Sanidad relaciona el consumo de 13 medicamentos con el riesgo de desarrollar ludopatía
La mayoría de los fármacos están indicados para tratar la enfermedad de párkinson, según la investigación del Sistema Español de Farmacovigilancia
La ludopatía es una enfermedad que se caracteriza por “un fracaso crónico y progresivo en resistir los impulsos de jugar apostando dinero”, según el Ministerio de Sanidad. El Informe sobre Adicciones Comportamentales de 2024 advierte de que el “...
La ludopatía es una enfermedad que se caracteriza por “un fracaso crónico y progresivo en resistir los impulsos de jugar apostando dinero”, según el Ministerio de Sanidad. El Informe sobre Adicciones Comportamentales de 2024 advierte de que el “1,4% de la población presenta un posible juego problemático”. Los estragos que esta adicción causa en el ámbito personal, familiar y económico de quienes la sufren son bien conocidos, pero lo es mucho menos que algunos medicamentos pueden llevar a los pacientes que los toman a desarrollarla. Una reciente revisión del Sistema Español de Farmacovigilancia ha detectado que 13 fármacos, la mayoría indicados en el tratamiento de la enfermedad de párkinson —aunque también hay medicamentos psiquiátricos—, han sido relacionados con esta reacción adversa en España en la última década.
“Es un problema relativamente frecuente entre los pacientes con párkinson porque esta medicación interactúa con los receptores de dopamina en el cerebro activando los circuitos de recompensa”, confirma Álvaro Sánchez Ferro, neurólogo del Hospital 12 de Octubre (Madrid) y coordinador del Grupo de Estudio de Trastornos del Movimiento de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
El Centro de Farmacovigilancia de Navarra ha sido el que ha llevado a cabo el estudio, que inició tras recibir sendos avisos sobre un mismo medicamento, la opicapona. “Eran dos casos de adicción al juego asociado a este antiparkinsoniano, que no detalla en su ficha técnica esta reacción adversa, aunque en el apartado de advertencias y precauciones sí recomienda controlar regularmente al paciente para detectar la aparición de trastornos del control de los impulsos”, explica Gabriela Elizondo, autora principal del trabajo y jefa del Servicio de Ordenación e Inspección Sanitarias y de Farmacia.
El trabajo analizó todas las notificaciones de profesionales sanitarios y pacientes recibidos por el Sistema de Farmacovigilancia entre enero de 2014 y agosto de 2024 de personas que se sospechaba que habían desarrollado una adicción al juego —o recaído en ella— tras consumir alguno de estos fármacos. Los datos revelaron que habían sido 52, el 88% de ellos en hombres y con una edad mediana de 46,5 años, aunque el caso más joven era un adolescente de 14 y el de mayor edad tenía 77.
Las fuentes consultadas coinciden en señalar que esta cifra de notificaciones muestra solo una parte de las dimensiones reales del fenómeno debido a la infranotificación. De hecho, la propia Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios (AEMPS) afirma en sus informes que “el número de casos notificados no puede utilizarse para calcular la frecuencia de aparición de reacciones adversas”, ya que el objetivo de las notificaciones es otro. “Nuestra función es, a partir del análisis de estas notificaciones, detectar riesgos desconocidos de los medicamentos o nuevas manifestaciones de otros ya conocidos para que puedan adoptarse las medidas necesarias para mejorar la seguridad de los pacientes”, explica Elizondo.
El aripiprazol, indicado para la esquizofrenia y otros trastornos psiquiátricos, es el medicamento con más notificaciones, 20 en total. Le siguen como más citados en la lista el pramipexol (15 notificaciones); carvidopa y levodopa (tres); y entacapona, opicapona y rotigotina (dos cada uno), todos ellos indicados frente al párkinson.
“En casi todos los fármacos, excepto con la opicapona, el riesgo de desarrollar trastornos del juego ya era conocido”, cuenta Elizondo. Pero está es la primera vez que en un informe se constata desde el sistema sanitario el impacto de este efecto adverso. Un caso reciente en el que las notificaciones al Sistema de Farmacovigilancia culminaron con la detección de un nuevo tipo de reacción adversa ha sido el de las lociones contra la calvicie con minoxidil utilizadas por padres cuyos hijos bebés desarrollaron una dolencia llamada hipertricosis —o síndrome del hombre lobo—, caracterizada por el crecimiento desmesurado del pelo por todo el cuerpo.
Antonio Rodríguez Artalejo, presidente de la Sociedad Española de Farmacología (SEF), precisa que en los pacientes con esquizofrenia y otras patologías psiquiátricas que toman aripiprazol el desarrollo de un trastorno con el juego puede solaparse con manifestaciones propias de la enfermedad. “En los pacientes con esquizofrenia existe una mayor incidencia de estos trastornos, que además pueden verse favorecidos por la administración de fármacos agonistas dopaminérgicos y moduladores serotonérgicos, como es el aripiprazol”, sostiene.
Sánchez Ferro incluye los trastornos relacionados con el juego dentro de un grupo más amplio relacionado con el “control de impulsos”, que afecta a entre el 15% y el 30% de los pacientes que toman estos fármacos frente al párkinson. “El juego es una de las dimensiones, pero hay más. Algunos enfermos desarrollan conductas impulsivas con las compras por internet, la comida y también el sexo, entre otras”, afirma.
Este neurólogo recuerda que fue precisamente otro especialista del Hospital 12 de Octubre, José Antonio Molina Arjona, el primero en describir la relación de la adicción al juego con medicamentos en un artículo publicado en una revista científica en el año 2000. “Describimos 12 pacientes con enfermedad de Parkinson y juego patológico. Esta asociación aparentemente nunca ha sido descrita [...] Diez pacientes comenzaron a jugar después del inicio de la enfermedad y el tratamiento con levodopa. Las máquinas tragaperras fueron la fuente preferida de juego patológico para 10 pacientes”, puede leerse en el texto.
Sánchez Ferro precisa que el desarrollo de los trastornos se debe a “una mezcla de la enfermedad de base, una predisposición genética y el tratamiento” y que son más frecuentes con el uso de los fármacos llamados agonistas dopaminérgicos. “Con ellos vemos más casos porque estimulan el receptor de dopamina D3 y por ello tienen una mayor probabilidad de inducirlo. Pero no ocurre en todas las personas, es decir, hay también una predisposición individual”, añade.
Juan Lamas, director técnico de la Federación Española de Jugadores de Azar Rehabilitados (FEJAR), cuenta que la asociación también recibe este tipo de casos: “Detectamos personas, sobre todo hombres mayores con párkinson, que desarrollan conductas impulsivas con el juego, pero también en otras esferas de la vida como el sexo y también cuadros parecidos a trastornos obsesivo-compulsivos en cosas como la limpieza o el orden. Nuestra intervención en estos casos es ponernos en contacto con el neurólogo que le corresponda para que estudie la posibilidad de cambiar o ajustar la medicación”.
Los neurólogos destacan la importancia de informar bien al paciente en el momento de la prescripción, especialmente con el objetivo de que sepan detectar los cambios que sufren e informen de ello al especialista que les trata. “En ocasiones el paciente puede sentir vergüenza o culpabilidad, y esto le lleva a tener reparos a la hora de compartirlo. Por esto es tan importante que sea consciente de que existe esta posible relación y que es fundamental que la comparta desde el primer momento con su médico, porque es posible hacer cambios en la medicación o las dosis para prevenir estos efectos adversos”, concluye Sánchez Ferro.