Bruselas eleva el tono para no perder el control político y sanitario de la tercera ola
La CE llama al orden a las farmacéuticas ante el retraso en la distribución de vacunas y pide una drástica restricción a los movimientos en las zonas de más riesgo
La tercera ola de la pandemia de covid-19 y la rápida propagación de las nuevas variantes del virus amenazan con resquebrajar la unidad y coordinación que, bajo el liderazgo de la Comisión Europea, habían logrado mantener los 27 socios de la Unión Europea casi desde el principio de la crisis sanitaria. Al empeoramiento de las condiciones epidemiológicas se han unido los contratiempos con la producción y la distribución de las vacunas, hasta el punto de alentar sospechas sobre las prácticas de las farmacéuticas involucradas, en particular, sobre AstraZeneca.
El organismo comunitario ha d...
La tercera ola de la pandemia de covid-19 y la rápida propagación de las nuevas variantes del virus amenazan con resquebrajar la unidad y coordinación que, bajo el liderazgo de la Comisión Europea, habían logrado mantener los 27 socios de la Unión Europea casi desde el principio de la crisis sanitaria. Al empeoramiento de las condiciones epidemiológicas se han unido los contratiempos con la producción y la distribución de las vacunas, hasta el punto de alentar sospechas sobre las prácticas de las farmacéuticas involucradas, en particular, sobre AstraZeneca.
El organismo comunitario ha dado este lunes un golpe sobre la mesa para intentar retomar las riendas de una crisis que, desde principios de año, se le iba de las manos. En una decisión con escasos precedentes, Bruselas ha anunciado que las farmacéuticas deberán notificar por adelantado cualquier exportación a países terceros de vacunas fabricadas en Europa. Esa especie de licencia previa para exportar intentará atajar el riesgo de que las dosis prefinanciadas con capital europeo acaben llegando a países terceros que pujen al alza.
La Comisión también ha puesto fin a la aparente complacencia con la que observaba la escalada de contagios atribuibles a las variantes del virus surgidas en las últimas semanas. Bruselas ha recomendado que, de manera inmediata, se restrinjan drásticamente los movimientos de entrada y salida en los países o regiones donde la incidencia acumulada de la covid-19 durante 14 días supere el umbral de 500 casos por cada 100.000 habitantes. Esas zonas serán clasificadas como “rojo oscuro” y sometidas a un aislamiento que impedirá cualquier viaje no esencial aparte de la salida y entrada de mercancías.
El brusco giro de la Comisión presidida por Ursula von der Leyen llega tras varias semanas en las que parecía desbordada por el ritmo de los acontecimientos. La euforia de finales del año pasado, cuando el arranque sincronizado de las campañas de vacunación cerró el dramático primer año de la pandemia con un gesto de unidad y solidaridad, había derivado peligrosamente desde principios de 2021 hacia un sentimiento de frustración e impotencia ante un drama humanitario, económico y social desbocado.
Las muestras de impaciencia con Bruselas de países como Alemania o Bélgica, partidarios de endurecer los controles fronterizos, o las maniobras de Hungría para aprovisionarse de vacunas rusas, apuntaban ya hacia un incipiente resquebrajamiento de la unidad forjada con grandes esfuerzos durante 2020.
“La alarma por las nuevas variantes sorprendió un poco despistada a la Comisión Europea y ha estado a contrapié varias semanas”, señala el eurodiputado socialista Nicolás González Casares, miembro de la comisión de Industria e investigación del Parlamento Europeo.
González cree que el organismo presidido por Von der Leyen cometió, además, un primer error al rodear de un secretismo excesivo la gestión de los contratos con las farmacéuticas para la reserva de las vacunas. “Ese fallo tal vez se hubiera olvidado si la distribución hubiera rodado bien, pero los cuellos de botella en la distribución y las dudas sobre algunas prácticas han alimentado las suspicacias”. Tras dispararse las alarmas, Bruselas parece ponerse de nuevo al frente. La siguiente prueba de fuego, que depende en gran medida de las autoridades nacionales, será aumentar el ratio de vacunación, que hasta ahora es del 2% de la población europea, muy lejos del 10% del Reino Unido o del 6,2% de EE UU.
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