Gisèle Pélicot: “¡Tengo la sensación de que la culpable soy yo, y que los 50 detrás son las víctimas!”

La víctima de las violaciones estalla y asegura sentirse humillada por algunas de las preguntas y declaraciones el día que el tribunal también escuchó a Jean Pierre Maréchal, discípulo de Pélicot

Gisèle Pelicot abandona el tribunal de Aviñón este miércoles.Antony Paone (REUTERS)

Gisèle Pélicot, víctima de un centenar de hombres con los que su marido contactaba por Internet ofreciendo violarla mientras se encontraba sedada, siguió el juicio por la mañana del miércoles desde su asiento en el tribunal de Aviñón que se ocupa del caso. No dijo nada. Acompañada por su hija, observaba y escuchaba la declaración de uno de los acusados: el único entre los 50 sentados en la sala que no la violó. Jean-Pierre Maréchal, considerado el discípulo de su marido, se negó a participar en las agresiones sexuales que organizaba Dominique Pélicot en su domicilio. Sin embargo, sí lo hizo con su propia esposa aplicando los mismos métodos e invitando a quien le había instruido en la sumisión química a participar en hasta 12 violaciones. Gisèle no dijo nada. Por la tarde, sin embargo, estalló y su declaración terminó envuelta en gritos.

La víctima, convertida ya un símbolo de la lucha feminista en Francia, subió al estrado al reanudarse la audiencia después de comer. Estaba prevista la difusión de fotos y vídeos de las violaciones, pero Gisèle se opuso a que se mostraran en la sala anexa (donde parte del público sigue el proceso). “Son pruebas de las violaciones que he sufrido. Pero no se debe impactar al público. No voy a exhibir estos vídeos en público, son insoportables.” También había solicitado que sus hijos no estuvieran presentes en la sala principal durante la difusión. El miércoles solo la acompañaba su hija, que salió de la sala cuando se mostraron dichos documentos. Veintisiete fotografías en las que se mostró a la víctima siendo penetrada por un juguete sexual o mostrando sus genitales. En algunas se vería a Gisèle con los ojos abiertos, un dato utilizado por algunas defensas para justificar que estaba consciente. “Está perfectamente despierta, en algunas se la ve sonreír”, señaló respecto a unas fotos que podrían no pertenecer a las secuencias de las violaciones.

Gisèle Pélicot estalló en cólera al escuchar estas palabras y respondió a todas las insinuaciones a las que había asistido hasta el momento: “En ningún momento di mi consentimiento al señor Pélicot, ni a estos hombres que están detrás de mí. ¿En qué momento un hombre decide por su mujer? Desde que llegué a esta sala de audiencias, me siento humillada. Me han llamado alcohólica, cómplice del señor Pélicot. He oído de todo, se necesita un grado de paciencia muy alto para soportar todo lo que tengo que escuchar.” Incluso el propio Dominique Pélicot pidió que no se sospechara más de ella.

El tono fue alzándose a medida que avanzaba la declaración, especialmente cuando se habló de la corta duración de las grabaciones que el ex marido de Gisèle realizó de su mujer siendo violada. La víctima llegó a encararse con uno de los abogados de los acusados a propósito de lo que podía o no considerarse una violación en función de lo que pueda durar, tal y como insinuó este letrado la semana pasada. “¿Es la violación una cuestión de tiempo? ¿Tres minutos? ¿Una hora? No importa cuánto tiempo pasaron, ¡vinieron a violarme!”, exclamó con fuerza. “¡Tengo la sensación de que la culpable soy yo, y que los 50 detrás son las víctimas!”, protestó Gisèle muy indignada.

La víctima también se refirió al único de los acusados que no la violó. “Jean-Pierre Maréchal, en esta sala, es el único que supo decir no. No juzgo lo que hizo con su esposa, pero es el único aquí que ha sabido decir no. Pero hay 50 hombres detrás que ni siquiera se plantearon la pregunta. ¿Qué tienen en el cerebro? Para mí, son degenerados.” Uno de los acusados en la sala, según los medios presentes, se irritó por el uso de la palabra y el tono utilizado. Pero Gisèle Pélicot volvió a levantar la voz. “¡Sí, son degenerados! ¡No estoy acostumbrada a enfadarme, pero, sinceramente, ya basta!”

Jean-Pierre Marechal, alias Rasmus en los foros sexuales que frecuentaba cuando tenía 53 años, es el hombre al que se refería la víctima. Maréchal, sin embargo, fue una suerte de discípulo de Pélicot. Suministró los mismos ansiolíticos a su esposa, con la que llevaba 30 años casado y había tenido cinco hijos, y la violó hasta 12 veces con su instructor. El miércoles, como el propio Pélicot había hecho el día anterior, se declaró culpable sin minimizar sus actos, pero buscó atenuarlos desmenuzando una biografía plagada de abusos, incestos y experiencias traumáticas que, según su relato, le habrían impedido discernir entre el bien y el mal en algunos momentos. Un argumento complicado de defender. Ni siquiera la víctima quiso compartirlo: “Todos los hombres no habrían actuado de la misma manera, no hay que meterles a todos en el mismo saco”.

“Solo quería violar a mi mujer”

La defensa de Maréchal busca demostrar que fue un artilugio de Pélicot. Pero él no asumió del todo el argumento este miércoles: “Soy responsable de lo que hice”, dijo. Dejó claro, sin embargo, que si no hubiera frecuentado Coco.fr, nada de todo esto hubiera ocurrido. Según su relato, una vez establecido el contacto con el principal acusado, Pelicot intentó primero convencerle para violar a su esposa, tal y como hizo con los otros 51 imputados. Maréchal, decidió no hacerlo. “Solo quería violar a mi mujer”, explicó el miércoles en la sala. A cambio, aceptó que Pélicot le revelase todos los secretos sobre cómo lograba que su esposa no fuera consciente de las violaciones y le convenció para que Maréchal los aplicase.

Maréchal, que fue los últimos años de su vida conductor en una cooperativa agrícola, era el penúltimo de diez hermanos. Jubilado cuando se descubrieron los hechos, creció en una familia muy pobre que tenía una granja en el sur de Francia. Su madre, explicó su abogado, era alcohólica y su padre extremadamente violento. “Los niños recibían palizas muchas noches atados a algún árbol de la propiedad. Se refugiaban en las jaulas de los conejos para escaparse del padre”.

La defensa del alumno de Pélicot se basa en buscar alguna atenuante en los traumas que, según su abogado, se encontrarían en la base de unos actos que jamás había cometido antes de conocer a Pélicot. “Fue violado por su padre, como sus hermanos y hermanas. Una de ellas, de hecho, nunca lo soportó y se suicidó. Es verdad que vivió 45 años sin manifestar una reacción a esos problemas, pero hubo un catalizador que provocó que todo saliera a flote: el encuentro con Pélicot. Fue así cómo cayó en la perversión que había visto en su casa, porque jamás había hecho algo así”, apunta Gontard. “Entró en un contexto en que no solo quería hacer lo mismo que Pélicot, sino hacerlo con él. Y eso hace pensar que Pélicot tenía un papel muy importante en sus actos. Los expertos dicen que Maréchal era muy influenciable y yo considero que lo manipuló”.

Las violaciones con Pélicot duraron hasta que Cilia M., que no ha denunciado a su marido, se despertó un día en plena agresión. Una noche de junio de 2020, abrió los ojos y sorprendió a un desconocido corpulento en su habitación, junto a su marido. Pélicot había huido y su esposo trató de justificar aquello explicando que aquel extraño quería ver su ropa interior (Maréchal es bisexual). “No le creí, pero de ahí a sospechar que era por violaciones...”, explicó el día que le tocó declarar.

Dominique Pélicot volvió a testificar este miércoles por la mañana. Y, precisamente, recordó aquella noche en la que la esposa de Jean-Pierre Maréchal se despertó mientras ellos abusaban de ella. “Confieso que cuando encendió la luz, me quedé impactado y me fui”, relató en un tono grave que contrasta con el que utilizó entonces por mensaje. “No se los tragó [señalaba Maréchal a propósito de los ansióliticos que le había suministrado y que no le causaron el efecto esperado]. Pregunta qué hacías aquí”. Y Pélicot le respondió: “Me miró fijamente, espero que no digas mi nombre”. [...] Maréchal siguió: “No me creyó”. Y su instructor terminó entre risas: “Es verdad que encontrarse a un desconocido en su habitación, jajaja”.

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