Una pareja de supervivientes del Holocausto recurre a la muerte asistida en Suiza
La actriz Ruth Posner de 96 años y su esposo de 97 mandaron un correo para despedirse antes de fallecer en una clínica en Basel
De niña la actriz Ruth Posner (Varsovia, Polonia, 1928-Basel, Suiza, 2025) logró escapar de un gueto nazi durante la ocupación de su país en la Segunda Guerra Mundial. Toda su familia pereció en las cámaras de gas, salvo la tía con la que salió de Varsovia y con quien pasó tres en fuga. Ahora, a los 96 años ha recurrido a una clínica de muerte asistida en Suiza junto a su esposo Michael, de 97 años, y ambos fallecieron este martes en Basel. Deseaban morir juntos, según las informaciones publicadas, y ninguno de los dos padecía una enfermedad terminal.
Según ha trascendido en los medios británicos, la artista y su esposo enviaron un correo a sus allegados y seres queridos. En el escrito se excusaban por no haber dicho nada antes y explicaban a los destinatarios que cuando recibieran esas líneas ellos ya no estarían vivos. “La decisión ha sido mutua y sin ninguna presión exterior. Hemos tenido una larga vida juntos desde hace casi 75 años. Ha llegado un momento en el que por la pérdida de los sentidos, de la vista y el oído, y la falta de energía esto no era vida era solo existir y nada iba a mejorar”, explica la carta. Afirmaban también haber tenido una vida interesante y mencionaban la tristeza que les causó la pérdida de su único hijo, Jeremy, a quien Ruth Posner dedicó el libro My Son, The Addict [mi hijo el adicto]. Les sobrevive, un nieto.
Ruth Posner llegó a Reino Unido a los 16 años. En la capital británica logró forjarse una carrera como bailarina, coreógrafa y como actriz en la compañía Royal Shakespeare Company y más adelante también en el cine. En las últimas décadas participó en películas como El último acto (2016) y, en 2022, recibió la medalla de la Orden del Imperio Británico, por su trabajo en la educación de los jóvenes sobre el Holocausto.
La pareja de nonagenarios, casados en 1950, acudieron a una clínica en Basilea donde no se solicitan certificados sobre enfermedades terminales y tiempo de vida, como sí ocurre en Zurich.