Detenido un hombre en Toledo por matar a tiros a la hija de su pareja y herir gravemente a esta
La joven, de 17 años, ha sido asesinada poco antes de las siete de la mañana en una calle de la localidad castellanomanchega de Otero
En la puerta del número 16 de la calle Plaza, en Otero (pequeño municipio en provincia de Toledo), permanecen tres bolsas de plástico con ropa de mujer y una maleta de color blanco a medio abrir con más enseres. La Guardia Civil mantiene acordonado el perímetro de esa vivienda unifamiliar propiedad del hombre que la mañana de este sábado, cuando aún no habían dado las siete, disparó a su pareja y a la hija de esta. A la adolescente, de 17 años, la mató de un tiro en la frente; a su madre la bala le llegó al pecho, está herida de gravedad, ingresada en el Hospital 12 de Octubre, en Madrid. No mucho después, la Guardia Civil detuvo a ese hombre de 45 años a apenas nueve kilómetros, en Santa Olalla. Y a las 15.15 de este mediodía, lo volvieron a llevar a la casa para una reconstrucción de los hechos.
Llegó “protegido” con una venda blanca en la cabeza y estuvo dentro de la vivienda hasta pasadas las cuatro de la tarde. Entonces, un coche de la Guardia Civil se lo volvió a llevar oculto en la parte de atrás del vehículo. Los agentes encontraron en la vivienda una plantación de marihuana, según informó por la tarde la delegada del Gobierno en Castilla-La Mancha Milagros Tolón.
Contra él, según confirman fuentes de la investigación, no constan denuncias por violencia machista de esta pareja. Ella, sin embargo, sí estaba dentro del Sistema VioGén —el de seguimiento de las víctimas de violencia machista— “por tres casos diferentes”, aunque “ninguno de ellos por este hombre”; también de que actualmente “tenía una orden de alejamiento de otro hombre desde junio de este año”. Es lo que en lenguaje oficial se llama “caso resistente”, mujeres que por diversos factores que las hacen más vulnerables atraviesan más de una relación en la que sus parejas son agresores machistas.
En Otero, una localidad de unos 180 habitantes, hacía días que escuchaban gritos. La presencia de maletas y bolsas apuntan a que la mujer quería marcharse, uno de los momentos de mayor riesgo para las mujeres que sufren violencia machista, por ser uno en los que el agresor siente que está perdiendo el control sobre su víctima. “Llevaban cuatro o cinco días de disputas continuas”, relata Mercedes, de 61 años, residente en la contigua calle Horno de Otero, que apenas llega a los 200 habitantes.
Desde su casa ha podido escuchar la secuencia de los hechos. “Nos han despertado a mí y a mi nieto, Iker. Ella gritaba que la iba a matar, que la iba a matar”, cuenta. Aún no se ha podido confirmar si esas señales de auxilio eran llamadas a la Guardia Civil de la zona o intentaban alertar a los vecinos, pero la disputa se ha trasladado en un momento dado a la calle, donde todavía se encuentra el equipaje. Cuando los agentes llegaron, los hechos ya se habían producido.
El conocimiento por parte de familiares, amigos, vecinos o conocidos de relaciones en las que se produce la violencia machista es una de las cuestiones sobre las que, desde el pasado año, el Gobierno ha puesto el foco. Piden que cualquiera que perciba cualquier signo alerte a las autoridades y recuerdan que también cualquier puede denunciar estos hechos para poner todos los obstáculos posibles a lo que es el último escalón de la violencia, el asesinato.
Desde el interior del bar Labrado, a 30 metros de la puerta de la vivienda, Ana Isabel, de 51 años, dueña del establecimiento y alcaldesa de Otero, pudo escuchar los disparos. “Primero varios al aire y luego los que mataron a la chica”, afirma pocas horas después de la agresión. Vieron pasar al hombre. “Juan, ¿qué pasa?”, le preguntaron.
Instantes después, la mujer del presunto autor de los hechos se arrastraba hasta la entrada, en medio de sollozos, apretándose con fuerza el vientre tras haber recibido un tiro por la espalda. “Mi hija está muerta, mi hija está muerta”, les anunciaba a los clientes del Labrado, tal y como explica David Murillo, de 42 años. Entre todos la tumbaron en el suelo para prestarle auxilio mientras la alcaldesa y Murillo corrieron en busca de la joven que se encontraba en la calle Horno, a pocos pasos. Al llegar, el hombre ya había huido mientras ella estaba en el suelo con un disparo en la frente.
Dieron aviso a las 7.00: Guardia Civil, un médico de urgencias, una UVI móvil y un helicóptero sanitario han formado parte del operativo para trasladar a la mujer, de 36 años, al Hospital 12 de Octubre, en Madrid. Allí, la tarde de este sábado, frente al edificio de Urgencias de ese hospital, unos 50 familiares esperan noticias. A un lado las mujeres rezan por el estado de la mujer mientras sus hijos corretean alrededor con las chanclas de baño.
En un corrillo de hombres se escucha con sumo respeto las palabras de S., primo de la mujer herida y portavoz de la familia que en el último momento prefiere no dar su nombre. “Está grave, en estado crítico. Ha recibido dos impactos, uno en el hemitórax y otro en el abdomen”, les anuncia. Dos de los que más atentos permanecen son dos hombres ―Ángel y Nicanor Fernández― ataviados con el luto gitano de la cabeza a los pies. Sus hijos, Fernando Fernández y Ángel Fernández, fallecieron en 2023. Son los dos menores cuyos restos se encontraron en un vertedero de Toledo a principios de ese año.
“¡Nos ha caído la negra con Toledo!”, se indigna otro primo del madrileño barrio de Vallecas, que los tiene agarrados de la mano. Mañana, dice S., esperan recibir el cuerpo de la joven asesinada tras completarse la autopsia. “Yo no sé qué autopsia hace falta. Ha sido un tiro cobarde en la cabeza”, afirma.
El presunto asesino, un hombre menudo de etnia gitana, al igual que las víctimas, llegó a Otero hace unos seis o siete meses para ocupar la casa que aseguran que es propiedad de la familia. Antes, dice Mercedes, la vecina, “vivía el hermano”, y asegura que lo que se escuchaba desde fuera también apuntaba a una relación de violencia. Lo dice desde la plaza del Ayuntamiento donde está convocada una concentración a las ocho y media de la tarde.
La mujer herida y su hija asesinada llegaron a ese pueblo hace menos de dos semanas. Ella, según confirman fuentes del Gobierno de Castilla-La Mancha, procede del barrio madrileño de Carabanchel. Al poco de llegar, el hombre apareció con ella en el bar Labrado para tomarse un café como solía hacer. “Esta es mi mujer”, anunció a todos los presentes.
Ahora, la investigación se mantiene abierta para conocer cómo se han producido los hechos. Se ha hecho cargo de ella la policía judicial de la Guardia Civil, se ha activado el laboratorio de criminalística de Toledo y, durante la noche de este sábado y los próximos días se instalará en Otero un dispositivo especial de la Guardia Civil ante la posible llegada al pueblo de familiares de la víctima o del presunto agresor.
El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, ha posteado en X sobre el asesinato machista: “No hay palabras para describir tanto dolor y tristeza. Toda mi repulsa y condena ante este crimen. Mi más sentido pésame a toda la familia y seres queridos, mi ánimo a todo el municipio y mis deseos de que su madre tenga una pronta recuperación”.
Los casos resistentes
En lo que va de año, nueve menores han sido víctimas mortales de la violencia vicaria machista; 62 desde que existen datos, en 2013. Y desde enero, han sido 29 las mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas; 1.273 desde que arrancó la estadística oficial, en 2003. Serán una más en cada una de esas estadísticas cuando se produzca la confirmación oficial. Pero esas bases de datos, que recogen información de forma continua y bastante completa, no permite, sin embargo, conocer cuántas de esas mujeres pasaron por más de una relación de violencia machista. Los llamados casos resistentes, como es el de esta mujer de Otero.
Ella sería, en lenguaje técnico, una mujer polivictimizada (victimizada por múltiples parejas); y también multivictimizada (victimizada en dos o más ocasiones por la misma pareja)”. Conocer exactamente cómo se produce esa violencia es importante para “ajustar más y mejor la atención, tanto preventiva y de intervención como de protección personalizada”, decía el pasado año el estudio Perfiles de alto riesgo en violencia de género en Madrid: victimización y revictimización de mujeres y menores a su cargo, en el que participó la Secretaria de Estado de Seguridad del Ministerio de Interior—.
Ese informe se remitía a los estudios internacionales —en España la literatura científica sobre la revictimizción no es muy amplia— para señalar que una “proporción importante de las mujeres víctimas (en una horquilla de entre el 25% y el 60%) suelen tener historias de victimización previa, sufriendo nuevas agresiones en relaciones posteriores” y “siendo el periodo de mayor riesgo los tres años” que le siguen a un episodio de violencia concreto.
Miguel Lorente, exdelegado del Gobierno contra la Violencia de Género y médico forense, apunta a un agujero en la atención a las víctimas: “Cuando hay una denuncia, rápidamente se actúa sobre el agresor, y a ella se le explican las distintas medidas y servicios a las que puede acogerse, pero lo que no hay es un abordaje específico de las consecuencias en su salud, física y mental”.
La violencia, explica, produce una alteración en la salud de las mujeres analizada y estudiada desde hace años. “Cuando tú tienes conocimiento, como Administración, de esa víctima, y ya está en tu red [estaba en el Sistema VioGén], debería hacerse un abordaje terapéutico, desde la sanidad, para la recuperación de esa mujer, con ella en el centro, con un papel activo en todo el proceso en el que ella pueda decidir qué necesita para esa recuperación”. Si eso se llevara a cabo, afirma, sería “mucho más complicado” que una mujer volviera a ser víctima; y, de no hacerse, ocurre, como en este caso, que una víctima pueda serla de hasta tres parejas distintas, “y la probabilidad de que vuelva a suceder es cada vez más alta por el deterioro físico, psíquico y emocional de estas mujeres, y la normalización y justificación que hacen de la violencia que sufren, cada vez mayor”.
Además, ahonda Lorente, en casos como este se genera “una trampa” que busca responsabilizar a la mujer que sufre la violencia: “Pasa por ejemplo cuando alguien se pregunta cómo es posible que después de una relación con un maltratador, mucho más si han sido varias relaciones, la mujer no haya aprendido a identificarlos y a evitarlos; juega con la misma idea que les dicen, incluso desde los juzgados a veces, cuando les preguntan a estas mujeres cómo es posible que lleve cuatro años sufriendo violencia de género y no hayan denunciado hasta hoy. Y son trampas porque no consideran todos los factores sociales y culturales que llevan a reducir lo que es una violencia mantenida en el tiempo a agresiones puntuales, y las agresiones a circunstancias o conflictos aislados al margen de la voluntad e intención del agresor para controlar a la mujer, incluso responsabilizándola él mismo de la violencia que sufre”.
Y las consecuencias para la integridad física y mental de esas mujeres, apuntaba el estudio sobre los perfiles de alto riesgo en violencia machista, “son mucho más graves”, ya que les hace mucho más difícil recuperarse, y las secuelas “se extienden más en el tiempo, necesitando soporte y ayuda profesional y legal a lo largo de un periodo prolongado de las vidas de las víctimas”.
El teléfono 016 atiende a las víctimas de violencia machista, a sus familias y a su entorno las 24 horas del día, todos los días del año, en 53 idiomas diferentes. El número no queda registrado en la factura telefónica, pero hay que borrar la llamada del dispositivo. También se puede contactar a través del correo electrónico 016-online@igualdad.gob.es y por WhatsApp en el número 600 000 016. Los menores pueden dirigirse al teléfono de la Fundación ANAR 900 20 20 10. Si es una situación de emergencia, se puede llamar al 112 o a los teléfonos de la Policía Nacional (091) y de la Guardia Civil (062). Y en caso de no poder llamar, se puede recurrir a la aplicación ALERTCOPS, desde la que se envía una señal de alerta a la Policía con geolocalización.