Gente normal
“Mucho se ha discutido sobre este prototipo de mujer treintañera imperfecta que no responde a los deseos fantasiosos idealizados de ciertas ficciones”
Era mayo y llovía, pero Isola Bella, la isla del lago Maggiore, resultaba aún más misteriosa. En el Palazzo Borromeo, Nicolas Ghesquière, diseñador de Louis Vuitton, presentó su colección crucero. Aquello fue un prodigio de técnica y narración. Seres mitológicos anfibios, ninfas o sirenas que pretendían salir del lago para pasear entre los mortales con armaduras de neopreno, cuellos en forma de branquia, pliegues como aletas, faldas de escamas, inmensos tocados de plumas realizados por artesanos de Roma, vestidos de organza como flores marinas. Un universo fantástico, o quizá no tanto.
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Era mayo y llovía, pero Isola Bella, la isla del lago Maggiore, resultaba aún más misteriosa. En el Palazzo Borromeo, Nicolas Ghesquière, diseñador de Louis Vuitton, presentó su colección crucero. Aquello fue un prodigio de técnica y narración. Seres mitológicos anfibios, ninfas o sirenas que pretendían salir del lago para pasear entre los mortales con armaduras de neopreno, cuellos en forma de branquia, pliegues como aletas, faldas de escamas, inmensos tocados de plumas realizados por artesanos de Roma, vestidos de organza como flores marinas. Un universo fantástico, o quizá no tanto.
Renate Reinsve conoció a Ghesquière a través de Léa Seydoux. La francesa, imagen y emblema de Vuitton, habló al diseñador de la actriz noruega, recién estrenada la película que la sacaría del anonimato internacional y que lograría que no abandonase la interpretación. La peor persona del mundo, dirigida por Joachim Trier, nominada al Oscar como mejor película extranjera, logró el premio de Cannes para su protagonista, y la de nuestra portada, Renate Reinsve. En la película Reinsve interpreta a una mujer normal: incómoda, irritante a veces, egoísta, vulnerable, ansiosa, buena persona a pesar de todo esto, o quizá por ello.
Mucho se ha discutido sobre este prototipo de mujer treintañera imperfecta que no responde a los deseos fantasiosos idealizados de ciertas ficciones. Se ha hablado sobre las incómodas mujeres de Girls, sobre Frances Ha, sobre Annie Hall. En realidad son mujeres normales. Retratos más bien fieles de mujeres normales, de personas normales, o como escribió Sally Rooney, de gente normal.
En este número hablamos de cómo convertir lo ordinario en extraordinario. Cómo mujeres normales han logrado a través de su arte contar la vida y sus miserias cotidianas, sin las que solo seríamos malos personajes de ficción, caracteres planos sin capas (de escamas y organza o figuradas, qué importa). Porque hay veces, como dice en su texto Elsa Fernández-Santos sobre Losing Faith, la primera película de la directora alemana Martha Mechow, que todas deseamos que nos trague el sofá.
Por eso convertir lo ordinario en extraordinario es casi un mandato. Reflejar las guerras cotidianas a las que se enfrentan las mujeres trans en la nueva serie Vestidas de azul es el papel de Lola Rodríguez, que interpreta a Valeria Vegas de nuevo en pantalla. Pero al mismo tiempo que con su trabajo reivindica desde la ficción, ha de poder jugar y divertirse, ser salvajemente normal, elevar lo cotidiano: “Gracias a la moda he podido ser una sirena, una diosa, sin ser fetichizada. Hay un poder femenino, ser sexy, mostrar mi feminidad de una forma orgullosa y fuerte”, cuenta en la entrevista a Alana Portero que publicamos en este número.
La sublimación de lo real en ficción, incluso aunque sea convertirse por unas horas en una criatura marina caminando por París, es un reflejo sutil del poder de transformación del arte y de la moda. Lo dice Renate en nuestra páginas sobre su colaboración con Vuitton: “Siento que quieren construir un lugar seguro donde te sientas tú misma”, aunque eso signifique ser, durante un rato, otra cosa.