La obsesión por ‘el Ophelia’ de The Row: la persecución de la réplica ideal de un jersey de 1.600 euros
La misión es clara: encontrar la alternativa económica perfecta a una de las prendas más deseadas de nuestro tiempo que, curiosamente, es también una de las más discretas que podríamos imaginar
Hay algo hipnótico —casi ritual— en los vídeos que, desde hace meses, se repiten sin descanso en TikTok e Instagram: mujeres que sujetan jerséis azul marino o gris, comparando sus puntadas, su holgura, si la precisión del es “lo suficientemente Ophelia” o si el acabado del punto “da The Row o no da The Row”. La misión es clara: encontrar la alternativa económica perfecta a una de las prendas más deseadas de nuestro tiempo que, curiosamente es también una de las más discretas que podríamos imaginar. El Ophelia sweater de The Row, un jersey que, a simple vista, parece… solo un jersey.
El Ophelia, confeccionado en Italia con una mezcla de 65% lana y 35% cachemira, destaca por su punto pesado, su puntada múltiple y su silueta envolvente y suelta. Tiene el cuello, los puños y el bajo acanalados, un distintivo pespunte vertical en la espalda y una estudiada curvatura en la manga; queda holgado, suelto, cero extravagante y nada que sugiera los 1.680 euros que marca su etiqueta. Y sin embargo, es reconocible para cualquiera que sepa qué es eso del “lujo discreto”.
No es casualidad. The Row, fundada por Mary-Kate y Ashley Olsen en 2005 en un contexto en el que las marcas de celebridades no se asociaban precisamente a la aspiración, ha convertido la obsesión por los tejidos excepcionales y la confección impecable en una especie de culto. Dos décadas después, en plena era del lujo silencioso, no hay mujer a la moda que no aspire —al menos conceptualmente— a una pieza como esta.
Pero lo que ha ocurrido con el Ophelia es algo más que una tendencia: es un fenómeno social.
Según varios análisis recientes del The New York Times, la llamada “dupe culture” —o, lo que es lo mismo, la cultura de la imitación aspiracional— ha dejado de ser un tabú para convertirse en motivo de orgullo, especialmente entre millenials y zetas. En un contexto económico tenso, con una industria del lujo que sube precios año tras año, encontrar “la versión barata” de algo caro se celebra como un acto de inteligencia financiera y astucia estilística.
No hablamos de falsificaciones ilegales, sino de productos legales que reproducen el estilo, la silueta o la estética de las piezas de lujo. Y plataformas como TikTok lo han convertido en deporte olímpico: los vídeos etiquetados con #Dupe o #DupeAlert acumulan miles de millones de visualizaciones. En el caso de este jersey los vídeos no paran de florecer y añaden el hashtag de modelo y marca.
Lo particular del fenómeno Ophelia es que muchas creadoras comparan las réplicas teniendo el propio jersey original en la mano. Es decir, no se trata de evitar la compra del The Row: se trata del placer de descubrir qué marca se acerca más al santo grial del punto.
En esta caza masiva de la réplica perfecta hay vídeos que, en las últimas semanas, se han convertido en auténticas guías espirituales del proceso. Jamie-Lee (@mademoisellejaime), estilista afincada en Sídney, es responsable de algunos de los análisis más minuciosos que circulan por redes. En sus vídeos examina cada jersey como si fuera una pieza de laboratorio: estudia la caída, el grosor, la textura, las proporciones. Incluso ha publicado un clip en el que sostiene, con convicción absoluta, haber dado con la alternativa ideal al Ophelia; un hallazgo que ha hecho arder la sección de comentarios. Su podio lo lidera una opción de Sisterhood de 180€ que se parece mucho al original aunque está hecho de 100% lana merino certificada. Le siguen una versión de Gap por menos de 75€ y un modelo de Reformation.
Otra investigadora del asunto es Ellen Hong (conocida en Instagram como @ElleNorkin), que ha lanzado una serie de cuatro capítulos: “Me temo que no todos entenderán el furor que ha causado este suéter, pero si lo entiendes, simplemente lo entiendes”. confesaba al inicio. Después de probar versiones de COS, Quince, GAP, La Ligne o Jenni Kayne, tiene autoridad para asegurar si una copia roza la perfección.
Todo este movimiento se libra, sobre todo, en los dos territorios más volcánicos del momento: TikTok e Instagram. En TikTok, los vídeos cortos, las comparativas y los hauls se multiplican con música viral y efectos que permiten analizar cada detalle al milímetro. En Instagram, más pulida y aspiracional, los reels y stories muestran a creadoras probándose sus hallazgos frente al espejo y explicando por qué una opción se acerca más que otra al codiciado Ophelia. En ambas plataformas, la dinámica es idéntica: miles de usuarias intentando descifrar cuál es, por fin, el clon definitivo de un jersey que, sin proponérselo, se ha convertido en la obsesión viral de la temporada.
Esto prueba que el Ophelia es más que un jersey: es un símbolo de cómo consumimos moda en 2025. Una prenda de lujo que, paradójicamente, triunfa en redes gracias a quienes no la compran. Quizá por eso el fenómeno es tan irresistible: porque confirma que la moda sigue siendo un juego de roles.