¿Alcohol? No, gracias: por qué la generación Z bebe menos

Los más jóvenes redefinen su relación con la sustancia y ser abstemio está cada vez más normalizado. La industria se reinventa y el mercado 0,0 gana terreno

FERNANDO HERNÁNDEZ

¿Bebo mucho? ¿Me sienta bien? ¿Me gusta? Hace no tanto, los jóvenes no solían hacerse este tipo de preguntas. En cambio, la relación de quienes hoy son veinteañeros con el alcohol es muy distinta: cada vez hay más que eligen reducir su consumo o, directamente, ser abstemios. No se trata solo de los retos que se ven en redes sociales de empezar el año sobrio, sino que va más allá. De hecho, ...

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¿Bebo mucho? ¿Me sienta bien? ¿Me gusta? Hace no tanto, los jóvenes no solían hacerse este tipo de preguntas. En cambio, la relación de quienes hoy son veinteañeros con el alcohol es muy distinta: cada vez hay más que eligen reducir su consumo o, directamente, ser abstemios. No se trata solo de los retos que se ven en redes sociales de empezar el año sobrio, sino que va más allá. De hecho, es una tendencia impulsada por la llamada generación Z, la de los nacidos entre finales de los noventa y la primera década de los 2000. La industria del alcohol ―sometida a restricciones contra una de las drogas más extendidas y más dañinas para la salud pública― ha visto clara esta filosofía: bodegas de vino y marcas de destilados invierten en su segmento desalcoholizado, siguiendo la exitosa estela de las cervezas. Las barras despachan sin complejos bebidas 0,0. No beber ha dejado de ser extraño.

“Probé el alcohol a los 18. Fue la primera vez y casi la última”, cuenta Josep Sancho, de 21 años, residente en Alcanar (Tarragona). Se forma para ser técnico superior de acondicionamiento físico y también ejerce de dj. “En los locales me ofrecen alcohol y digo que no tomo. Tampoco me parece profesional beber cuando se trabaja”, explica. Sancho no es el único abstemio de su grupo, otro amigo suyo tampoco prueba ni gota. “Nuestra condición física es mejor que la del resto”, expresa tras recordar que el alcohol es una droga como el tabaco.

“La mayoría de los que dicen que les gusta el sabor del alcohol mienten”

Josep Sancho, de 21 años, en Alcanar (Tarragona).Gianluca Battista

Josep Sancho cree que “la mayoría de las personas que dicen que les gusta el sabor del alcohol, mienten”. En su caso, no lo considera compatible con su estilo de vida. Entrena los siete días de la semana. “No quiero ser culturista, pero me gusta estar saludable”, aclara. Cree que una persona que consume alcohol no puede rendir lo mismo que él en el gimnasio. Solo toma agua y su dieta es estricta con un control de las calorías y los azúcares que consume. Sus amigos beben, pero se enorgullecen de él por no hacerlo. “Me felicitan y me dicen que ojalá pudieran dejarlo, yo les explico que es muy fácil”, cuenta.

Más de la mitad (53,6%) de los jóvenes mayores de edad (de 18 a 30 años) afirma haber reducido su ingesta, según el Estudio sobre percepción y hábitos de consumo de bebidas con alcohol entre los jóvenes españoles 2023, elaborado por 40dB. Si se toma como referencia la cerveza, la bebida alcohólica más recurrente en España, destaca el descenso en los consumidores de entre 18 y 24 años (un 13,3% en 2023) y de los de 25 a 34 (10,1%), según los últimos datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.

“La generación Z bebe menos que los millenials y estos, a su vez, menos que los boomers”, explica Andrea Mellado, de 29 años. Es una de las impulsoras de The Blue Dolphin Store, distribuidora de bebidas sin alcohol fundada en 2020, que el año pasado ha constatado un aumento del 35,5% en las ventas con respecto al ejercicio anterior. “La gente joven ha visto cómo bebían sus mayores y no quiere entrar en eso, no les interesa. Parece que poco a poco están cambiando los hábitos, la manera de relacionarse, socializar y salir de fiesta”, detalla.

“No soy abstemia del todo, me considero ‘sobrio-curiosa”

Andrea Mellado, de 29 años, fundadora de una distribuidora de bebidas 0,0.The Blue Dolphin Store

Andrea Mellado bebía muchísimo cuando tenía 20 años. “Ahora, no. Me considero sober-curious [sobrio-curiosa]: no soy completamente abstemia, bebo, pero soy mucho más consciente cuando lo hago”, detalla. Afirma que se siente mejor así. En 2020, junto a otros cuatro socios, fundó una distribuidora de bebidas sin alcohol, para particulares, así como bares, restaurantes y cafeterías (The Blue Dolphin Store). La iniciativa empezó porque dos de sus colegas habían dejado el alcohol. “Se dieron cuenta de que no existían bebidas para ellos y decidimos solucionarlo”. La categoría que más venden es la de vinos sin alcohol (“sobre todo blancos”), seguida de cervezas y destilados 0,0.

Las marcas de destilados también han constatado cierto cambio de dinámica. “El mercado de bebidas sin alcohol y con bajo contenido está experimentando un crecimiento, impulsado por los consumidores”, confirman desde IWSR (International Wine and Spirits Record), referencia global en este sector. Según su último informe estratégico, de 2024, sobre bebidas sin y con bajo contenido de alcohol, en los 10 mercados clave que analiza ―Australia, Brasil, Canadá, Francia, Alemania, Japón, España, Sudáfrica, Reino Unido y EE UU― se prevé un crecimiento anual del 4% de esta línea hasta 2028. Ese año, estiman que la categoría sin alcohol generará un crecimiento de más de 4.000 millones de dólares (unos 3.900 millones de euros).

“El segmento 0,0 atrae un número mayor de nuevos consumidores que las opciones bajas en alcohol”, concluye el estudio. Además, estos compradores “tienden a ser más jóvenes y muestran una mayor frecuencia e intensidad de consumo”. En 2022, en los mercados analizados por IWSR había 38 millones de consumidores 0,0; el año pasado, la cifra ascendió hasta los 61 millones. A la vez, las compras de alcohol disminuyen: un 20% menos el año pasado con respecto al 2000.

A pesar de que la tendencia a desalcoholizarse está presente en la sociedad, la realidad es que sigue siendo la sustancia psicoactiva más consumida en España: el 76,5% de las personas de entre 15 y 64 años lo ha tomado en los últimos 12 meses, según una encuesta sobre alcohol y otras drogas, publicada en 2024 por el Ministerio de Sanidad.

“El consumo está muy arraigado en la cultura española”, lamenta Jaime Bartolomé, cómico y guionista de 48 años, residente en Madrid. Lleva más de un cuarto de siglo sobrio ―”eso te da perspectiva”― y ahora ve que su posición está más normalizada: “Conozco a una docena de personas abstemias, la mayoría más jóvenes que yo. Hace 15 años era muy difícil dar con ellas”.

“No me costó dejarlo, me lo pasaba igual de bien de fiesta”

Jaime Bartolomé, guionista y cómico de 48 años, en Madrid.Santi Burgos

Jaime Bartolomé empezó a consumir alcohol de forma esporádica con 14 años, pero paró de hacerlo con 21, cuando le diagnosticaron la enfermedad de Crohn: “Mi cuerpo lo agradeció, lo que más me sorprendió es que no me costó dejarlo porque me lo pasaba igual de bien de fiesta”. Con su entorno más cercano no le supuso problema, pero en reuniones de trabajo todavía se asustan cuando pide un refresco, sobre todo, en ambientes más masculinos. “Hay un vínculo clarísimo entre la testosterona y el alcohol”, refiere.

A Bartolomé el consumo de bebidas alcohólicas le provocaba reacciones desagradables. “Me llenaba de inseguridad y de emociones negativas con tremendas lloreras”, recuerda. No echa de menos esa sensación. El alcohol es un depresor del sistema nervioso central, “pero puede inducir casi cualquier estado emocional”, matiza Gabriel Rubio, jefe de Psiquiatría del Hospital Universitario 12 de Octubre, especializado en el tratamiento de la dependencia al alcohol.

“Por eso, cuando uno está triste, lo toma para levantar el ánimo, para distraerse si se encuentra aburrido, para excitarse o también como relajante al llegar a casa después del trabajo”, explica el doctor, autor del libro El laberinto de cristal. Cómo detectar las señales y actuar si vives con un adicto al alcohol. Advierte, además, de que su consumo merma la capacidad para transmitir emociones y también para detectarlas. De ahí que celebre que vayan apareciendo referentes 0,0: “Ayudan a validar el estilo de vida abstemio como una opción respetable, sin estigmas”.

De hecho, cada vez más celebridades hacen público su abandono del alcohol o el control de su ingesta. Han dado ese paso personas como Dani Martín, Jorge Javier Vázquez, Mario Casas o Nathy Peluso. Estos dos últimos hablaron del asunto en La Revuelta, el magazine nocturno de Televisión Española presentado por David Broncano, que tampoco bebe. Durante la emisión de las campanadas de final de año, tanto él como la cómica Lalachús ―los dos anfitriones del evento en la cadena pública― brindaron con bebidas sin alcohol.

“Los jóvenes imitan a los referentes y es una oportunidad muy buena para demostrar que se puede vivir sin alcohol”, resume Sandra Román, dietista de 46 años, residente en Vigo. Ella dejó de beber antes de cumplir los 30 y ha percibido un cambio social con respecto al consumo: “Ya no se hacen las locuras que se hacían antes, a los niños nos daban una copita de Sansón [un vino quinado de sabor dulzón] los domingos a modo de postre y aguardiente si nos dolía una muela. Ahora es impensable”.

"Era una tontería hacer algo que no me gustaba para encajar"

Sandra Román, dietista de 46 años, en Vigo.Óscar Corral

Sandra Román empezó a beber alcohol al cumplir la mayoría de edad porque era “lo normal” para integrarse, pero le afectaba demasiado: “Maduré y me di cuenta de que era una tontería hacer algo que no me gustaba para encajar”. Normalmente toma agua, “como mucho un refresco”. Reconoce que a veces la han mirado raro por ser abstemia. "¿Pero no bebes nada, nada?" le preguntan sorprendidos. Cree que las personas obvian los peligros relacionados con el alcohol. Hace menos de diez años que terminó sus estudios en Dietética: “Desde entonces, soy mucho más consciente”.

Laura Botana, de 24 años, reconoce que “hace años pensaba que estaba sola en esto”, pero ver a Broncano y a Lalachús brindar sin alcohol le hizo muy feliz. Le gustó sentirse representada. “Normalizan que existen personas que no queremos beber, ni un poquito, ni un traguito. La vida 0,0 es la vida mejor”, expresa esta mujer madrileña, que ahora vive en Kenia porque trabaja en un proyecto de acción humanitaria.

Hay una frase que Botana ha tenido que escuchar cientos de veces: “Venga, que a la primera te invito yo”. Así, en muchas ocasiones terminaba bebiendo solo para que la dejaran en paz: “Era muy desagradable. La mayoría de bebedores que conozco me han reconocido que cuando empezaron a tomar cerveza, no les agradaba el sabor. A pesar de ello, me defendían que era cuestión de acostumbrarse. Es surrealista”.

“No disfrutaba bebiendo, era como probar detergente”

Laura Botana, de 24 años, especialista en Relaciones Internacionales en Ammán (Jordania), en una imagen cedida.

Laura Botana probó el alcohol en su adolescencia por presión social, pero lo dejó en 2022, cuando pidió a sus amigos que no la atosigasen más por no tomarse una copa. “No disfrutaba bebiendo, lo pasaba mal, era como probar detergente”, relata. Confiesa que, a veces, tuvo que decir que no podía beber por motivos religiosos o por una cuestión de salud para salir airosa de ciertas situaciones, algo que ahora ha cambiado porque ya reconoce abiertamente que no le gusta.

A Guillermo Escribano, guionista madrileño de 36 años, le costaba entender el ocio sin alcohol: “Me parecía soso y completamente imposible”. Aunque lleva sin beber desde Nochevieja, no es abstemio. “No sé si me gusta beber; me atrae más la sensación de desinhibición y relajación con la que relacionaba el alcohol”, cuenta. Para Escribano fue clave darse cuenta de que quedaba con sus amigos para alcoholizarse. “Ese era el plan. Y al final solo era divertido una de cada 20 veces que bebía. Empecé a ser más consciente del consumo que hacía y descubrí que dejar de beber no era tan fácil, incluso sin tener un problema grave o sin aparentemente tenerlo”, agrega.

“Tuve que volver a aprender a ser yo sin alcohol”

Guillermo Escribano, guionista de 36 años, en Madrid.Claudio Álvarez

A Guillermo Escribano no le gustaba la relación que tenía con el alcohol. Empezó a beber en la adolescencia “con los típicos cócteles dulzones, junto a mi hermana y mi prima cuando veraneábamos en Benidorm”, recuerda. “Siendo parte del colectivo LGTBIQ+ viví una adolescencia en el armario. Con el alcohol sentía que podía ser la persona que era sin tener que pensarlo mucho; sentía que podía disfrutar”, agrega. Hace una década comenzó a replantearse su relación con el alcohol y ahora solo bebe en ocasiones concretas. La última, en Nochevieja: “Cuando dejé de beber tuve que volver a aprender a ser yo sin alcohol”.

En septiembre, Escribano acudió a una despedida de soltero. No quiso beber: “Cuando lo dije, me sentí atacado con mucha agresividad. Una mujer me dijo: ‘Mira qué cara de loco tienes. Anda, tómate algo, joder’. Cree que ese hostigamiento está relacionado con que la gente se siente cuestionada cuando alguien no consume. “Yo no te digo que no bebas, así que si a mí, por lo que sea, no me apetece, que me dejen en paz”, reclama.

Según la Organización Mundial de la Salud, cada año se registran 2,6 millones de muertes atribuibles al consumo de alcohol. En España, en 2021 fallecieron 13.887 personas por esta causa, la gran mayoría por cáncer o enfermedades digestivas provocadas por la ingesta de bebidas alcohólicas, según la Monografía sobre alcohol 2024, elaborada para el Plan Nacional sobre Drogas.

Este documento detalla que la frecuencia de consumo de alcohol a los 16 años —la edad media con la que los jóvenes españoles comienzan a beber— ha descendido entre 2012 y 2021. “La cantidad de alcohol consumida entre los 12 y los 25 años tiene una relación directa con más de 14 cánceres detectados a partir de los 50″, alerta el doctor Rubio.

A sus 30 años, Ainhoa Angulo, educadora infantil procedente de Miranda de Arga (Navarra), no ha probado el alcohol en su vida. “No me llamaba nada la atención, veía que la gente acababa por los suelos y yo no quería eso”. Por no beber le han dicho que era sosa y aburrida: “Me mantuve firme en mi posición, pero me costó”.

"Cada vez me siento más comprendida por mi entorno"

Ainhoa Angulo, educadora infantil de 30 años, en Ansoáin (Navarra).Javier Hernández

“En el pueblo era famosa por ser la que no bebía”, afirma Ainhoa Angulo. Se autodefine como "el disco duro de la pandilla" durante su juventud, pues cuando nadie se acordaba de lo que había pasado la noche anterior, ella sí: “Me sentía tranquila de haber sido consciente de todo”. Incluso, en los encuentros familiares la animaban a tomarse una copa. “Tuve que dar yo más explicaciones por no beber que mis primos pequeños por hacerlo”, cuenta. Pero, poco a poco la cuestionan menos. "Cada vez me siento más comprendida por mi entorno. Dicen que tengo más fiesta que cualquiera. Salgo hasta las ocho de la mañana con mi botellín de agua y disfruto igual”.

Las amigas de Angulo, aquellas que intentaban convencerla para que dejase de ser abstemia, beben ahora alcohol de forma esporádica y moderada: “Incluso me aplauden. Cada vez estamos más concienciados con nuestra salud. Para qué vas a empezar un hábito que al final vas a tener que dejar”.

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