Johnson dice que el Reino Unido puede lograr que el coronavirus remita en doce semanas
El Gobierno se resiste a imponer por ley el aislamiento de los ciudadanos
Boris Johnson ha construido un personaje político de inmensa popularidad apoyado en un mensaje de optimismo —algún analista le ha comparado con Ronald Reagan, en esa habilidad— y, en medio de la arrolladora crisis del coronavirus, se resiste a renunciar a esa faceta mientras pide a sus conciudadanos los mismos sacrificios que d...
Boris Johnson ha construido un personaje político de inmensa popularidad apoyado en un mensaje de optimismo —algún analista le ha comparado con Ronald Reagan, en esa habilidad— y, en medio de la arrolladora crisis del coronavirus, se resiste a renunciar a esa faceta mientras pide a sus conciudadanos los mismos sacrificios que demandaba Winston Churchill, otro de sus modelos históricos. “Creo que podemos cambiar el rumbo del coronavirus en 12 semanas y mandarlo de vuelta a casa”, ha dicho el primer ministro este jueves. Es cierto que, a continuación, ha insistido en que para lograrlo será necesario que los británicos hagan caso a todas las recomendaciones del Gobierno en un “esfuerzo colectivo y firme”. Esa disciplina, que el Gobierno implora pero se resiste aún a imponer con la fuerza de la ley, junto a una implantación acelerada de las pruebas entre ciudadanos para identificar el SARS-CoV-2, “y el esfuerzo de los científicos” serían suficientes, según Johnson, para que la enfermedad comenzara a remitir.
Ni el director médico del Gobierno, Chris Witty, ni el asesor científico jefe, Patrick Vallance, los dos expertos que lideran el comité asesor del Gobierno, han querido reiterar la cifra ofrecida por Johnson. Intentaban tan solo ofrecer respaldo científico al titular lanzado al vuelo por el primer ministro.
Johnson se resiste a imponer las medidas draconianas que ya han adoptado otros países europeos, a pesar de que la evolución del coronavirus en el Reino Unido muestra cifras alarmantes, especialmente en la capital, Londres. A las diez de la mañana (horario peninsular español) de este jueves, el número confirmado de ciudadanos infectados era de 3.269. Los muertos eran ya 144 en todo el Reino Unido.
Se sigue “aconsejando” a la ciudadanía que evite los pubs, restaurantes, cines y teatros. Que rehuyan el contacto social innecesario. Y que se aíslen en sus casas durante siete días (14 cuando en el núcleo familiar viven más personas) si presentan síntomas de la enfermedad. Y se urge a las empresas a que implanten métodos de teletrabajo. Ni estado de alarma, ni aislamiento forzoso para toda la población. De hecho, Downing Street se ha dedicado durante las últimas horas a negar el rumor de que el transporte en Londres fuera a cerrar (metro, autobuses y trenes), y sus portavoces han insistido con cierta solemnidad que nunca se prohibirá la entrada o salida a la capital, ni se controlará el número de personas que salen a la calle. Da la impresión, sin embargo, de que Johnson persiste en la idea de apurar los plazos y conseguir la complicidad de los británicos antes de adoptar medidas más duras. “Y si tenemos la sensación de que la respuesta es correcta, daremos las gracias a la ciudadanía. Si no es así, deberemos aumentar la presión”, ha dicho. El Gobierno ha aprobado ya legislación extraordinaria que permitiría detener a las personas que, presentando síntomas o ya diagnosticados, se negaran a un reclutamiento forzoso. Y 20.000 soldados han sido puestos en alerta para colaborar con la policía y rebajar la presión. Todas ellas son disposiciones ya preparadas para dar margen a un Gobierno que sigue insistiendo en ajustarse a su ritmo. Johnson ha reconocido que en Londres, donde viven nueve millones de personas, no todos los vecindarios están colaborando y hay “parches”. En esos casos, ha admitido, quizá sea necesario “ir más lejos”.
Los esfuerzos del primer ministro por aparentar seguridad y templanza en las comparecencias diarias que inauguró al principio de la semana comienzan, sin embargo, a mostrar fisuras. “Se me ha acusado de sonar a menudo demasiado bravucón de un modo innecesario”, admitía Johnson. “No puedo afirmar tajantemente que a finales de junio la curva del virus estará en su fase de descenso. Es posible, pero por supuesto que no puedo presentarlo como una certeza. No sabemos aún dónde estamos ni cuánto durará todo. Pero sí puedo decir que habrá un final, que podemos hacer que el virus remita, y que creo que puede ser posible en 12 semanas”, ha dicho.
El Gobierno británico ha puesto todas sus esperanzas de recuperación en la idea de llevar a cabo de modo general pruebas para determinar la existencia de anticuerpos en los ciudadanos. Es decir, detectar a los que han podido ser infectados por el virus y superado, o apenas desarrollado, la enfermedad. “Si funciona, como asegura el fabricante, compraremos cientos de miles de estos kits de test en cuanto sea posible, porque tienen el potencial claro de cambiar las reglas del juego”, aseguraba Johnson. Sería el modo de determinar el momento justo en que los ciudadanos pueden reanudar su rutina diaria.
Horas antes de la comparecencia de Johnson, la reina Isabel II, quien ha abandonado el Palacio de Buckingham, en Londres, para refugiarse en el Palacio de Windsor, emitía un breve comunicado, de apenas cinco párrafos. “Entramos en un periodo de gran preocupación e incertidumbre”, decía la Reina. “Podéis estar seguros de que tanto mi familia como yo estamos listos para asumir la parte que nos corresponde”, concluía.
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