“Recuerde que si entra a la ciudad ya no podrá volver a salir”

Atascos para acceder a Igualada antes de que se decretase el cierre por el coronavirus

Control policial a la entrada de Igualada, este viernes. En vídeo, las reacciones de los ciudadanos. Foto: | ATLAS | Vídeo: MASSIMILIANO MINOCRI
Igualada -

Conducir a 0,5 kilómetros por hora cuando se tiene prisa puede alterar a más de un conductor. Y si, además, las autoridades anuncian el cierre de los accesos a casa por el coronavirus, la historia empeora. Es lo que vivieron los cientos de conductores que se dirigieron en la noche del jueves a Igualada (Barcelona) antes del confinamiento que empezó a medianoche en la localidad por el brote de coronavirus.

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Conducir a 0,5 kilómetros por hora cuando se tiene prisa puede alterar a más de un conductor. Y si, además, las autoridades anuncian el cierre de los accesos a casa por el coronavirus, la historia empeora. Es lo que vivieron los cientos de conductores que se dirigieron en la noche del jueves a Igualada (Barcelona) antes del confinamiento que empezó a medianoche en la localidad por el brote de coronavirus.

Los accesos a la ciudad se convirtieron en una oda a la paciencia. O en una procesión de luces. Los controles de acceso que establecieron los Mossos d’Esquadra en todas las vías de entrada a Igualada generaron un colapso monumental. Los vehículos tardaron tres horas para recorrer el kilómetro y medio que separa la autopista A-2 del primer punto de control de los Mossos. Pero nadie se quejaba. En las tres horas de caravana casi no sonó ni un claxon. Aquello era una resignación silenciosa. “La gente está colaborando mucho”, explicaba un agente. “El miedo consigue lo que no logra nadie más”. Y cuando los coches alcanzaban la línea policial, el mensaje de los agentes sonaba apocalíptico: “Recuerde que si entra a la ciudad ya no podrá volver a salir”.

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La primera parte del trayecto fue la más pesada, sin apenas movimientos de la caravana de vehículos. La mayoría pretendía llegar a casa antes de las 12 de la noche, la hora establecida poco antes por el Govern para poner en marcha la confinación de Igualada y otros tres pueblos. “A este ritmo no vamos a llegar y no nos dejarán pasar”, se resignaba un hombre desde su coche. La policía controlaba minuciosamente quién traspasaba el control y registraba los vehículos de abastecimiento: furgonetas y camiones con alimentos, medicinas y otras necesidades para la población, que más tarde tendrían que volver salir. “La directriz es que solo dejamos salir del perímetro a transportes de mercaderías”, explicaba un mosso, que confirmó que no se registraron incidentes. “Pero ya veremos qué pasa por la mañana, porque algunos vecinos querrán salir, ya lo verás”. Fuentes policiales confirmaron que las restricciones de salidas de Igualada son mayores que las de entrada “porque el objetivo es evitar la propagación del virus”.

“No podré seguir con mi ruta”

Fabio Varela, repartidor, se cansó de esperar en plena caravana. Salió del coche y se puso a grabar la fila de vehículos con su teléfono móvil. “Es para mi jefe, así podrá ver que la carretera está saturada; hoy no podré acabar el reparto”. Varela trabaja para Fundación Pueblo para Pueblo de recogida de ropa usada. Los controles policiales le pillaron a medio camino. “Estaba escuchando la radio y veo que no podré seguir con mi ruta de reparto”.

Precisamente la radio fue el origen del problema de un conductor que esperaba con su coche apartado a unos 400 metros del control policial. “¿Alguien sabe usar las pinzas para recargar la batería?”. El hombre, profesor de música, se quedó sin batería por hacer lo que los manuales dicen que no hay que hacer: apagar el motor y dejar las luces encendidas o escuchar la radio. El docente fue andando hasta el control de los Mossos, cogió prestadas unas pinzas que no sabía utilizar, consiguió que otro conductor le prestara otras, y entre los dos arrancaron el coche. “Las vuestras no han funcionado”, le soltó al agente al devolvérselas.

Al cabo de dos horas y media, la circulación aceleró. Un agente explicaba la razón: “Hemos cambiado el turno hace poco. Son formas de trabajar”. Y los coches empezaron a entrar con más rapidez a Igualada, fin de trayecto, uno a uno, para completar el viaje más largo para no salir de casa.

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