Conversaciones a la contra

Carla Antonelli, primera senadora trans: “Hay mucha hipocresía. Parece que algunos políticos no tienen sexo”

La política y activista ha roto todos los techos de cristal de las mujeres transexuales. Ahora publica sus memorias, ‘La mujer volcán’, el relato de un viaje que incluye exilio, supervivencia, farándula y una lucha épica por la posibilidad de ser

"Todavía hay dirigentes socialistas que hablan mucho sobre el matrimonio igualitario y muy poco sobre la identidad de género", dice la senadora Carla Antonelli, que acaba de publicar sus memorias.Mario Bermudo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

La mujer volcán, la autobiografía que Carla Antonelli (Güímar, 64 años) acaba de publicar con Plaza & Janés, estuvo a punto de ser un libro póstumo. “Hace unas semanas casi me muero. Ingresé en el hospital con broncoespasmos, principio de neumonía y una bacteria. No podía respirar. Me dije a mí misma: ‘Me muero, pero con los tacones puestos”, explica ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La mujer volcán, la autobiografía que Carla Antonelli (Güímar, 64 años) acaba de publicar con Plaza & Janés, estuvo a punto de ser un libro póstumo. “Hace unas semanas casi me muero. Ingresé en el hospital con broncoespasmos, principio de neumonía y una bacteria. No podía respirar. Me dije a mí misma: ‘Me muero, pero con los tacones puestos”, explica la política, activista y senadora de las Cortes Generales por Más Madrid. Suelta una carcajada, pero admite que en esas horas oscuras vio su vida pasar por delante de sus ojos: su infancia en un pequeño pueblo de Tenerife, donde sufrió el acoso de otros niños; su juventud en Las Palmas de Gran Canaria, donde tuvo que ejercer la prostitución para poder comer; su llegada a Barcelona, donde dio sus primeros pasos como artista de revista y espectáculos transformistas; su salto a Madrid para trabajar en clubs de alterne y bares…

“Te prometo que vi toda mi vida pasar”, repite, sin poder contener unas lágrimas. Toda esa vida la ha plasmado en La mujer volcán, memorias que ha escrito junto al politólogo Marcos Dosantos. De su salto a la fama en la época de la Transición y el destape a convertirse en la primera persona transexual en tener un cargo legislativo en España; pasando por su papel en la serie El síndrome de Ulises, que la convirtió en la primera actriz trans con un rol fijo en la televisión de nuestro país; su etapa como tertuliana en Crónicas Marcianas; su activismo y su lucha para la aprobación del matrimonio igualitario y la ley de identidad de género; y su “divorcio” de los socialistas por defender una “ley trans” sin recortes ni demoras. A diferencia de otras memorias políticas, las suyas son un auténtico striptease sentimental en el que habla de lo que muchos no se atreverían: abusos, violencia machista, depresiones, drogas y sexo, la movida madrileña y hasta un encuentro con Bertín Osborne.

Pregunta. ¿Lo ha contado todo?

Respuesta. Como digo en el libro, quién carajo cuenta todo.

P. Pero cuenta más que otras y otros…

R. Mira, cuando llegué a la Asamblea de Madrid, un periódico me hizo una entrevista. La titularon: “Carla Antonelli, de hacer la esquina al escaño”. Aprendí una cosa: antes de que lo cuenten otros, lo cuento yo. Soy coherente y consecuente. De eso se trata el trabajo que hago: de que no haya ninguna persona en ninguna esquina por obligación. Hemos hecho posible que muchas mujeres trans estén estudiando y terminando carreras, que puedan tener opciones, que puedan estar protegidas por sus familias, que puedan ser queridas y amadas…

P. Pedro Sánchez ha anunciado una proposición de ley para abolir la prostitución. ¿Qué opina?

R. Yo terminé en la esquina porque no había más. Hay que perseguir todo tipo de explotación y trata y situaciones forzadas o en contra de la voluntad. Pero también hay que ponerse en el lugar de todas. Hay que pensar en las personas a las que les pides que dejen ese trabajo y hay que buscarles una salida. Muchas veces, a los políticos les importan bien poco las prostitutas. Quieren solucionar un problema, pero no buscan soluciones reales para los seres humanos. Las prostitutas siempre son el flanco más débil de este problema. Hay que escucharlas. Yo vengo de donde vengo y no puedo negar que vengo de una esquina. Por eso no puedo ser abolicionista. No tendría sentido ni sería coherente. Nadie me puso una pistola en la cabeza, pero sí me vi obligada a esa situación y esa situación me hizo salir adelante. No quiero que nadie más esté en una esquina por obligación. Quiero que todo el mundo tenga una oportunidad.

P. Cuando trabajaba en un club de alterne, veía mucho a un político al que no quiere nombrar. ¿Sigue habiendo mucha hipocresía en la política respecto al sexo?

R. Muchísima. En Más Madrid acabamos de hacer una campaña con el lema “Queremos una casa para poder follar” y no te quiero contar las escandaleras que se formaron en la Asamblea de Madrid. Parece que algunos políticos no tienen sexo. Todo el mundo se acuesta, menos las personas asexuales. De todas las letras del colectivo LGTBIQ+, yo ya estoy caminando hacia la A de asexual. Pero todos hacen cosas en la cama. Me gustaría ver por un agujerito lo que hacen algunos. Hay mucha hipocresía.

P. Su madre la llamó Carla por primera vez cuando estaba en el lecho de muerte. Usted ya tenía 57 años. ¿Fue demasiado tarde o nunca es tarde?

R. Nunca es tarde. Mi madre aprendió a hablar en neutro para no ofenderme. Ya al final de su vida, en la cama y postrada, me llamó “Carla, Carlota”. Y me confesó: “Es que hay cosas que cuestan mucho entender”.

P. Durante mucho tiempo tuvo miedo a la muerte precoz. ¿Sigue temiéndole a la muerte?

R. No, ya no. Ingresé en la UCI el día 21 de febrero y me vi con un pie en un lado y con un pie en el otro. No podía respirar, pero me puse a mandar mensajes de WhatsApp diciendo que si me moría tenían que velarme en el salón del pleno de la Asamblea, y que tenían que poner Dancing Queen de Abba y colgar la bandera trans en la grada de invitados.

P. En su libro cuenta que en los años de la movida Bertín Osborne la invitó a una copa en Joy Eslava. ¿Qué pasó?

R. Coincidimos allí. Me invitó a su mesa, donde estaban Ana García Obregón, Georgio Aresu y otros. Percibí que era el centro de atención. Empecé a sentirme muy incómoda. Entonces me levanté y me fui a mi mesa. Pedro Trapote, dueño de Joy Eslava, siempre tenía una mesa para mí con una botella de whisky. Además, sinceramente, no veía guapo a Bertín.

P. Pero, ¿qué quería?

R. Nunca se sabrá. Yo lo único que sé es que se acercó, me invitó a una copa y me dijo: “Eres muy guapa”. Ahí había centímetros. Pero no hubo capítulo siguiente. Narro las cosas como fueron. Yo era tremenda en esa época. En el caso de Bertín, no hubo amago. Todo lo contrario.

"Mi madre aprendió a hablar en neutro para no ofenderme. Ya al final de su vida, en la cama, me llamó 'Carla, Carlota”, recuerda AntonelliMario Bermudo

P. Cuando tenía 30 años, tuvo una pareja que la maltrataba. Fue víctima de violencia machista. ¿Las mujeres trans son un blanco más fácil?

R. Absolutamente. Hay gente que dice: “¿Por qué no te fuiste cuando te dio la primera hostia?”. Esa gente no entiende que la violencia comienza cuando ya estás metida en una jaula de hierro. Y no es fácil salir de esa jaula. Me parecía importante contar esto, más siendo una mujer trans. Algunos creen que por ser mujer trans no puedes sufrir violencia machista.

P. Tras esa relación, se prometió a sí misma ser feliz sin un hombre. ¿Lo ha conseguido?

R. Soy feliz con mi soledad elegida. Soy feliz porque tengo muchos amigos y amigas y los tengo por todos lados. Sin esta soledad elegida, no habría podido reflexionar tanto sobre mi vida.

P. En su día, echó un pulso al PSOE para que la ley de identidad de género saliera adelante y pagó un precio por ello. Le dieron la espalda. ¿Alguien le pidió disculpas?

R. Muchos me han reconocido aquel error. Hace unos años lloré con Zapatero, lloramos juntos. Fue el reencuentro que había soñado. Zapatero reconoció que la ley de identidad de género tendría que haber salido antes que la del matrimonio igualitario, que en ese momento era más importante tener un DNI que poder casarse. Eso significó todo para mí. Pero, si te fijas, todavía hay dirigentes socialistas que hablan mucho sobre el matrimonio igualitario y muy poco sobre la identidad de género.

P. Yolanda Díaz le ofreció ser diputada y lo rechazó. ¿Se ve en un futuro en el Congreso de los Diputados?

R. Para mí, el mañana es hoy. Yo pienso en el hoy, en Más Madrid. Le agradezco mucho a Yolanda Díaz ese ofrecimiento, pero mi lugar está en el Senado. Soy fiel y respetuosa con quien me ha tendido la mano en los momentos de oscuridad. Por eso la dedicatoria de mi libro es: “Para quienes se quedaron cuando ya no había nadie”.

Sobre la firma

Más información

Archivado En