Noemí López Trujillo: “Pensar que la feminidad solo existe para los hombres, para complacer sus deseos, es terrorífico”
La sociedad devalúa y juzga la feminidad en un ejercicio de ‘femmefobia’ contra la que la periodista, orgullosamente feminista y ‘femme’ (términos que no son opuestos, pese a lo que muchos se empeñen en asegurar) se rebela en ‘Me dibujaron así’ (Ediciones Península, 2025).
“Ha escrito un tremendo ‘basta ya’ a la cultura antifeminista y antifemenina de las chicas buenas que nos devora, esta cosa pentecostal del clean look, la de las madres amantísimas, la de la putofobia, la de la plumofobia y la de la estética de amasar pan mirando por la ventana”. Estas palabras llevan el sello de Alana Portero y se refieren a Noemí López Trujillo, autora de Me dibujaron así (Península, 2025). Desde niña aprendió que la hiperfeminidad se relacionaba con la frivolidad y con la maldad. Fue al descubrir a figuras como Pamela Anderson, Britney Spears o La Veneno cuando comprendió que la feminidad, vista por tantos como una amenaza, era, es y será parte de su identidad. En un mundo que aplaude y teoriza sobre “las nuevas masculinidades” (“ni sé qué son, ni me interpelan”, dice con firmeza antes de aclarar que de lo que hay que hablar es de la feminidad), la autora celebra todo lo que se considera “de chicas”.
Femme (término empleado en la subcultura lésbica para describir a una mujer con rasgos tradicionalmente femeninos), ¿se nace o se hace?
Las dos cosas. La femme se hace porque supone materializar su alma, que es algo con lo que naces. Todo el mundo tiene una expresión de género que se va materializando, porque lo femme no deja de ser una expresión de género pero en tanto que está denostado, hay que tener valentía para expresarte así en un mundo que te va a menospreciar por tu feminidad. La hiperfeminidad comprende una serie de cuestiones muy ornamentales y estéticas que conlleva un trabajo que quizás otras expresiones de género no requieren. Aunque al final se hace, lo que estás haciendo es materializar quién eres.
¿Le hizo su feminidad feminista?
Sé que era feminina antes que ser feminista. Mi esfuerzo es hacer posible la convivencia entre mi feminidad y ser feminista. Ser femenina me hizo feminista precisamente por la toma de conciencia de cómo mi feminidad va a ser utilizada contra mí. Ser feminista es algo que vas desarrollando con el paso de los años. Si bien es cierto que puede que abrazara el feminismo de manera consciente por la femmefobia que había sufrido, creo que hay una parte muy importante del feminismo que practico ahora —y en el que creo que tiene mucho que ver con las experiencias de femmefobia—. He tenido que trabajar mucho en no tener esa femmefobia interiorizada y que muchas veces aprendemos para ser parte del movimiento feminista, porque reina la idea de que para ser plenamente libres y feministas, tenemos que abandonar la feminidad. Yo no tengo por qué renunciar a mi feminidad y a mi manera de expresarla para ser feminista.
A quienes se visten de forma sexy a veces se les acusa de no tener un discurso propio. ¿Existe realmente lo sexy sin una mirada externa?
¿Realmente hay algo que pueda existir sin la mirada externa? La validación externa es importante para todo el mundo, no solo para las mujeres hiperfemeninas. No es necesariamente malo en todos los casos; seguramente todo el mundo necesita validación. No pasa nada si en un momento determinado te vistes para que un hombre o una mujer te validen. Todo el mundo lo hace. El hombre masculino que va al gimnasio y se trabaja el cuerpo también está esperando una validación de su expresión de género, de su sexualidad y de su masculinidad. Todo lo que hacemos con nuestro aspecto físico no solamente es para nosotras mismas, sino que es indisociable de la mirada externa. Lo hacemos para nosotras mismas y también es para los demás, porque necesitamos mostrarnos al mundo y ser leídas en un lugar en el que necesitamos ser reconocidas. Ser sexi tiene unas connotaciones específicas en un mundo donde nos regimos por el género y las etiquetas, pero no es necesariamente malo. El problema es lo que la gente haga con esa etiqueta. Si yo me visto sexi y vas a considerar que solo lo hago para la mirada externa y con la connotación de que me vendo, el problema no es que yo me vista sexi ni la palabra sexi, sino la connotación, la consecuencia que se está aplicando a esa palabra. En definitiva, nadie hace algo solo para sí mismo y eso no es algo malo. La estética es usada por todo el mundo para mostrarse de una u otra manera, más o menos presente.
Cuando una mujer gorda refuerza su hiperfeminidad con su ropa y su maquillaje, se enfrenta a la mofa. ¿Por qué?
Mucha gente piensa que una mujer gorda que refuerza su feminidad está siendo ridícula siguiendo una línea de pensamiento terrorífica que implica que la feminidad se hace para los hombres, para complacer su deseo y para gustarles. Por eso, cuando alguien no tiene un cuerpo normativo, está intentando gustar a los hombres y como no lo va a conseguir, es ridícula. Se niega la feminidad a las personas gordas. No deja de ser un correctivo para que una mujer se mantenga dentro de lo femenino de una manera muy determinada. Con la actual cultura del Ozempic, lo que se está negando precisamente es la feminidad, que es una vivencia interna muy importante de la propia identidad y la expresión de género. En el momento en que alguien se salga de la normatividad, le van a arrebatar su feminidad.
Entonces, ¿solo funciona la feminidad modesta y recatada?
Saben que la feminidad no va a desaparecer y, precisamente, para la masculinidad existe para mantener su estatus privilegiado y de supremacía. Por eso, en este momento tan reaccionario, conservador e incluso contrarrevolucionario, no se quiere borrar la feminidad como tal, sino silenciarla. Para tener una feminidad silenciosa necesitas modestia, recato, poca ostentación… Lo natural. Y en esa línea las personas gordas ocupan un espacio que se les está negando y al hacerlo, comienzan a ser ruidosas y problemáticas. Son cuerpos que se quieren ocultar. El hecho mismo de que existan pone un espejo muy incómodo frente a esa misma noción reaccionaria de la feminidad.
Al hablar de gordura, Roxane Gay escribe en Hambre cómo ella engordó para construir una coraza contra los hombres tras haber sido víctima de una violación. En su libro usted dice que hubo un tiempo en el que deseaba que la violaran porque eso implicaba que era deseable. ¿Es la violencia masculina una de las formas más eficaces y terribles de la validación de la feminidad?
Justo. Me gusta que lo haya leído así porque creo que en la conversación feminista mainstream se está negando todo el rato la feminidad y diciendo que es el problema. No tenemos un problema con que las niñas y adolescentes practiquen la feminidad o la hiperfeminidad, sino con que siga siendo un método eficaz de nuestra propia validación la violencia ejercida por los hombres. Se sigue menospreciando la feminidad y se está estigmatizando y el estigma solo conduce a la violencia, por lo que solo nos están dejando la violencia como mecanismo para validar nuestra feminidad. Nadie desea ser violentada, pero a la vez, esas violencias sutiles te equiparan al resto de tus compañeras y llega un momento en el que puedes llegar a desear, como me pasaba a mí, que mi cuerpo, mi feminidad fuese dibujado a través de esa violencia porque significaba que era igual de deseable o que era igual de femenina que las demás. Tenemos grabado a fuego que tu feminidad la haces para los hombres y por tanto, si la valoran y de alguna manera te violentan con ella, es porque has conseguido ser femenina. Cada vez que repetimos que la feminidad la estamos haciendo para los hombres, estamos abonando un terreno para que la siguiente línea de pensamiento sea que si los hombres te violentan, es porque eres femenina. Todas las que tenemos una identidad profundamente arraigada a la feminidad deseamos que nos digan que somos femeninas, aunque sea un premio envenenado que venga a costa de la violencia.
Se le ha castigado por practicar twerk…
Lo que subyace es: “¡No podemos dejarte ser dos cosas a la vez!“. No puedes ser una tía entendida, superficial, divertida, con arrojo, con descaro, desvergonzada y abiertamente sexual y luego, querer ser una periodista seria que habla de cuestiones de género. Hay una cuestión de castigarme porque tienes que elegir. Si quieres ser la periodista seria, te vamos a castigar de la manera habitual con el clásico acoso digital. Si bailas, te castigarán de una manera en el momento en el que decidas negarles por ejemplo algún deseo sexual o intentes despojarte de su mirada constreñida, te castigarán llamándote puta, guarra. Ninguna mujer que baila twerk, heels, pole dance o cabaret está exenta de un castigo masculino, bien sea a futuro o en el momento. Que vivas con cierto miedo a que te puedan atacar tu libertad sexual, que puedan coger fotos tuyas, reírse de ti o insultarte, ese miedo es un castigo en sí mismo.
¿Por qué hemos aceptado las nuevas masculinidades y no hacemos apología de lo femenino?
Eso es lo que quiero saber. No sé quién acuñó el término de “las nuevas masculinidades”, pero me suena vacío. No tiene un corpus ni práctico ni teórico. Lo que me preocupa es que estemos diciendo que hay un problema con la masculinidad cuando de lo que hay que hablar es de la feminidad. Son hombres que comienzan a habitar la feminidad y sigue habiendo la ausencia de la palabra propia, parece que hablar de feminidad es apolítico.
La meritocracia estética premia el sudor y el esfuerzo. Pienso en que se ataca a quienes usan Ozempic cuando el foco habría que ponerlo en otro lado, en que cuando sale “un truco”, queda claro que nadie quiere estar gordo…
No hay una preocupación genuina precisamente por la gordofobia, que es un problema que afecta a la conducta alimentaria de las personas, a su autoestima y a su bienestar. Existe una especie de complot y una confabulación para que todos y todas nos mantengamos delgadas y me parece que hay detrás una farmacéutica con unas campañas terroríficas para convencernos a todas de que tenemos que adelgazar sin preocuparse de la salud a nivel personal y colectivo. Dicho esto, se ataca a quienes recurren al Ozempic cuando por otro lado, estamos comprando que nuestros novios vayan al gimnasio no sé cuántas horas, hagan una dieta cetogénica, consuman horas de TikTok con dietas y consejos. ¿Por qué ponemos tanto énfasis en el Ozempic pero no tanto en Carlos Ríos, por ejemplo? Tengo amigas conocidas que son contrarias al fármaco porque son muy feministas y están concienciadas con la gordofobia, pero se han tragado absolutamente todos los mitos de la alimentación. Estamos en un momento en el que cualquier modificación corporal se ve como contraria a la libertad femenina y a lograr ser una persona realmente concienciada. Me parece un intento de naturalizar otras intervenciones corporales como modificar tu conducta alimentaria, modificar tu cuerpo a través del gimnasio y como bien dice usted, todo lo relacionado con el esfuerzo. Creo que problematizar el canon estético está muy bien y creo que preocuparnos de la cirugía estética es correcto, pero siempre se hace desde el mismo lugar. Me parece que nos estamos perdiendo una gran parte de la conversación cuando estamos solamente poniendo el foco en las mujeres que se operan, muchas veces utilizándolas además como una especie de circo de los monstruos. Hay mujeres a las que solo llevan a los podcast para preguntarles cuántas veces se han operado y la presentadora de turno, que a veces también lleva sus retoques, lo único que dice es: ‘Ya tía, qué mal el canon estético’. Me parece una simplificación exponerse y hablar de sus contradicciones para poder así luego seguir pinchándose alegremente, mientras hace sentir mal a otras mujeres a las que les apetece ponerse morros, pómulos…
Mi problema con la cirugía estética es que no se habla lo suficiente como un tema serio y, por tanto, podemos acabar acudiendo a lugares que no están mirando por nuestra salud y a los que les da igual qué es lo que mejor para nosotras. Hay una estandarización de los rostros y de la estética y eso sí me parece preocupante. Me gusta ver una persona que ama la búsqueda de la belleza individual y cómo cada persona procura acercarse a su idea de la belleza a través de las herramientas de las que dispone, pero esas herramientas no van a ser las mismas para todo el mundo ni todo el mundo se va a expresar igual. Todas intervenimos nuestro cuerpo de alguna manera y todas nos homogeneizamos en cuestiones de belleza. Está genial que hagas un reel para tener 200.000 visualizaciones diciendo que la cirugía estética está mal, pero lo haces mientras llevas las cejas perfectamente depiladas, tienes una piel maravillosa, eres una tía delgada y encima, tienes pelazo. Esa gente habla desde el privilegio de la belleza.
A muchos hombres les asustan precisamente esos engranajes de la feminidad y luego se aterran cuando sienten el deseo hacia una mujer trans.
Para ellos es un desafío: no toleran no controlar absolutamente todos los aspectos del mundo. En el momento en el que ellos han constreñido la feminidad a una cosa muy concreta y la han querido naturalizar, cuando ven que toda expresión de género y en concreto, la femenina, es artificial, se enfrentan a lo que para ellos es un desorden y un caos que no pueden manejar. Estás desafiando todo su sistema de creencias e incluso su propia identidad, que está basada en la idea de que hay un orden que rige las cosas. Para ellos es algo incontrolable, y claro, cuando tú eres incontrolable, eres peligrosa, porque estás amenazando su supremacía. Las mujeres trans representan para ellos lo más peligroso de la feminidad; construyen su propia feminidad como todas lo hacemos, pero ellas de una manera muy transparente y muy evidente, porque es un trabajo que tienen que hacer con unas herramientas que no se esperaría que fuesen para ellas. Su feminidad es muy desafiante para los hombres, porque es desobediente, descarada y peligrosa porque ya no es solamente una mujer cis siendo hiperfemenina. En su manera de entender el mundo, los hombres consideran que las mujeres tienen que ser femeninas, algo que es también una manera de femmefobia porque es una forma de decirte que tienes que ser femenina, pero de esta manera. En el caso de las mujeres trans, ni siquiera consideran que puedan ser femeninas, por lo que hay un desafío anterior, que es el de que una persona leída como hombre puede ser otra cosa. Es una afrenta directa a quiénes son porque les está diciendo que su masculinidad también es construida, que no es natural, que no es orgánica, que no es espontánea, que también se la han trabajado y que puede ser modificada. Es un desafío que no soportan y que por tanto, deben castigar a menudo a través de la violencia, que es su manera de imponerse y de recuperar un poco el poder que les ha sido arrebatado.
Comenta que la mujer que tiene sexo anal con una mujer empleando un dildo, está disfrutando de su sexualidad, pero si lo hace con un hombre, está satisfaciendo sus fantasías sexistas….
La idea que ahora tiene muy buena acogida, que es la que empleaba Andrea Dworkinde, es la de que no hay relación sexual libre de violencia en un marco patriarcal, sobre todo, en las relaciones entre hombres y mujeres. Por eso decía que las únicas relaciones que pueden ser libres de violencia son entre mujeres, como si los roles de género entre mujeres no existiesen. El problema no son necesariamente los hombres, sino la masculinidad. Esa idea ha hecho daño porque se aplica a las relaciones sexuales individuales. Se te juzga a nivel individual según qué prácticas sexuales llevas a cabo y si el sexo anal se ha conceptualizado para la mirada masculina como dominación —también tiene mucho que ver con la homofobia—, al final hace que se acepte como una herramienta de dominación per se que no hay manera de practicar libremente.
Me parece como peligroso y bastante pobre a nivel de pensamiento primero, porque es como meterte en la cama de la gente y segundo, porque si hay prácticas que tienen unas connotaciones concretas por el marco patriarcal en el que estamos y efectivamente, hay hombres que consideran que es una herramienta de poder, contribuir al estigma de esa propia práctica no va a hacer que los hombres consideren que no es una herramienta de poder ni va a contribuir a liberar esa práctica sexual. Si tú estás juzgando a la mujer que practica sexo anal diciendo que es una mujer desempoderada, que es mala feminista y que está plegándose a los deseos masculinos del hombre y por ende, está prácticamente traicionando a todas las mujeres del mundo, lo que estás estigmatizando es esa práctica y por tanto, sustentando el poder de dominación que tiene.
Cuando haces esas asunciones tan generales sin ir desgranando poco a poco, estás avergonzando a las mujeres que quieren practicar sexo anal y a las que pueda gustarle, con lo cual las estás llenando de culpa y sabemos que la culpa contribuye a la cultura de la violación y a no poder explorar el deseo propio. Además estás silenciando parte de la conversación, porque si tú estás contribuyendo al estigma de una práctica vergonzosa y que además es de dominación per se, estás haciendo que hombres cisheterosexuales, por ejemplo a los que les podría gustar ser penetrados analmente, no lo digan en voz alta.
¿Qué quiere decir cuando dice que con lo artificial podemos alcanzar nuestra forma más pura?
La naturalidad es muy aburrida, ya lo decía Adorno. Imitar la naturaleza es muy aburrido y las cosas que nos emocionan no son precisamente las que imitan lo que ya vemos. La artificialidad es la materialización del alma humana, es poder ser creativo con tu propia imagen, con quién eres, con tu estética y con cómo te expresas. Me parece profundamente conformista pensar que cómo tú eres en ciertos momentos del día, como cuando estás cansada, sin tiempo y desanimada, es tu imagen real. Aunque es importante poder estar en paz con quiénes somos, porque somos nosotras en todo momento, la expresión más pura de lo que yo soy no es precisamente cuando tengo todo el peso del capitalismo encima porque tengo que pasar diez horas al día fuera de casa, con gestiones burocráticas y mientras tanto estar conciliando. Mi forma más pura es precisamente cuando tengo tiempo para mí, decido cómo quiero presentarme al mundo, estoy calmada, he podido descansar y tengo el derecho a la belleza, al descanso y a la desconexión de la productividad. ¿Cómo voy a ser yo cuando me están asfixiando con la productividad?
El buen gusto esconde sexofobia y también odio de clase, ¿acaso no es visto un naked dress como elegante u ordinario según quién lo lleve, interviniendo aquí la clase pero ante todo, la silueta?
Totalmente, y además depende mucho de cómo lo complementas. No es lo mismo ponerte un pelucón, como hace Bad Gyal, que llevar unas sandalias discretas como quizás haga Bella Hadid. Hay un ejercicio de perfomorarse a una misma de arriba abajo que se asocia con esas pelucas, con esos tacones brillantes… Brenda Otero dice además que enseñar no siempre puede ser entendido como algo descarado. Hay naked dresses cuyo diseño busca homogeneizar a las mujeres, no hay una nota discordante. A veces la cuestión no es solo que no se nos permita enseñar sino que cuando se nos permite, es solamente con determinados vestidos que dicen y expresan lo mismo. No es igual la forma en la que enseña las tetas Cardi B que un naked dress de un diseñador concreto que se lee en el imaginario colectivo como una pieza de diseño.
La regulación de la feminidad es una manera de controlarnos. Enseñar mucho o de una determinada manera, si es de una forma tan homogénea que no se permite ningún otro exceso ni nada que comunique algo disruptivo, implica que al final, tampoco se nos está dejando enseñar. Los diseños no son necesariamente atrevidos porque no son diversos. Por eso hay poca voz propia en la estética y eso es lo reaccionario.
En resumidas cuentas… ¿Qué tiene de bueno ser femme?
Tiene muchísimas cosas buenas. A mí la violencia no me va a definir nunca. Puedo explicar las violencias que me afectan, pero no puedo desertar de la identidad propia. Es como cuando se les pregunta a las mujeres trans por qué quieren ser mujeres si ser mujer es vivir violentada. En muchos casos lo es pero aun así, es mucho más que una amalgama de violencias. Es una identidad interna inexplicable, es la elección entre vivir como quien soy o como quien no soy. Para mí, ser femme es la liberación porque supone vivir como quien soy. Negar mi feminidad es negar mi identidad.