María Neira: “Me muero por volver a cantar ‘I feel good’ en el coche con mis amigas”

La directora de Salud Pública de la OMS, médica asturiana curtida en guerras y epidemias, cree que la bajada de la contaminación por las medidas contra el coronavirus también salvará vidas tras la crisis

Maria Neira, directora de Salud Pública de la OMS, en una fotografía tomada en 2016.Luis Sevillano Arribas

Quedamos en charlar por Skype a las 18,30 del pasado jueves y a esa hora exacta aparece en la pantalla desde su casa de Ginebra vestida con una impecable camisa blanca y un elegante cuadro de trazos blancos y negros de fondo. La imagen transmite orden y calma. Ni sobra ni falta nada. Se confirma así la sensación de serena profesionalidad que desprende después de verla en docenas de conexiones en directo en medio de acalorados debates en todas las teles del país durante estos días de infarto. Está claro que Neira cuida los detalles. Lo que no estaba tan claro, y queda meridiano después de la ch...

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Quedamos en charlar por Skype a las 18,30 del pasado jueves y a esa hora exacta aparece en la pantalla desde su casa de Ginebra vestida con una impecable camisa blanca y un elegante cuadro de trazos blancos y negros de fondo. La imagen transmite orden y calma. Ni sobra ni falta nada. Se confirma así la sensación de serena profesionalidad que desprende después de verla en docenas de conexiones en directo en medio de acalorados debates en todas las teles del país durante estos días de infarto. Está claro que Neira cuida los detalles. Lo que no estaba tan claro, y queda meridiano después de la charla on y off-the-record, es que la directora de Salud Pública de la OMS tiene un sentido del humor a prueba de bombas. Y de virus.

¿Cuántas horas ha dormido?

No las cuento porque me pongo muy nerviosa, pero pocas. En general duermo poco, pero es cierto que estos días aún menos.

¿Toma alguna pastilla?

Jamás he tomado un somnífero. Antes me preocupaba, pero he visto que mi cuerpo funciona bien así.

Habiendo estado en Ruanda en los peores años habrá visto cosas para no dormir. ¿Una se acostumbra?

He vivido algunas cosas muy duras, pero acostumbrarme, nunca. Simplemente lo que haces es absorberlo, incorporarlo y balancearlo con otras cosas buenas que he visto. Tardé muchos años en hablar de Ruanda. Luego, de repente un día vimos la película Hotel Ruanda mi marido y yo, que él también estuvo ahí, nos hartamos de llorar, y ahora puedo hablar de eso con cierta serenidad.

¿Es como pasar un duelo?

Sí, sobre todo porque te sorprende que uno pueda hacer esas cosas. No te puedes imaginar que la secretaria a la que bautizamos a su niña y parecía una mamá dulcísima, fue jefe de escuadrilla y dirigió matanzas con su machete. ¿Cuánto lo hizo por miedo, por que si no la mataban? No sé. Pero también vi muchas más cosas buenas que malas. Incluso en medio de todo eso vi cosas increíbles.

Ruanda, El Salvador, guerras, epidemias. Su vida es de película.

¿Tú crees? Me toca ser consciente cuando lo cuento. Pienso: ¿de verdad hice eso?, qué inconsciente era, ¿por qué nadie me tiró de la oreja y me llevó para casa? Pensaba que la bandera de Médicos Sin Fronteras era mi escudo. Una vez, entre El Salvador y Honduras en plena guerra, me bajaron unos guerrilleros, que no pueden perder la cara ante una mujer, les grité “tengo penicilina” y fue la palabra mágica. Cinco minutos después los tenía a todos en fila con el pantalón en los tobillos. Me salvó la penicilina, jaja.

Veo que humor no le falta.

Nunca. Yo me río mucho e intento sacar siempre la parte buena de todo. La vida es muy bonita y la gente es muy simpática. Hay gente que no es simpática, pero hay que identificarla e intentar exponerse a ella lo menos posible.

¿Se ríe con el humor negro?

Menos. Pero estos días, todos esos mails, esos memes, todas esas tonterías. Me entra una risa increíble de cómo la gente tiene tanto ingenio para capear la crisis.

¿El coronavirus es lo peor que nos ha pasado en la vida?

Es lo más excepcional en todo el sentido de la palabra. Por la situación global, por la atención, por el pánico que ha generado, por lo que se le ha pedido al mundo. Nunca en la historia de la humanidad en salud pública se había pedido a nadie quedarse en casa, y hoy tenemos a un tercio de la población del planeta confinada, parando la actividad económica. Nunca pensé que iba a ver esto, y no creo que nadie con quienes trabajo, ni en sus elucubraciones, lo hubiera imaginado.

¿Peor que las guerras?

Creo que sí, porque una guerra es algo que interrumpe de forma excepcional, pero es provocada por nosotros y por lo tanto, hay mecanismos para controlarla. Pero esto ha sido en todos los frentes, no sé, una avalancha. Es lo nunca visto, no cabe duda.

DIPLOMÁTICA DE LA SALUD

A María Neira (La Felguerosa, Asturias, 60 años), española y casada con un italiano, le pilla la crisis del coronavirus por todos lados. El personal y el profesional. Médica especializada en Endocrinología, hizo sus primeras prácticas atendiendo a mineros asturianos con silicosis, cuyos esputos "negros como el hollín" recuerda como si los estuviera viendo. Curtida después en guerras y virus trabajando con Médicos Sin Fronteras en Ruanda, Honduras y Zaire en los peores tiempos, es, hace años, directora de Salud Pública y Medio Ambiente de la OMS. Estas semanas, en su casa de Ginebra con su marido, Salvatore, funcionario de ACNUR, y su hijo Alessandro, de 25 años, espera poder visitar más pronto que tarde a sus padres, Alfonso y Mari, confinados en su casa de Oviedo. "Son mayores, pero lo de octogenarios no les pega. Mi madre acaba de cumplirlos y lo esconde", bromea.

Usted es también directora de Medio Ambiente de la OMS. ¿Se acuerda de Greta?

Es impresionante. Ahora hay como un poco de pudor para hablar de la crisis del cambio climático con la que está cayendo. Pero con mi equipo estamos empezando a preparar ya el post Covid-19. Estamos viendo los canales de Venecia limpios, el cielo de Wuhan o de otras ciudades limpio como nunca por las medidas que se están tomando por la pandemia. Hay mucho de irónico, es una cosa increíble, pero las medidas de confinamiento están salvando ya miles de vidas a través de esa disminución drástica en la contaminación del aire.

Uf, ¿ cree que el saldo final de muertos y salvados será negativo o positivo?

Son cosas que no se pueden comparar. A quien se muera por la Covid-19 nadie le devuelve la vida. Pero si podemos mantener ciertas medidas, no el confinamiento, por favor, pero sí reducir un poco el nivel de tráfico de forma efectiva, mantener esa mejor calidad del aire sería fantástico.

Haciendo amigos en la industria automovilística...

Bueno, ya me conocen desde hace un tiempo. Siempre les digo que hay una movilidad necesaria, pero que tiene que adaptarse a los nuevos tiempos, y que ellos van a ser los que van a vender coches, pero van a vender coches que no nos destruyan los pulmones.

¿Con qué se relaja de esta locura?

Reconozco que estas tres últimas semanas no desconecto ni un segundo, pero en general tengo mucha capacidad de desconexión. Mis amigos son sagrados. Puedo estar haciendo algo muy importante y cinco minutos después estar muerta de risa bromeando sobre una banalidad.

Confiese un placer culpable. Y no me diga que el chocolate suizo.

Pues una visita a una de esas tiendas de un señor conocidísimo.

¿El gallego que ha donado un cargamento de mascarillas y batas?

Ese. Digamos que yo he participado bastante en esa acción con mis compras en sus tiendas.

Se le nota la afición en sus fotos. ¿El cargo hay que vestirlo?

Mira, lo hablo mucho con mis colegas mujeres. No tenemos que hacernos perdonar. Se puede ser buen profesional, buen científico, sin dar la imagen que todo el mundo espera de nosotros. Al revés, me complace mucho sorprender cuando no respondo a la imagen que se hubieran esperado de mí.

¿Nota esa sorpresa en vivo?

Sí, sí, en algún profesor de universidad de hace tiempo, de otro estilo y otra tendencia. Se quedan de piedra y, sí, me encanta.

¿Tiene algún mote que usted sepa?

Cuando trabajaba más en el terreno me llamaban Robin Hood, porque les quitaba a los ricos para dárselo a los pobres. Estaba siempre en peleas de movilización de recursos, era muy apasionada y me decían: ‘calla ya, Robin Hood’.

O sea, que cuando esto acabe, me la podría encontrar por ahí de tiendas.

Cuando esto acabe me voy a dar una sesión de amigas a tope. ¿Sabes qué hacemos? Lo bailamos todo.

¿También reguetón?

Lo que sea. Hace poco celebramos el cumpleaños de una de ellas y volvíamos a casa cantando a gritos en el coche. Estos días me han mandado el vídeo para subirme la moral. Eso es lo que quiero: me muero por ir de nuevo berreando I feel good en el coche con mis amigas.


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