El director de la escolanía y otros cinco docentes elevan a 15 los acusados de abusos en los jesuitas de Casp en Barcelona
La orden admite el caso de Antonio Moré, que pasó décadas de responsable de la escuela Kostka. Ha indemnizado a una víctima imponiendo una cláusula de silencio, prohibida por el Papa
EL PAÍS puso en marcha en 2018 una investigación de la pederastia en la Iglesia española y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce algún caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en América Latina, la dirección es: abusosamerica@elpais.es.
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EL PAÍS puso en marcha en 2018 una investigación de la pederastia en la Iglesia española y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce algún caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en América Latina, la dirección es: abusosamerica@elpais.es.
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El escándalo por los abusos de menores en el pasado en el colegio Casp de los jesuitas de Barcelona sigue creciendo. Este diario, tras destapar el caso de Francesc Peris que ha desencadenado la alarma, había contabilizado hasta ahora acusaciones contra nueve profesores, pero ya se elevan a 15. Deben sumarse dos más publicados luego por La Vanguardia (P. L. C. y A. P. P., que dejaron la orden en los años setenta) y cuatro en la otra escuela del complejo de la calle Casp, el colegio San Estanislao de Kostka, según la base de datos de EL PAÍS, la única existente sobre la pederastia en la Iglesia española, ante la ausencia de datos oficiales. Los jesuitas se siguen negando a aclarar todo lo que saben, número total de acusados, de denuncias y en qué lugares. Es la orden con más acusados en España, un total de 143, con al menos 326 víctimas. En el caso de Peris, acusado en Bolivia y en el colegio de Casp, las personas que lo acusan recabadas por este diario ascienden ya a 13. Los jesuitas no revelan las que conocen.
El Kostka, que era el colegio para niños con menos recursos, frente al de Casp, que era de pago, permaneció en ese bloque de edificios hasta 1984, cuando se trasladó al barrio de Gracia. Nació ligado a la escolanía del complejo, y el director, tanto del centro como del coro, era Antonio Moré de Mora, un personaje prestigioso, pariente de la reina Fabiola de Bélgica, que fue uno de los fundadores del colegio y pasó allí varias décadas. De hecho, la entidad que fue titular del colegio entre 1995 y 2010 se llamaba Fundación Moré de Mora. En realidad, lo cierto es que los jesuitas admiten ahora que incluyeron a este religioso en su informe de 2021 en la lista de casos de pederastia reconocidos por la Compañía de Jesús en España.
La opacidad del documento, sin detalles de ningún tipo de los casos reconocidos, impedía saberlo. EL PAÍS ha recabado dos testimonios de los años sesenta que revelan sus prácticas, y la orden ha indemnizado a uno de ellos. Los otros tres acusados en este centro no han sido identificados: uno lo admitieron también los jesuitas en su informe de 2021, por hechos cometidos entre 1970 y 1975, y otros dos son seglares que señaló la emisora RAC1 en 2016, por acusaciones de 1978.
“Yo sufrí abusos del hermano Moré durante dos años, entre 1967 y 1969, de los 12 a los 14 años. En aquella época yo sufría dolores de estómago y él me hacía friegas de alcohol en la barriga, pero poco a poco empezó a bajar hacia los genitales y me tocaba”, recuerda F. G., exalumno del centro, en una denuncia presentada ante la Policía. Todos los estudiantes del Kostka, mediopensionistas, eran miembros de la escolanía y también hacían de monaguillos en las misas, por lo que pasaban unas doce horas en el centro, sábados incluidos y también la misa del domingo, en continua convivencia con Moré. “En otra ocasión, con la excusa de evitar una posible operación de fimosis, me explicó que podíamos hacer unos ejercicios que consistían en aplicar una lavativa en el pene, con agua caliente, y me masturbaba hasta eyacular. Yo era muy joven y no sabía nada de sexo. Esto duró unos dos años, se acabó cuando me cambié de colegio. Alguna vez lo dije en casa y mis padres no lo creyeron, porque no concebían que un cura pudiera hacer esas cosas”, concluye.
Este antiguo alumno, que ahora tiene 68 años, denunció los hechos a los jesuitas en 2018. Asegura que, según el responsable de Jesuïtes Educació con el que se entrevistó, “Moré fue apartado de sus funciones, tanto del colegio como de la escolanía, y acabó sus días en una residencia de jesuitas fuera de Cataluña con ‘mala fama’”. La Compañía no aclara a este diario cuándo dejó de tener contacto con menores, aunque los testimonios recogidos indican que fue al menos hasta los años ochenta.
Finalmente la orden indemnizó a F. G. con 9.000 euros el año pasado, dentro de las tarifas que la Compañía de Jesús está utilizando para compensar los abusos, reveladas por EL PAÍS. Van de 15.000 para los casos más graves, a 10.000 para los de mediana entidad, y 5.000 para los considerados leves, cantidades muy escasas en comparación con las que la misma congregación está abonando en Estados Unidos, por ejemplo.
Sin embargo, F. G. se sintió muy maltratado. Negoció con un despacho de abogados de Madrid por videoconferencia y además, como en otros casos documentados por este diario, la congregación se negó a negociar nada si la víctima no firmaba una cláusula de confidencialidad. Imponer el silencio a las víctimas de abusos es una práctica prohibida por el Papa, que es jesuita, pero su propia orden le desobedece en España. Lo recuerda, de hecho, la reciente Instrucción sobre Abusos de la Conferencia Episcopal (CEE), en su artículo 5.5. “Mi único motivo para contarlo es que no se olvide la influencia de la pederastia eclesiástica, en tantas generaciones de niños que inocentemente hemos cargado con un trauma que no nos pertenece y que ya no nos abandona”, resume F. G.
Otro antiguo estudiante del Kostka también informó a los jesuitas de su experiencia con Moré. Ocurrió antes, entre 1960 y 1964, y aunque no le llegó a pasar nada, lo ha contado por si podía reforzar la credibilidad de otras denuncias, como así ha sido: “Un día, estando en la salita en la que pasábamos el rato los monaguillos en los tiempos libres, me quejaba de molestias lumbares. El hermano Moré me mandó subir a una sala en la que se guardaban todas las sotanas de diferentes colores. Me llamó la atención que cerrara la puerta con pestillo. Me mandó que me quitara el pantalón y la camisa, quedándome en calzoncillos. Traía una botella con un líquido y me empezó a dar masajes en la espalda. Al poco rato dijo que si me molestaba más abajo me quitara los calzoncillos que me daría masaje más abajo. Yo me asusté, me vestí rápidamente y salí de la sala”. Cuando escribió a la Compañía le respondieron con un breve mensaje: “Lamentamos su experiencia. Su testimonio será tenido en cuenta de cara a la investigación que llevamos a cabo”. También le ofrecían una entrevista con un responsable, pero asegura que nunca volvió a tener noticias de la orden.
Otro de esos nuevos casos que han salido a la luz en Casp, el de P. L. C., tiene interés por un detalle: la orden señala que dejó la orden en los setenta, y su nombre aparece en los años posteriores como responsable del Departamento de Educación de la Generalitat. Un exalumno le acusa de abusos en un escrito que ha enviado al despacho de abogados Cremades & Calvo Sotelo, al que la CEE ha encomendado una auditoría sobre los abusos de menores en la Iglesia española. “El padre P. L. C. se masturba mientras me pregunta como lo hago yo y me intimida por masturbarme por ser pecado”, escribe en el documento, al que ha tenido acceso este diario.
Este denunciante acusa a este jesuita y otros dos, entre 1959 y 1968. Uno es el hermano C., ya desvelado por EL PAÍS y al que ya señalan 5 exalumnos: “El hermano C. me realiza tocamientos en los genitales prácticamente a diario”. En cuanto al padre A. P. P. asegura: “Intenta violarme porque es la voluntad de Dios y yo consigo rechazarlo”.
Este antiguo estudiante de Casp, que ahora tiene 71 años, relata que estos abusos le han marcado profundamente: “Mi adolescencia fue durísima y mi juventud también. Me he autoculpado y mi ira reprimida creo que es en parte el origen de mi depresión”. Ha sufrido ataques de pánico desde su juventud y ha pasado gran parte de su vida en tratamiento con antidepresivos y ansiolíticos y con control psiquiátrico. A ello se ha sumado la decepción con la Iglesia, pues lo denunció en 2014 e incluso escribió al Papa: “Nadie de la Iglesia católica se ha puesto en contacto conmigo”. El lunes, tras aparecer su caso en prensa, le llamó el obispo auxiliar de Barcelona y se reunió con él para pedirle perdón, según informó el arzobispado de la capital catalana.
Por otro lado, la Compañía sigue sin aclarar el caso de Jordi Alonso, que estuvo unos años en el colegio como profesor de primaria, en la década de 2000, y luego se marchó “repentinamente”, según los testimonios recogidos por EL PAÍS. Se trasladó a un colegio público de la zona de El Montseny, donde pocos años después fue denunciado por abusos sobre seis niñas entre 2011 y 2013. Terminó condenado a 30 años de cárcel en 2015. Los jesuitas no responden a la pregunta de si tuvieron constancia de acusaciones contra él durante su etapa en el colegio Casp.