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Los tratamientos de testosterona para hombres están de moda: vigor sexual y músculos, pero no son para todo el mundo

Las ventas de la hormona han crecido un 15% en las farmacias en los últimos cuatro años. Solo son recomendables en casos de déficit y bajo estricto control médico

Un día, después de casi 30 años en pareja, la esposa de Jaume Colom le preguntó qué le pasaba. “Suena tópico, pero solía ser yo quien buscaba las relaciones sexuales, y es verdad que últimamente no lo hacía”, cuenta él. Tenía 53 años. Acudió a una clínica especializada, le hicieron pruebas, comprobaron que ...

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Un día, después de casi 30 años en pareja, la esposa de Jaume Colom le preguntó qué le pasaba. “Suena tópico, pero solía ser yo quien buscaba las relaciones sexuales, y es verdad que últimamente no lo hacía”, cuenta él. Tenía 53 años. Acudió a una clínica especializada, le hicieron pruebas, comprobaron que los niveles de testosterona estaban bajos, le prescribieron una terapia de reemplazo y, en cosa de una semana, todo cambió: “Mejoró la libido, tenía más energía, incluso las resacas son más leves y, con el tiempo, bajé la barriguilla de cincuentón”.

Cuando lo comenzó, en 2023, Colom no sabía nada de este tratamiento. Pero está de moda. Divulgadores de la salud y del deporte se hacen cada vez más eco de una terapia que tiene sus riesgos, pero que ha demostrado beneficios entre quienes tienen síntomas y niveles fisiológicos bajos de la hormona.

En las farmacias españolas, las ventas han crecido un 15% en cuatro años, según datos proporcionados a EL PAÍS por la consultora IQVIA. En julio pasado, última información disponible, se vendieron casi 582.585 tratamientos.

La testosterona es la hormona sexual masculina por excelencia, aunque también está presente en cantidades mucho menores en mujeres. La mayor parte la producen los testículos y, con la edad, su presencia en el organismo va decayendo de forma natural. La bajada se suele acelerar a partir de los 45 años, aproximadamente, pero esto no quiere decir que todos los hombres necesiten un tratamiento de reemplazo.

El primer requisito, explica María Miguélez, de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), es tener síntomas: desaparición de la libido ―que puede llegar a la disfunción sexual―, bajada de ánimo, estar más cansado, pérdida de masa muscular y ósea, menor vitalidad. “Si el paciente presenta algunos de estos signos, el siguiente paso es hacer dos analíticas que confirmen el déficit”, señala.

Los niveles se suelen medir en nanogramos por decilitro y se consideran dentro del rango normal entre los 300 y los 1.000. Por debajo se puede calificar de hipogonadismo, que es el diagnóstico clínico. Se le ha llamado también andropausia, un término en desuso que lo asemejaba a la menopausia femenina, mucho más claramente marcada de forma biológica y para la que también se pueden usar terapias hormonales (pero eso es otro reportaje).

Los estudios han comprobado que en las últimas décadas, los niveles medios de testosterona han bajado entre los hombres de los países occidentales. El doctor Antelm Pujol, endocrino especializado en estas terapias, lo achaca a factores como la mayor obesidad, el sedentarismo, la mala alimentación...

Él y otros tres endocrinos consultados para este reportaje han notado este aumento del interés por las terapias de reemplazo de testosterona que se objetiva en las ventas. Lo achacan a los influencers, al interés por la longevidad ―aunque Miguélez advierte de que no se debe usar como un tratamiento preventivo contra el envejecimiento―, a que cada vez hay más personas mayores y a una concepción distinta de la salud: se asume menos que con 60 años un hombre pierda el interés sexual o la masa muscular.

Es probable que famosos con una forma física fuera de lo común por encima de esta edad usen este tipo de terapias. El secretario de salud de Estados Unidos, Robert Kennedy Jr., por ejemplo, ha reconocido hacerlo, lo que no quiere decir que sea siempre recomendable. Pero tampoco que sea una locura anticientífica, como otras de sus ideas.

Beneficios

El estudio de referencia para concretar los riesgos y beneficios de la terapia se hizo en 2023 en Estados Unidos y se publicó en una de las revistas médicas de mayor prestigio: el New England Journal of Medicine. Se llama TRAVERSE, y siguió a 5.204 hombres de 45 a 80 años con hipogonadismo sintomático confirmado, antecedente o alto riesgo de enfermedad cardiovascular y al menos un síntoma de hipogonadismo. En principio se trataba de evaluar el riesgo cardíaco, ya que se sospechaba que podía aumentarlo.

Sirvió para descartar el aumento del riesgo de enfermedades cardiovasculares, y a partir de sus datos surgieron muchas conclusiones. Tampoco se observó mayor probabilidad de desarrollar cáncer de próstata (otro temor que existía), aunque puede acelerarse entre quienes están desarrollando uno, por lo que es muy importante controlar los niveles de PSA (el antígeno prostático específico) y realizar pruebas complementarias.

En 1.161 hombres con baja libido, la terapia de reemplazo aumentó la actividad sexual (aproximadamente 0,5 actos por día adicionales) y mejoró los síntomas hipogonadales y el deseo sexual, pero no la función eréctil, aunque hay otros metaanálisis que sí encontraron mejorías. “La erección depende de otros factores”, explica Miguélez. “Son hombres de cierta edad que quizás tienen diabetes, hipertensión, fuman”, enumera.

La terapia también ha demostrado mejoras en el estado de ánimo, la vitalidad, en la masa ósea y muscular, aunque paradójicamente, aumenta el riesgo de fractura de huesos. “Se puede explicar porque los hombres que la usan tienen más energía, más fuerza, y hacen más actividades en las que pueden sufrir roturas”, razona la endocrina de la SEEN.

Riesgos

Los principales efectos secundarios son el aumento del riesgo de fibrilación auricular (un 3,5% de casos entre los que tomaron terapia frente a un 2,4% en los de placebo), de lesión renal aguda (2,3% frente a 1,5%) y de embolismo pulmonar (0,9% frente a 0,5%). Por eso, los especialistas recomiendan precaución a quienes sufren riesgo de tromboembolismo y enfatizan en un riguroso seguimiento médico para todos los pacientes.

Guillermo Pelayo de la Fuente, director de la Clínica Masculina Europea, alerta contra el mal uso de la terapia, ya sea porque se recete cuando los parámetros son correctos o por el consumo que se hace en los entornos de gimnasios con criterios puramente estéticos, para aumentar la masa muscular, lo que pone en riesgo la salud de los pacientes. “A la clínica vienen jóvenes con niveles saludables que han oído por ahí sobre la terapia en los que no ha lugar”, señala.

En el libro Testosterona. La hormona de la vida (Alienta, 2021), el doctor Antonio Hernández explica cómo el mal uso del tratamiento te puede “arruinar la vida” a través del caso de Damián. Tenía 46 años, y era un empresario de la hostelería con cierto éxito y una vida familiar estable: mujer y tres hijos. Mal asesorado en un gimnasio, comenzó a usar terapias de testosterona sin prescripción.

“Damián me dijo: ‘Doctor, me sentía inmortal, nunca me cansaba, pensaba que podía con todo, me veía al espejo y me encantaba pensar que me estaba transformando en un superhéroe; sé que suena infantil, pero estaba más eufórico que nunca en mi vida”. Comenzó a salir por la noche, a notar el interés de las mujeres y un enorme vigor sexual. “El martillo de Thor entre las piernas”, según sus palabras.

Dejó a su mujer y comenzó una vida desordenada que se dejó notar también en sus negocios. Cuando decidió terminar con la testosterona, volvió a su anterior forma física, experimentó ginecomastia (agrandamiento de las mamas) y había perdido buena parte de su pelo. Son las consecuencias, explica Hernández, de un uso inadecuado y sin supervisión de la testosterona.

“Lo primero que hay que hacer”, cuenta, “es descartar que los niveles no se puedan recuperar por otros medios”. El exceso de grasa, el sedentarismo, el estrés continuado, la falta de descanso provocan caídas de la hormona, que es posible aumentar de forma natural si se corrigen estos problemas.

Personalizar el tratamiento

El propio Hernández, que tiene una clínica en Valencia, reconoce que usa la terapia de “optimización”, que distingue del reemplazo porque esto supondría partir de niveles nulos de testosterona. “Hace cuatro años observé que mis niveles estaban algo bajos, especialmente en épocas de alta carga de estrés, en las que me cuesta entrenar y recuperarme. Durante esas épocas la uso para optimizar mi rango, lo que me permite seguir haciendo deporte, pero cuando salgo de esa fase y mis niveles están normalizados, no la uso”, dice en conversación telefónica.

Cada caso es distinto, y tiene que ser muy personalizado. Antelm Pujol enfatiza en que es necesario mantener unos controles analíticos para comprobar que los niveles se mantienen en rangos adecuados. Lo más habitual es usar geles, “la opción más fisiológica, que liberan la hormona como la producirían los testículos”. También hay inyecciones y unos pellets intradérmicos que la van dosificando. Se usan desde hace décadas, pero en España se prohibieron este año.

Jaume Colom lleva dos años usando el gel. Se lo aplica por la mañana, y varía la dosis, entre medio sobre y uno, en función de los valores de las analíticas, que se sigue haciendo cada dos meses. Le cuesta unos 50 euros al mes, a lo que hay que sumar los 1.000 de las primeras sesiones en la clínica y los seguimientos.

La sanidad pública financia algunos tratamientos de reemplazo de testosterona, pero es frecuente que los hombres inicien la terapia por problemas sexuales para los que, por lo general, acuden a clínicas privadas especializadas.

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