El Papa dice que “los cotilleos son cosa de mujeres” días después de la polémica del “mariconeo”

Francisco aseguró, en una reunión con jóvenes sacerdotes, que los hombres “llevan pantalones” y por eso “deben decir las cosas” claramente, según la prensa italiana

El papa Francisco durante un acto en el Vaticano, el 29 de mayo.Guglielmo Mangiapane (REUTERS)

La semana no ha sido la mejor para el papa Francisco. O al menos para la solidez de su discurso público respecto a los homosexuales y a las mujeres. El lunes se supo que el Papa había usado el término “mariconeo” para señalar ante 200 obispos que hay demasiados homosexuales en los seminarios y no deben admitirlos. Y el jueves, otro medio ita...

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La semana no ha sido la mejor para el papa Francisco. O al menos para la solidez de su discurso público respecto a los homosexuales y a las mujeres. El lunes se supo que el Papa había usado el término “mariconeo” para señalar ante 200 obispos que hay demasiados homosexuales en los seminarios y no deben admitirlos. Y el jueves, otro medio italiano publicó que, en una nueva reunión a puerta cerrada, esta vez con jóvenes sacerdotes, les animó a que dejaran de lado los cotilleos y los chismes porque “son cosa de mujeres”. “Nosotros llevamos pantalones, debemos decir las cosas”, insistió, según los medios italianos, pidiendo que los sacerdotes vayan de cara para afrontar determinadas cuestiones.

Los dos episodios chocan de lleno contra dos de los temas con los que Francisco ha intentado convencer a la opinión pública de una cierta apertura de la Iglesia en los últimos años. En el apartado de las mujeres, Francisco ha hecho gestos en la inclusión femenina en órganos de decisión y puestos ejecutivos de la Iglesia y el Vaticano. Ha cerrado la puerta claramente a su ordenamiento como diaconisas, pero ha insistido en una idea de feminizar la Iglesia y a finales de marzo, por ejemplo, escogió una cárcel de mujeres para la tradición de lavar los pies a los reclusos. Sus comentarios y sus opiniones jocosas en privado, sin embargo, van en otra dirección.

En otra ocasión, durante el sínodo organizado para combatir los abusos en la Iglesia, el Papa opinó que dar más funciones a la mujer en la Iglesia no resolvería el problema, pero dijo que el “estilo” femenino debe integrarse en el pensamiento de la institución. Además, el Pontífice afirmó que “invitar a hablar a una mujer no es entrar en la modalidad de un feminismo eclesiástico, porque a fin de cuentas todo feminismo termina siendo un machismo con faldas”.

Francisco se excusó el martes mediante un comunicado de la oficina de prensa del Vaticano por haber dicho en una reunión con 200 obispos italianos que en los seminarios hay “demasiado mariconeo” y que no deben aceptarse homosexuales. El Pontífice hizo estas impactantes declaraciones en un encuentro a puerta cerrada en el Vaticano. En su respuesta al revuelo formado, Francisco aseguró que no quería ser “homófobo” y pidió perdón “a quien pudiese sentirse ofendido por el uso de un término al que se han referido otros”.

El pasado lunes 20 de mayo, en la antigua sala del sínodo del Vaticano, Francisco se reunió con los obispos italianos durante su asamblea de primavera. Desde el inicio de su pontificado, este ha sido un momento crucial para un intercambio directo y sin filtros entre Francisco y la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), con preguntas y respuestas a puerta cerrada, en un ambiente fraternal pero franco. En esta ocasión, surgió de nuevo la cuestión de la supuesta gran tasa de homosexualidad en los seminarios católicos.

Según publicó primero la web Dagospía —información exclusiva, algo gamberra— y luego confirmó el periódico La Repubblica, el Papa fue categórico: no deben admitirse personas homosexuales en los seminarios. Durante la conversación, que según las fuentes que cita el medio italiano fue muy coloquial, el pontífice argentino comentó en tono jocoso que ya hay demasiado “mariconeo [el término en italiano fue frociaggine]” en ciertos seminarios. Una idea, la de la supuesta alta presencia de personas homosexuales en los seminarios, compartida en realidad por gran parte de la Iglesia, que también extiende esa valoración a muchos otros ámbitos, incluido el propio Vaticano.

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