Sanidad pública para perros y gatos en Brasil

São Paulo, con cuatro hospitales veterinarios municipales para vecinos pobres, atiende miles de mascotas en una iniciativa que tienen otras ciudades latinoamericanas, pero que no existe en Europa

El brasileño André Luiz Barbisa espera que su perro sea atendido, el miércoles pasado, en el Hospital Veterinario Municipal Norte de São Paulo, uno de los cuatro de la ciudad.Lela Beltrão

Charlie, un precioso labrador de pelo dorado, dormita sobre una manta en una sala de espera con decenas de perros y gatos en São Paulo. La verdad, nunca había estado así de enfermo. Primero fue el sarpullido en el hocico. Lupus, sospechó la veterinaria, y recomendó una biopsia hace ya varios días. Kelly Queiroz, de 31 años, pagó aquella consulta privada de su mascota, pero hacerle la prueba, imposible: “Eran 200 reales”, dice. O sea, 36 euros, 40 dólares. No se lo podía permitir. Demasiado dinero, así...

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Charlie, un precioso labrador de pelo dorado, dormita sobre una manta en una sala de espera con decenas de perros y gatos en São Paulo. La verdad, nunca había estado así de enfermo. Primero fue el sarpullido en el hocico. Lupus, sospechó la veterinaria, y recomendó una biopsia hace ya varios días. Kelly Queiroz, de 31 años, pagó aquella consulta privada de su mascota, pero hacerle la prueba, imposible: “Eran 200 reales”, dice. O sea, 36 euros, 40 dólares. No se lo podía permitir. Demasiado dinero, así que esta brasileña decidió esperar, a ver si el perro mejoraba. Pero no, empeoró. “Dejó de comer, se le hincharon las patas”, cuenta Queiroz. Angustiada, contrató un seguro canino, pero resulta que al principio solo cubre urgencias. Y Charlie estaba malo, pero no tan grave. Fue una compañera de trabajo en el museo donde atiende la recepción quien le habló de este hospital veterinario público y gratuito. Sorpresa y alivio.

Y aquí está, en la cola para que a Charlie le hagan un ultrasonido y le pongan un suero en el Hospital Veterinario Municipal Norte de São Paulo. Al perro le acaban de sacar sangre, tiene cita para el dermatólogo, pero sigue sin diagnóstico definitivo. “Solo con saber que no es grave, estoy más aliviada. Y la tranquilidad de que reciba tratamiento sin malabarismos imposibles de pagar. La doctora Giulia le ha atendido de maravilla…. Hasta he llorado”, decía emocionada este pasado miércoles. Diez horas antes, a medianoche, se puso a la cola con Charlie y una manta. La demanda es enorme, así que ser atendido requiere paciencia, lo que disuade a quien puede permitirse la privada.

Los vecinos de baja renta, los que no pueden pagarse clínica en la ciudad más rica y poblada de Latinoamérica, son los usuarios prioritarios de los cuatro hospitales veterinarios del Ayuntamiento de São Paulo, una ciudad donde 12 millones de vecinos conviven con 1,9 millones de canes y más de 800.000 gatos, cifras que aumentarán en el censo que está a punto de salir del horno.

La perra 'Mili', durante una sesión de quimioterapia en un hospital veterinario público de São Paulo el pasado miércoles.Lela Beltrão

Es un servicio municipal y gratuito con un abanico de especialidades realmente impresionante, de oftalmología a ortopedia, odontología u oncología. En estos pasillos se cruzan un perro con una pata amputada, otro que padece diabetes con un gato en tratamiento de cáncer y un ejército de jóvenes veterinarias y enfermeras con uniforme y bandanas de colores. El local es sobrio, sin lujos, pero con unidad de cuidados intensivos y tres quirófanos.

En la UCI, una enfermera mece amorosamente y alimenta con una jeringuilla a Mika, una minina de 45 días con tríade felina neonatal. Allí mismo toman la tensión a Tom, un gato bravo con ojos espectaculares que sufre una obstrucción de la uretra y está enchufado a una sonda. Solo esta unidad cuenta con unos 30 veterinarios y una decena de enfermeras.

El doctor Daniel Leite da Silva dirige la red de hospitales veterinarios del Ayuntamiento paulistano. ¿Que por qué decide una ciudad dedicar dinero público a este fin? Pues, explica, porque crea un círculo virtuoso para los animales y quienes conviven con ellos: “Evitamos el abandono, nos permite mantener la vigilancia epidemiológica para evitar las zoonosis, las enfermedades que saltan de animales a humanos, y ayudamos a cuidar de la salud emocional del tutor, que logra cuidar del bienestar de su mascota”.

Una enfermera veterinaria atiende a un paciente, el pasado miércoles, en un hospital municipal para perros y gatos de São Paulo.Lela Beltrão

Con un equipo de 145 veterinarios y casi un centenar de auxiliares, el año pasado atendieron 130.000 servicios entre los cuatro hospitales. El presupuesto para este año ronda los 27 millones de reales (4,8 millones de euros, 5,3 millones de dólares).

La experiencia de São Paulo, que abrió su primer hospital veterinario municipal en 2012, está consolidada y ha inspirado a ciudades como Brasilia, Salvador de Bahía o Guarulhos. Existen centros similares en México y Argentina; y El Salvador acaba de inaugurar uno. A los usuarios brasileños les sorprende saber que no los hay en la rica Europa. Como explica Micaela de la Maza, creadora de srperro.com, una web sobre el universo canino, “en Europa no existen, a finales de 2022 se anunció el primer hospital público en Roma. Ese anuncio hizo mucho ruido mediático y el tema incluso ha entrado en la campaña electoral española”.

Tanto en Brasil como en buena parte del mundo más rico, las mascotas están dejando de ser consideradas como una propiedad para convertirse en miembros de la familia. Es la humanización de perros y gatos. El doctor Da Silva llama la atención sobre cómo ese cambio se refleja incluso en la terminología: “Cuando entré en la facultad, en 2003, los llamábamos dueños o propietarios, luego tutores o responsables y ahora algunos se denominan madres y padres bichológicos [en un juego de palabras con bicho, animal en portugués]”. Él, como todos los veterinarios y enfermeras consultados en el centro, convive con mascotas. En su caso, dos gatos y un perro mil leches. Los programas de adopción y de castración quirúrgica son otras de las patas de su trabajo. “Aquí no hay eutanasia indiscriminada”, apunta.

Dos cirujanos veterinarios intervienen a un animal en uno de los tres quirófanos del Hospital Veterinario Municipal Norte de São Paulo, el miércoles pasado.Lela Beltrão

La atención veterinaria gratuita también se puede entender como un mitigador de la desigualdad en Brasil, un país que se enorgullece de haber creado el mayor sistema público de salud para humanos del planeta (ni EEUU, ni China ni India tienen nada parecido), pero donde la brecha entre ricos y pobres es aún abismal. Y, cómo no, tiene su reflejo en el universo canino.

Porque São Paulo es una ciudad donde decenas de miles de personas viven en las calles mientras los ejecutivos más poderosos evitan los atascos moviéndose en aerotaxi. Los sin techo de la megalópolis pueden llevar a sus perros al veterinario gratuito a través de los servicios sociales mientras los más pudientes, cuando salen de viaje, dejan a sus perros en hoteles de cinco estrellas, con piscina y sauna. La ciudad está punteada por tiendas gigantescas abiertas 24 horas que venden todo lo imaginable para alimentar, cuidar y malcriar al animal; las guarderías de día tienen cámaras para vigilar a la mascota desde el trabajo o el gimnasio; y pasearla en un carrito de bebé o dejarla en manos de un paseaperros es algo cotidiano en los barrios privilegiados.

En la sala de espera del hospital no se oye un ladrido, si acaso, algún gemido. Estos profesionales llegan a operar fracturas de columna, pero en general atienden servicios de complejidad baja y media. Tampoco disponen del último grito en tecnología. Como dice el jefe veterinario Da Silva, que compara sus recursos con lo que vio en su visita al hospital veterinario de la Universidad de Florida, “allí la atención es para quien la puede pagar, aquí buscamos llegar a un público lo más amplio posible”. En un pispás hace la cuenta: “Con lo que cuesta una tomografía, nosotros hacemos cinco rayos X”.

La gata 'Mica', que tiene 45 días, es alimentada por una enfermera en la unidad de cuidados intensivos de un hospital público veterinario de São Paulo, el miércoles pasado. Lela Beltrão

Teo, el gato de Maria Zuleni dos Santos, dependienta en una panadería, tiene 11 años y un cáncer de intestino. Formal, espera a la oncóloga en su transportín.

Zyon aguarda al médico generalista. “Príncipe, dile algo a mamá”, le anima Adriana Costa a su caniche, que antes del puente del Primero de Mayo dejó de comer y casi de beber. Costa y su pareja vienen porque un par de días de hospitalización en una clínica les ha hecho un agujero de 90 euros y cada consulta son 36, un ritmo imposible con su salario de limpiadora en un ambulatorio. Mientras charla, sigue atenta a los avisos. En cuanto oiga que la enfermera llama alto y claro “Zyon de Adriana, puede pasar, Zyon de Adriana…”, lo llevará en brazos a la consulta.

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