que los médicos de Atención Primaria, que hace unos años no podían pedirlas directamente, lo hacen con cada vez más frecuencia, a una población cada vez más envejecida que las necesitará más.
Aumento sostenido
En menos una década (de 2015 a 2023, últimos datos disponibles), el Sistema Nacional de Salud ha pasado de contar con 534 equipos TAC a 675 (un 26% más) y de 249 aparatos de resonancia magnética a 425 (un 70% más). Además, se están incorporando tecnologías que antes ni siquiera se usaban en España, como la protonterapia (un tipo de radioterapia externa de alta precisión).
Medir el crecimiento de las pruebas es más complicado, porque no hay estadísticas tan homogéneas. El Observatorio Sectorial DBK las cifraba en 2023 en 53 millones, con un incremento sostenido de un 4% anual.
La radióloga Luisa Lores, que es también presidenta de la Asociación de Defensa de la Sanidad Pública en Galicia, pone algunos ejemplos de por qué suceden estos incrementos: “Antes llegaba una persona que se había caído en moto con dolor en una pierna, la muñeca y una costilla y hacías pruebas específicas. Ahora se hace un TAC de cuerpo completo”.
Otro ejemplo sería el de la próstata. “Antes no se hacía prueba de PSA a los varones asintomáticos. Ahora se la hace a toda la población y hay un porcentaje que puede dar alto por muchos motivos benignos en los que les cae una resonancia”, continúa Lores.
Su comunidad, Galicia, está extendiendo su programa piloto de cribado de cáncer de pulmón, y esta misma semana ha incorporado a 50.000 personas para hacerse las pruebas. Su utilidad no está clara. Para la inclusión de una enfermedad en el programa de cribado es necesario reunir la evidencia suficiente con relación a la efectividad, seguridad y coste-efectividad, así como cumplir 18 criterios, de los que esta prueba solo cumple de momento seis.
Este tipo de generalización de pruebas tiene el riesgo de caer en lo que el médico británico Julian Tudor Hart definió en los años setenta como “ley de cuidados inversos”: una atención inversamente proporcional a las necesidades. “Si no tienes suficiente personal, hay que priorizar. Puedes estar haciendo colonoscopias preventivas a todo el mundo y tener a personas con sangrado con una espera de meses”, ilustra Lores más allá del campo de la radiología.
Y el problema, en el caso de los diagnósticos por imagen, es que no hay radiólogos para tanta prueba. José Carmelo Albillos, presidente de la Sociedad Española de Radiología Médica (SERAM), explica que el “aumento de profesionales ha ido muy por detrás que el de la demanda asistencial”.
De la pública a la privada
Las pruebas han crecido cuantitativa y cualitativamente. “Ante sospecha de ictus, por ejemplo, se hacen estudios anatómicos, de perfusión, para identificar las arterias obstruidas y las zonas potencialmente salvables. Esto hace unos años no era tan detallado, eran pruebas más groseras”, dice Albillos.
Sergio García, de la Asociación Economía de la Salud, explica que hay un bum de médicos que se van a la privada con muy buenos sueldos y que, en algunos lugares, la pública queda para lo urgente, y que todo lo demás se concierta.
Un dato que apoya esta tesis lo muestran los datos de ASPE, la patronal de la sanidad privada, que muestra que radiología es de las especialidades con alta prevalencia de práctica dual: entre el 50% y el 75% de los radiólogos que trabajan lo hacen a tiempo parcial.
Para seguir explicando los problemas que el sistema tiene para atender tanta prueba, García añade la tensión que aporta la Atención Primaria, que cada vez tiene más posibilidades de solicitar pruebas. “Los médicos tienen poco tiempo y mucha presión de los pacientes para que les hagan pruebas. Y muchas veces no son inocuas. Los TAC y las radiografías emiten radiación, de eso también hay que informar”.
En Urgencias, donde este médico hace varios turnos al mes, ve cómo llegan muchos pacientes pidiendo directamente pruebas, muchas veces ante los meses de demora con los que se encuentran por el circuito tradicional. “Los profesionales somos los que al final tenemos que decidir, pero hay una gran presión”, añade.
Soluciones
Una de las soluciones que se están expandiendo es la implantación de los ecógrafos en los centros de salud. En el último Congreso de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), hubo una veintena de ponencias y talleres sobre su utilización.
La otra gran aliada puede ser la inteligencia artificial. Francisco Mari, de la Sociedad Española de Directivos de la Salud (SEDISA), explica que aunque está empezando a usarse para informar de las pruebas, la implantación es todavía “lenta”. “Puede ayudar muchísimo a sistematizar los resultados. Hace falta un empuje de la Administración, siempre de la mano de las sociedades científicas”, señala.
Mari también hace hincapié en la educación sanitaria a la ciudadanía, porque es ella la que, asegura, exige a menudo las pruebas. “Entre un 20% y un 30% de las que se piden no sirven para nada”, asegura. Es un dato aproximado que se nutre de diversos estudios que han ido arrojando cifras parecidas a estas a lo largo de los años, tanto en España, como en otros países. La Agencia Estadounidense del Medicamento (FDA, por sus siglas en inglés) llegó a calcular que puede llegar a un 50% en el caso de los TAC, que no son inocuos.
Inés Moreno, una traumatóloga que divulga sobre la especialidad en Twitter, hablaba la semana pasada sobre el trabajo sin poder contar con los técnicos de rayos, que hicieron huelga para reivindicar mejoras en el Estatuto Marco que prepara el Ministerio de Sanidad: “A priori, un escenario catastrófico si ves pacientes con fracturas, revisiones de prótesis o traumatismos recientes. Pero no. No lo ha sido. Lo que debería parecer un drama me ha dejado una sensación distinta: la de darnos cuenta de cuánto hemos perdido el norte. Si te operé hace un mes de una prótesis de cadera, entras caminando, te exploro, y todo está en orden… ¿De verdad necesito una radiografía para decirte que vas bien? No. La pedimos por costumbre, por miedo, por medicina defensiva. Hoy, sin rayos, me he sentido más traumatóloga que nunca. He tenido que volver a mirar. Escuchar. Dedicar tiempo real a valorar cómo estás. He tenido que confiar en mi juicio clínico En lo que veo y en lo que tú me cuentas”.