En la zona de exclusión del volcán de La Palma: un reino de ceniza y edificios abandonados
El entorno del cono ofrece una visión apocalíptica de la isla con casas y viñedos cubiertos de una enorme capa gris, centros turísticos desolados e invernaderos derrumbados
Un paisaje desolador se descubre después de que la Guardia Civil permita el tránsito. Es el de la zona de exclusión del volcán de Cumbre Vieja, en La Palma. En pocos kilómetros, la frondosa arboleda que cubre la ruta cede el protagonismo a profundos barrancos de lavas centenarias renovadas por el manto piroclástico que el interior de la Tierra ha vuelto a vomitar. Por el camino van pasando poblaciones (Jedey, Las Manchas de Abajo, Las Hoyas) y todas ellas ofrecen el mismo escenario de casas abandonadas ...
Un paisaje desolador se descubre después de que la Guardia Civil permita el tránsito. Es el de la zona de exclusión del volcán de Cumbre Vieja, en La Palma. En pocos kilómetros, la frondosa arboleda que cubre la ruta cede el protagonismo a profundos barrancos de lavas centenarias renovadas por el manto piroclástico que el interior de la Tierra ha vuelto a vomitar. Por el camino van pasando poblaciones (Jedey, Las Manchas de Abajo, Las Hoyas) y todas ellas ofrecen el mismo escenario de casas abandonadas a toda prisa y cubiertas por un nuevo inquilino indeseado: las cenizas. En todas estas áreas, las carreteras hace semanas que perdieron las líneas que delimitan los arcenes. Los bares, otrora punto de reunión de los lugareños, están cerrados a cal y canto, algunos con las mesas aún dispuestas en las terrazas. El denso polvo volcánico que ha venido flotando desde el cono eruptivo ha hundido los techos de buena parte de los muchos invernaderos de plátanos y aguacates; las ramas de los viñedos apenas son capaces de salir a respirar a la superficie. Y, de fondo, los incansables rugidos del cono.
Este solía ser, hasta hace 40 días, un tranquilo entorno agrícola donde habían proliferado el turismo rural y las casas vacacionales. Ahora, las únicas personas que lo transitan son la Guardia Civil, los bomberos y los técnicos contratados por el Gobierno de Canarias para instalar un improvisado sistema de riego. A veces, se ve a un vecino que recoge enseres. Van siempre acompañados. Enrique Pérez es uno de los que ha logrado entrar en su casa en Camino Cabrejas. El pasado lunes, hacía cola ante el control de la Guardia Civil subido en su taxi monovolumen. “Pretendo limpiar la ceniza en la casa de mi abuela, que vive ahí abajo, y regar las plantas. Pero temo lo que me pueda encontrar”.
Carretera abajo, a medida que se aproxima la costa, el panorama cobra tintes apocalípticos. Puerto Naos, la localidad turística por excelencia de Los Llanos de Aridane, se asemeja ahora a uno de esos pueblos fantasma de las viejas películas del Oeste. Esta zona costera fue pionera para la industria turística de La Palma gracias a su frecuente buen tiempo y el verde que le proporcionan las innumerables fincas de plataneras. Poco queda de aquello. Turistas y vecinos de la localidad fueron evacuados en hora y media apenas detonó el volcán el pasado 19 de septiembre. Un mes y 10 días después, las calles están desiertas; los locales, cerrados. En el suelo, en barandillas y carteles, la sempiterna ceniza.
Por esta parte del mar hace tiempo que nadie se remoja o toma el sol. En vez de bañistas, la costa está ocupada por el buque cisterna que tiene previsto proporcionar agua de urgencia a unos 500 agricultores de la zona, que temen por la pérdida de sus plantas. Este barco forma parte de una de las cinco fuentes de generación de agua de urgencia para atender las necesidades de los regantes. El consejero de Transición Ecológica, Lucha contra el Cambio Climático y Planificación Territorial del Gobierno de Canarias, José Antonio Valbuena, explicaba este miércoles que, entre ese día y el jueves, la previsión era inyectar a la red hasta 6.000 metros cuadrados de agua, para su posterior distribución por parte del Consejo Insular de Aguas.
Algunos kilómetros más al oeste, trabaja a destajo el equipo de 10 bomberos del Consorcio de Gran Canaria. Son jornadas agotadoras en las que llevan a cabo todo tipo de labores de apoyo dentro de la zona de exclusión del volcán de La Palma: limpieza, rescate de animales, ayuda al vaciado de casas, acompañamiento.
La de este miércoles parecía que iba a ser una jornada así. Triste y agotadora como todas, pero sin mayores sobresaltos. El personal que dirige Francisco Bolaños se encontraba retirando cenizas de las casas de la carretera de Puerto Naos, entre ellas el conocido restaurante Las Norias. Pasadas las 17.00, el día cambió totalmente. ”Cuando subíamos hacia la carretera de San Nicolás [municipio de El Paso], hemos visto que la colada se ha roto, un dedo se ha desprendido y ha comenzado a avanzar al suroeste”, relata Bolaños, visiblemente nervioso, en medio de los bramidos de la erupción. “Va muy rápido y tenemos miedo de que corte la carretera de bajada a Puerto Naos”. Efectivamente, a simple vista, a unos 500 metros al noroeste, la lava está arrasando nuevas construcciones de Todoque a unos 20 metros por hora. Los agentes de la Guardia Civil que custodian la visita a la zona de exclusión que ha organizado el Gobierno de Canarias no ocultan su nerviosismo e indican el camino de vuelta poco antes de que se cumpla el plazo concedido.
Esta lava forma parte del aluvión que manó del volcán a partir de los derrumbes registrados en el cono volcánico el fin de semana pasado, que incrementaron las coladas. “No podemos actuar sobre esto. La naturaleza hace lo que quiere”, se resigna el bombero. “Lo único que hemos podido hacer es avisar al PMA [Puesto de Mando Avanzado] y esperar...”. Corre peligro la carretera a Puerto Naos por la que ha subido la comitiva, avisa. Un día más tarde, la carretera sigue amenazada. Y, si la lava sigue esa trayectoria, también se ven amenazadas, incluso, localidades como La Bombilla, a pie de costa, o la propia Puerto Naos.
Juan Arturo San Gil es un rostro conocido para los palmeros. Es el veterano director de la cadena local TV La Palma.com y un profundo conocedor de la geografía, los pueblos y la gente de La Palma. Sirve de cicerone para el grupo de periodistas, la mayor parte de fuera de las islas, a los que además reparte gominolas y frutos secos. “Hace menos de dos meses estaba comiendo en Puerto Naos, y míralo ahora...”, se lamenta. “Mi isla parece Sarajevo”.