Damaris Pan: “Cuando yo estudié, pintar era como hacer algo de lo que casi tenías que avergonzarte, lo más rancio”

Nadie en la familia de Damaris Pan se dedicaba al arte ni solían visitar museos; ella creció en Mallabia, localidad vizcaína de unos 1.200 habitantes y fue una excursión al Guggenheim en su adolescencia lo que hizo que entendiera que el arte era más amplio de lo que pensaba: “A veces quizás no sea el contacto directo con el arte, puede haber una estimulación de muchas maneras hacia el mundo sensible. En mi caso no fue hacia lo institucionalizado como arte, pero cómo hemos vivido o viajado puede haber estimulado un tipo de atención y cuidado particulares”.

En 2024 ganó el Premio BMW de Pintura, inauguró su primera individual en el Museo Patio Herreriano de Valladolid y ahora va a estar presente en Arco con la galería mallorquina Fermay, pero, a sus 41 años, dice que los reconocimientos no han alterado su rutina: cada día va al estudio a experimentar, necesita soledad para hacerlo, y compagina la creación con su puesto de profesora de pintura en Bellas Artes de la UPV. “Cuando yo estudié, pintar era como hacer algo de lo que casi tenías que avergonzarte, lo más rancio, la gente hacía escultura o performances o cosas con nuevas tecnologías. Ahora veo un gran cambio, hay menos prejuicios, al menos en el contexto vasco”, apunta.

Sus obras parten de “una creencia en el no saber, no hay una idea hacia la que se va ni desde la que se viene” y esa “metodología como muy antimetodológica de siempre estar cuestionando” fue el mayor reto al enfrentarse a la muestra de Patio Herreriano (hasta el 16 de marzo). Aunque admite que la inteligencia artificial es un debate constante hoy en su facultad no la ve como una amenaza: “No creo que pueda ser nada más allá que una herramienta. Puede acabar con ciertos conceptos de arte, pero no con aquel en el que yo estoy, desde una práctica que atiende a un juego humano, a la singularidad de la persona, y que en mi caso es bastante manual”.