Incómodos y malos para la salud: por qué las mujeres todavía quieren llevar tacones altos en 2023

Intentamos comprender por qué para muchas mujeres, en plena era de la comodidad, unos ‘stilettos’ siguen siendo objeto de deseo

Una mujer pasea en París con unos zapatos de tacón rojos de Saint Laurent.Edward Berthelot (Getty Images)

Dijo en una ocasión Christian Louboutin, el célebre zapatero que elevó los stilettos altísimos a fetiche de lujo, que la fascinación por los tacones reside en que hacen que la mujer vaya más despacio, dando a los hombres más tiempo para admirarla. No comentó nada sobre la estética ni su belleza, su única apreciación fue la de la velocidad: “¿Cuál es el sentido de querer correr? Cuando una mujer lleva tacones tienes tiempo para mirarla; camina, no va a echar a correr (…) Es casi como un espejismo (…) ¿Por qué querría correr? ¿Adónde querría correr? ¿Cuál es el punto?”, se preguntaba.
...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Dijo en una ocasión Christian Louboutin, el célebre zapatero que elevó los stilettos altísimos a fetiche de lujo, que la fascinación por los tacones reside en que hacen que la mujer vaya más despacio, dando a los hombres más tiempo para admirarla. No comentó nada sobre la estética ni su belleza, su única apreciación fue la de la velocidad: “¿Cuál es el sentido de querer correr? Cuando una mujer lleva tacones tienes tiempo para mirarla; camina, no va a echar a correr (…) Es casi como un espejismo (…) ¿Por qué querría correr? ¿Adónde querría correr? ¿Cuál es el punto?”, se preguntaba.

Por poner cierto contexto, aquellas declaraciones sucedieron hace diez años, en 2013. Pertenecen a una conversación con la fotógrafa francesa Garance Doré, que en aquel momento tenía omnipresencia en la escena creativa parisina y quien las recogió en un vídeo grabado en la Semana de la Moda de París. En apenas 10 minutos ella misma y otras ocho mujeres del mundillo hablaban sobre la fascinación tan dolorosa que les produce caminar sobre tacones de aguja. Anna dello Russo, la ubicua y extravagante editora de Vogue Japón aseguraba que si llevas tacones “tu ego sube hasta el cielo”, mientras que cuando vas de plano “te sientes un ratón”. Y añadía que en semanas como la de la moda necesitas una dosis extra de confianza que solo te dan unos tacones bien altos.

Sobre los stilettos y su supuesto poder de atracción se han dicho frases muy legendarias: en una ocasión la actriz Salma Hayek —una de las leyendas de Hollywood y casada con François-Henri Pinault, presidente y heredero del imperio de lujo Kering, propietario entre otras marcas de Gucci, YSL, Bottega Veneta o Balenciaga— afirmó que “si no hubiera sido por mis tacones altos, seguiría en Coatzacoalcos y tendría 10 hijos”. También fue célebre la de Victoria Beckham, que aseguró que no puede concentrarse si lleva zapatos planos. En pleno 2023 estas afirmaciones suenan, como poco, algo desfasadas, y sin embargo, el negocio de los tacones vuela alto: según un informe publicado por la empresa de investigación y asesoría Technavio en noviembre de 2022, el mercado de calzado de tacón alto crecerá un 1,88% anualmente entre 2022 y 2027. Esto resultará en una ganancia acumulada de 2.390 millones de dólares durante ese periodo, un fenómeno que se extiende por todo el mundo: los países que más comprarán tacones altos son Estados Unidos, China, Reino Unido, Alemania y Francia, y al mismo tiempo se estima que la región de Asia-Pacífico cal frente.

“Una de las conclusiones del informe es que los tacones van a dejar de ser accesorios de necesidad para convertirse exclusivamente en accesorios ‘premium’ con precios aún más altos. Esto es lo que está impulsando notablemente el crecimiento del mercado de calzado de tacones altos”, explica para S Moda Úrsula Carranza, periodista experta en moda y autora del libro Tacones de Culto (Loft Publications). La mayoría de estos zapatos, añade, se comprarán online.

En la era en la que la comodidad se ha apoderado de las tendencias de moda y después de movimientos como #MeToo que han cuestionado el papel de las mujeres en la sociedad, cabe preguntarse por qué tantas mujeres siguen llevando hoy tacones de aguja. Si, como avanzaba Louboutin, son de lo más incómodos (de hecho otra de sus míticas frases es aquella de “Odiaría que alguien mirase mis zapatos y dijera: ¡Oh dios mío, parecen tan cómodos!”) y se sabe que su uso diario es malo para los pies (aquí hay varios trucos para que no te los destrocen), ¿qué nos lleva a seguir subiéndonos a los tacones?

“El comentario de Louboutin está en línea con sus diseños porque es un diseñador que le encanta provocar tanto con lo que dice como con lo que crea. Louboutin es un diseñador que no se enfoca en la comodidad de los tacones altos, sino en la estética, el lujo y el sex appeal que proyectan. Esas han sido sus prioridades y miles de mujeres se han sentido identificadas con sus diseños. Es parte de la identidad de su marca y la razón por la que sus tacones se han vuelto icónicos”, apunta esta experta en historia del calzado. Es evidente que la respuesta a por qué seguimos llevando stilettos hoy no es sencilla y en ella se entremezclan ingredientes que podrían parecer a priori inconexos como el poder, el sexo, la opresión o las reivindicaciones feministas.

Christian Louboutin en una imagen tomada en 2022.Stefania D'Alessandro (WireImage)

Como apunta Summer Brennan, autora del libro High Heel, en The Guardian para bien o para mal el tacón alto es hoy “el calzado más público de la mujer”, algo así como las corbatas para los hombres. “Es un zapato para eventos, un calzado que da autoridad” e incluso es obligatorio en ciertas ocasiones formales y en algunos entornos laborales tan dispares como las oficinas de una consultoría internacional o el de las azafatas de vuelo. “Es un zapato de portada de revista y alfombras rojas, pero también salas de juntas o los tribunales”, añade Brennan. El cine lo retrató a la perfección como requisito para aspirantes a puestos de altura en la película de 1988 Armas de Mujer, donde Melanie Griffith se cambiaba las deportivas al llegar a la oficina en su soñado ascenso al éxito. Si bien los tacones no tienen una función práctica, parece que a cambio proporcionan un cierto poder, estatus o capacidad de metamorfosis.

En los dorados noventas fueron el uniforme corporativo femenino por excelencia, en los últimos años, hay quien ha desafiado la norma de los tacones en el trabajo. En 2019 las las japonesas se plantaron ante su gobierno para exigir no llevar tacones al trabajo. Un movimiento que recibió el nombre de #KuToo con el que pretendían terminar con la “discriminación y acoso sexual” que les suponía tener que lucir tacones por obligación en las empresas. La creadora de esta iniciativa fue Yumi Ishikawa, una conocida actriz y modelo de 32 años, que empezó de manera involuntaria este movimiento al escribir un tuit donde explicaba su sufrimiento al tener que llevar zapatos de tacón día tras día, y así nació el movimiento, que es una mezcla de las palabras japonesas kutsu (zapato) y kutsuu (dolor). Un par de años antes, también en España, auxiliares de vuelo de distintas compañías aéreas ya alzaron su voz contra los llamados “pies de azafata: “No te puedes ni imaginar lo que sufren los juanetes, las uñas, los callos, las durezas, eso es lo que hace que tu trabajo sea mucho más difícil. Conozco a muchas compañeras que han tenido que llegar a operarse. Y lo importante ya no es solo el tacón, es la punta de ese tacón, que te obligan a que sea redonda y estrecha argumentando que el zapato tiene que ser bonito. Estoy segura de que si este problema lo tuvieran los hombres ya estaría cambiado”, contaba una auxiliar de vuelo en El País.

Un invento ideado para el hombre

Paradójicamente (o no), en la historia los tacones han sido una reivindicación de poder, una pieza de opresión y un zapato para el sexo. Pero en la moda muchas veces ocurren estas paradojas, que un objeto que nació para una cosa acabó sirviendo para todo lo contrario.

De hecho, los tacones altos comenzaron siendo un invento ideado para el hombre. Este zapato que no sirve para mucho, se atasca en pavimentos adoquinados y se hunde en la hierba, es como si no estuviera diseñado para caminar. Originalmente, no lo estaba: el tacón alto se usó durante siglos en todo el Cercano Oriente como forma de calzado para montar y los persas lo utilizaban a caballo.

Se cree que fue el Rey Sol, Luis XIV (1638-1715), el primero que lo empleó como una indumentaria de moda, probablemente influido por su pequeña estatura. La tendencia se extendió como la pólvora en la corte francesa, pero en realidad el tacón y las alzas han estado siempre presentes en la historia de la humanidad. Como explica José María Amat Amer, fundador del Museo del Calzado de Elda en este artículo de El País. Los coturnos, de elevadas plataformas, ya se empleaban en la antigua Grecia, y en los países asiáticos e incluso europeos los jinetes que combatían a caballo llevaban calzado con tacones, para mayor y mejor fijación a los estribos. Los hombres y mujeres de la antigua China también calzaban plataformas; al igual que los venecianos que, desde el siglo XV o incluso antes, empleaban un tipo de alzas, probablemente para transitar por zonas inundadas”.

Para cuando llegó el siglo XX el tacón ya había llegado al armario femenino y por primera vez se acortan las faldas, con lo que el tobillo (y los zapatos) comienzan a ser visibles. Las feministas de la época empezaron a mostrar su calzado (de hecho se conoce como botas de sufragista a los tacones de cinco centímetros que solían llevar las mujeres en las marchas pidiendo el voto femenino) y enseñar el zapato fue considerado un gesto simbólico de la mujer independiente, una idea que de alguna manera ha pervivido en el tiempo: cuanto más altos pueden ser los tacones, es posible que haya mayor libertad.

El momento de gloria del tacón femenino llegó en la década de 1950, cuando el diseñador de Dior, Roger Vivier, colocó varillas de acero en los ejes de unos tacones de aguja delgados, elevó su altura a ocho centímetros o más y alentó a las mujeres normales a usarlos en la vida diaria. Así, en la era de la posguerra, cuando la fuerza laboral femenina de emergencia había regresado a la cocina, hizo su debut el modelo para el tacón alto contemporáneo.

Vivier, de origen francés, ya había estado fabricando tacones altos personalizados para mujeres como Josephine Baker o la reina Isabel II desde la década de 1930. Fue uno de los primeros diseñadores convencionales en llevar sus creaciones al límite de lo práctico y al ámbito del arte. No fue el primero en utilizar acero en sus tacones, ni sus zapatos fueron los primeros en presentar tacones muy altos y muy finos, pero fue su trabajo con Dior en la década de los cincuenta lo que moldeó la imagen de la mujer de la época.

Detalle de unos zapatos lucidos por Salma Hayek el Festival de Cannes.George Pimentel (WireImage)

Este zapato recibió nombre propio. “Sin duda el stiletto o tacón de aguja que se caracteriza por su tacón alto, fino y puntiagudo. Es el modelo de zapato ha logrado dejar huella en la cultura popular a través de los años. Simboliza elegancia, glamour y estilo. Ha sido desde siempre inspiración de diseñadores, modelos y celebridades, así como un elemento recurrente en las pasarelas, alfombras rojas y las campañas publicitarias de las marcas de lujo. El cine ha contribuido a perpetuar la popularidad de este tipo de zapatos y a identificarlos como símbolos de poder, seguridad en uno mismo y sensualidad. Lo podemos ver en películas como The Seven Year Itch en donde Marilyn Monroe aparece con stilettos y más recientemente en series como Sexo en Nueva York donde la protagonista Carrie Bradshaw es una fanática de los tacones altos”, enmarca Úrsula Carranza.

El tacón alto ha tenido también otra simbología: la del zapato para el sexo. Uno de los fotógrafos que mejor retrató el fetichismo de los tacones fue Elmer Batters (1919-1997), quien plasmó todo un universo de pies, medias y zapatos de tacón en sus fotografías y quien sufrió la censura de los puritanos años cincuenta: llegó a ser llevado ante los tribunales por obscenidad y perversión.

Desde aquellas creaciones de Roger Vivier hasta las de reconocidos diseñadores más recientes como Manolo Blahnik, el propio Christian Louboutin o Alexander McQueen, muchos diseños modernos de tacones altos encarnan la idea de la metamorfosis. Sus diseños de lujo transforman a las mujeres casi en algo más que humano (al fin y al cabo, ni son útiles ni prácticos), las colocan en un pedestal: elevadas, pero también más fáciles de atrapar o someter.

Efectivamente, sobre unos tacones no se puede llegar muy lejos. Como explicaba el propio Louboutin en la conversación de arriba, cuando te pones sobre unos tacones todo el cuerpo se yergue y el centro de gravedad cambia, el cuerpo se fuerza hacia el frente, así que la mujer, para mantener el centro de gravedad correcto necesita doblarse, recolocando su pecho hacia adelante y curvando las lumbares. Hoy, ciertamente, la idea de esta presentación rechina en los ideales actuales. Como escribió Rita Abundancia en El País, “no faltan los que comparan los tacones a los corsés, miriñaques y demás instrumentos de tortura, formas opresoras que han modulado los cuerpos femeninos a su antojo porque una mujer en movimiento, fuera del control masculino, ha sido vista durante mucho tiempo como un peligro. Los chinos vendaban los pies de sus niñas para hacerlos pequeños, convertirlos en muñones y asegurarse de que sus propietarias no pudieran ir muy lejos. En los años cincuenta, tras la Segunda Guerra Mundial, cuando la mujer volvió al hogar y a su puesto de ama de casa tras haber reemplazado a los hombres en sus tareas y en las fábricas, la moda la subió a unos incómodos tacones de aguja, que debía llevar todo el día si quería ser femenina y deseable”. ¿Qué mejor manera de domesticar a las mujeres que quieran huir que enraizarlas en el suelo?

¿Entonces unos tacones no pueden ser una elección feminista? “Lo que confina, empobrece, explota, esclaviza, oprime, enferma, hace sangrar, viola y mata a las mujeres no son la ropa o los zapatos, sino las leyes y las convenciones sociales”, afirma la escritora y periodista Summer Brennan en un artículo sobre el tema en el diario inglés The Guardian. Y enumera una larga lista de culpables: los prejuicios, la misoginia, la supremacía blanca, entre otros.

“Si crees, como dicta el feminismo, que las mujeres deben poder ponerse libremente lo que quieran, ya sea que eso implique usar tacones altos o no, entonces sí, usar un tacón alto podría ser considerado una elección feminista”, apunta Úrsula Carranza. “Sin embargo, si lo haces puramente para cumplir con ciertas normas impuestas por la sociedad o ciertas expectativas de género, entonces no. Es un tema complejo y debatible. Para mí, los tacones altos representan una elección artística”, añade.

Úrsula Carranza, autora de 'Tacones de culto'

Esta escritora tiene su propia teoría sobre por qué seguimos llevando tacones a día de hoy: “Una de las cosas que más atrae de los tacones es la capacidad que tienen para transformar a la mujer que los lleva. El cambio mágico que ocurre en la postura, altura y forma de moverse de una mujer cuando se alza en unos tacones es una sensación que la mujer disfruta y valora. Es una fascinación casi subjetiva. Los tacones pasan de ser simples accesorios a ser elementos que te permiten reinventarte. El efecto psicológico hace que las mujeres se sientan seguras y empoderadas”, asegura.

Si a eso añades que hoy la tecnología permite zapatos de tacón más cómodos encuentras otra razón por la que muchas mujeres siguen optando por ellos. “En los últimos años ha habido un énfasis más marcado en cuanto a la comodidad y funcionalidad en el diseño de los tacones. Las marcas y los diseñadores están cada vez más conscientes de la importancia de combinar estilo con funcionalidad para dar con las preferencias de una base de clientes que es cada vez más diversa”, comenta Úrsula Carranza. “La comodidad de los tacones puede variar mucho de una persona a otra, dependiendo de la forma del pie, el diseño y las preferencias personales. En general, los tacones entre 5 a 7,5 centímetros se consideran relativamente cómodos para un uso prolongado. Un soporte adecuado del arco, plantillas acolchadas que proporcionan una buena amortiguación, así como el diseño del zapato (por ejemplo, las punteras redondas o en forma de almendra tienden a ser más cómodas que las puntiagudas) y la calidad de los materiales, puede influir en la comodidad. Las bases de tacón más anchas proporcionan mayor estabilidad mientras que los tacones de cuña tienden a ser más cómodos que los de aguja. Las plataformas pueden ayudar a distribuir el peso de manera más uniforme. Las diferentes alturas de tacón nos permiten graduar nuestro nivel de comodidad”.

Esta estudiosa de los stilettos pone el foco sobre cuatro creadores recientes que están cambiando la industria de los tacones: “Destacaría a Edgardo Osorio, de Aquazzura, porque sus tacones son originales, modernos y alegres. Andrea Wazen es una joven diseñadora libanesa que forma parte del nuevo talento de diseñadores del Medio Oriente que están innovando con sus creaciones. Sus diseños son únicos, glamourosos y femeninos y combina materiales como el tul, los brillos y las transparencias en creaciones que parecen confecciones de alta costura. Ada Kokosar es la talentosa diseñadora italiana de la divertida marca Midnight 00 que se inspira en el mundo de los sueños y la fantasía. Hechas a mano con técnicas de alta costura, las creaciones de Kokosar, que solía ser estilista de moda, tienen una estética única y reconocible que la diferencia del resto. Uno de sus originales diseños formó parte de una de las exhibiciones de moda en el Museo Metropolitano de Nueva York. Por último, mencionaría a Julien Martínez de la marca hispanofrancesa Souliers Martínez. Un amante de la técnica del cuero trenzado y de preservar las técnicas artesanales, Martínez diseña tacones que se inspiran en siluetas bellas y atemporales que superan las tendencias y el paso del tiempo”.

En el libro Bad Feminist, la escritora Roxane Gay defiende cosas estereotipadas “femeninas” como su amor por el rosa, rechazando la idea de que el feminismo deba excluir los símbolos de la cultura femenina. “¿Podemos reclamar poder como mujeres sin denigrar también la feminidad? ¿Ni siquiera se puede rescatar la feminidad cultural del patriarcado y sus metáforas de opresión?”, se plantea. Lo cierto es que la idea de la feminidad, incluso la propia, es algo cultural.

“La moda no se basa en la utilidad. Un accesorio es una pieza de iconografía que expresa una identidad individual” decía Meryl Streep en su papel de todopoderosa directora de revista de moda en la película El Diablo se Viste de Prada. “La moda definitivamente es una forma de expresar tu estilo personal, tus preferencias estéticas, tu forma de ver la vida. Lo que te pones y cómo lo llevas dice mucho de ti y de tu personalidad. Hoy más que nunca la ropa es un medio dinámico y versátil para expresar la identidad de una persona y comunicarse con el mundo. Ya sea a través de prendas clásicas, bohemias, minimalistas o eclécticas, o si eres de las que sigue las tendencias o prefieres las prendas vintage o las creaciones artesanales, las mujeres tienen más oportunidades que nunca para utilizar la ropa como una poderosa herramienta de expresión que puede tener un impacto tanto en la vida personal como en la profesional”, reflexiona Úrsula Carranza.


Más información

Archivado En