Cristina de Middel, presidenta de Magnum: “España es de los pocos países de Europa que todavía piensa que los artistas son unos vagos”

Valiente, original, irónica, Cristina de Middel se fue del reporterismo desencantada para hacer arte que cuestionaba la información. Ahora preside la agencia de fotoperiodismo más prestigiosa del mundo.

Cristina de Middel el pasado mes de febrero en Madrid.

El día que hablamos con Cristina de Middel (Alicante, 49 años) todavía faltaba mucho para que se hiciese público que la agencia que preside, la legendaria Magnum, iba a recibir el Premio Princesa de Asturias de las Artes. Ella acababa de regresar de un viaje a Japón para trabajar en la colaboración que su organización mantiene con Uniqlo: allí no solo visitó zonas del país que no conocía, sino que además se encontró con el Amancio Ortega nipón, Tadashi Yanai, quien es un fanático de Magnum pero especialmente de Elliott Erwitt. “Le hizo un retrato y lo tiene puesto en su despacho porque dice que sale muy bien. Yo no lo he visto”, comenta con la natural jovialidad que define su carácter, mientras de fondo se escuchaban los estridentes sonidos de las obras que estaban teniendo lugar en su casa de Salvador de Bahía: “Salvador es un lugar muy turístico donde hay un imaginario visual muy marcado y una relación con la imagen muy interesante. Esta casa es muy grande y estoy reformándola poco a poco para montar un centro de fotografía, una especie de fundación donde tendré un depósito y un archivo donde guardar las cosas sin que les salgan champiñones [risas]. En el piso de arriba voy a hacer apartamentos para residencias artísticas que fortalezcan el vínculo de Salvador con Lagos y Nigeria que son dos lugares cultural y visualmente conectadísimos”.

Cristina de Middel, que lleva ya años viviendo en Brasil y es una viajera impenitente (además de políglota: habla francés, inglés, portugués y chapurrea italiano y catalán), empezó su carrera como fotoperiodista en diferentes medios españoles y organizaciones no gubernamentales pero la complicada relación de la realidad con las imágenes en tiempos de desinformación y precaridad le produjo una profunda decepción, lo que la llevó a poner en marcha sus primeros proyectos artísticos, en los que cuestionaba la veracidad de la fotografía como documento y jugaba con reconstrucciones de la realidad. En 2012 se “inventó” un programa espacial en Zambia —protagonizado por falsos astronautas— titulado Afronautas, que significó su primer gran éxito de crítica. Después, además de muchas exposiciones, vendrían su particular adaptación del libro rojo de Mao, resultado de su primer viaje a China y el falso diario de un niño nigeriano cuyo pueblo fue arrasado por la guerra.

Junto a estas líneas y en la otra página, abajo, imágenes de The Kabuler (2022), una colaboración con el también miembro de Magnum Lorenzo Meloni, que explora el retorno de los talibanes al poder en Afganistán tras la retirada de las tropas extranjeras.

Cuando en 2017 recibió el Premio Nacional de Fotografía, De Middel ya se había consagrado como un referente de la experimentación documental en cuyos trabajos suele haber un poso irónico, sarcástico e incluso humorístico. Por eso cuando entró como miembro en la muy solemne Magnum, algunos la recibieron con reservas: “Abbas Attar, que es una leyenda del fotoperiodismo y ya ha fallecido, me llamó y me dijo: ‘Te lo pregunto con todo el respeto Cristina, pero quiero saber cómo vas a gestionar tu relación con la realidad, que es la materia prima con la que trabajamos aquí, por que sé que tú haces ficción”. De Middel le explicó que de la misma forma que en los periódicos hay un espacio para la información y otra para la opinión, su trabajo era de alguna forma, opinativo. Pero ella no niega que aquella pregunta le hizo reflexionar sobre su papel y su propia aproximación al fotoperiodismo: “En 2018 y 2019, hicimos un proyecto en la frontera con México. Y ahí en esa convivencia con 16 fotógrafos en una casa en Tijuana y otra casa en San Diego me di cuenta de cómo trabajan mucho de ellos y de lo importante que es su oficio. Magnum es una de las grandes cosas que me ha llevado a creer de nuevo en la visión que tiene la fotografía documental. Y está bien, yo lo reconozco, reivindico mi derecho a contradecirme”.

Cuando la nombraron presidenta de la agencia en 2022 la noticia la cogió por sorpresa, como también lo ha hecho el principal problema con el que tiene que lidiar ahora como máxima responsable de una institución con casi un siglo de historia, donde no solo se salvaguarda el legado de los dos grandes que dieron su reputación a la agencia, Robert Capa y Cartier Bresson, sino de todos los profesionales aún en activo para los que la inteligencia artificial es una amenaza. Así, Cristina de Middel se enfrenta a la pugna entre realidad y ficción, pero de una manera muy diferente: “Hay que redefinir muchas cosas desde el punto de vista legal. A las nuevas aplicaciones les puedes pedir que te pongan una cebra en patinete al estilo Martin Parr o Steve McCurry y al fin y al cabo eso también es propiedad intelectual”.

En su nueva posición, la fotógrafa sigue pugnando también con su propia visión del mundo y su particular sentido del humor, que de alguna manera hicieron que algunos círculos, particularmente en su propio país, tardaran tiempo en tomársela en serio: “Nací en España pero hasta los 11 años viví en Francia y de alguna manera estoy muy conectada con la cultura francesa lo que me ha dado ocasión de ver la actitud tan diferente que franceses y españoles tienen respecto a la cultura. La manera en la que los españoles defienden España y en la que los franceses hablan de Francia es muy diferente. España debe ser uno de los únicos países en Europa que todavía piensa que los artistas son unos vagos, que los museos son una pérdida de tiempo y la cultura es tirar el dinero. Ese es un pensamiento propio de un país que no está orgulloso de ser quien es”.

Los Ángeles. Edward, perteneciente a Gentlemen’s Club (2018), sobre la prostitución desde la perspectiva de los clientes.CRISTINA.DE.MIDDEL.MAGNUM.PHOTOS

Pero a pesar de que reconoce que si no hubiese estado viviendo en Londres cuando autoeditó Afronautas no se hubiese “comido un colín”, siempre ha tenido un pie en su país, donde se le ha dado gran reconocimiento a pesar de que nunca ha usado los canales tradicionales para dar a conocer su obra. Aunque reconoce que la entrada de Magnum en la ecuación supuso un cambio importante: “Es una validación objetiva que me abre puertas que de otra manera sé que no se abrirían”. A De Middel no se le escapa la brecha de género que ha podido haber en la evolución de su carrera: “Obviamente en los circuitos artísticos sí hay una diferencia enorme entre hombres y mujeres y además está comprobadísima. El nivel de la presencia de las mujeres en los museos, los precios medios de las obras de mujeres y el número de exposiciones de mujeres son evidentes. Se está mejorando muchísimo. Pero cuando yo empecé me preguntaba cómo era posible que una persona que ha tenido el mismo éxito que yo, de la misma manera que yo fuese un acontecimiento mientras lo mío pasaba tan desapercibido”.

La cuestión del género, sin embargo, ha tenido sus ventajas en Magnum: “El mundo del fotoperiodismo es muy machista, pero también precisamente porque tienen esa cortesía muy machirula pues a veces consigues ponerte en una posición mejor…”, explica entre risas. Porque el sentido del humor sigue siendo fundamental para ella. “Ahora cuando escribo ya no soy yo vendiendo mis proyectitos con un email mío. Ahora represento a una institución y soy consciente de lo que eso entraña, pero aunque por supuesto quiero abordar todo con seridad y no llevar cada cosa al chiste, para mí es muy importante que mi trabajo siga siendo lúdico, que no sea ligero, pero que siga siendo juguetón. No me quiero convertir tampoco en una persona que va dictando cátedra o culpando a los demás o situándose por encima de los demás porque está más cerca del drama. Para mí mantener el equilibro entre lo personal y lo institucional es una gran preocupación”.

A De Middel le ha tocado ocupar el rol en un momento muy complejo: con una guerra en suelo europeo y Estados Unidos en un momento de crisis política y social profunda. “Por supuesto que cómo se aborda el conflicto de Israel y Palestina es objeto de debate y se tiene mucho cuidado de ofrecer el punto de vista de las dos partes, pero la realidad es que nunca ha dejado de haber guerras. Otra cosa es que sean guerras que involucren a países que no salen en la prensa habitualmente”.

La artista y fotógrafa tiene claro su futuro. “Yo creo que presidir Magnum es seguramente la cosa más difícil que he hecho, pero estoy aprendiendo muchísimo. Ya no estoy hablando yo sola con mis cosas, con mis movidas, que si la fricción, que si no sé qué. Estoy ocupándome de algo que es mucho más grande que mi propia investigación o obsesión individual. He tenido que aprender a hablar con esa responsabilidad encima y creérmelo. Pero en cuanto haya cumplido mi misión, estoy muy feliz de volver a mi pequeña vida”. Ninguna sed de poder. “Cuando cumpla mi mandato me vuelvo a mi cueva”.


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