Lola Rodríguez: “Odio el fútbol, pero me encanta que Borja Iglesias salga con bolso y pique tanto a ese mundo”
Se dio a conocer con su papel de Valeria en ‘Veneno’, de los Javis. Retoma ese personaje en su nueva serie, ‘Vestidas de azul’, que explora historias de mujeres trans pioneras
Lola Rodríguez (Las Palmas de Gran Canaria, 25 años) aparece remontando la calle Divino Pastor con paso seguro. Lleva una gabardina ajustada por el cinturón y el cabello suelto. Sonríe con suavidad cuando nos encontramos. Nuestra primera opción para sentarnos a charlar falla, propone un cambio de sitio y me lleva allí decidida. Todo en ella da la sensación de que sabe a dónde va. En la serie Veneno la descubrimos y de alguna manera se descubrió a sí misma, en cinco años ha trabajado con directores como los Javis o Fernando Colomo y colaborado con la división de fragancias de Jean Paul G...
Lola Rodríguez (Las Palmas de Gran Canaria, 25 años) aparece remontando la calle Divino Pastor con paso seguro. Lleva una gabardina ajustada por el cinturón y el cabello suelto. Sonríe con suavidad cuando nos encontramos. Nuestra primera opción para sentarnos a charlar falla, propone un cambio de sitio y me lleva allí decidida. Todo en ella da la sensación de que sabe a dónde va. En la serie Veneno la descubrimos y de alguna manera se descubrió a sí misma, en cinco años ha trabajado con directores como los Javis o Fernando Colomo y colaborado con la división de fragancias de Jean Paul Gaultier, entre otros. Una carrera que podría marear a cualquiera a su edad y que ella parece llevar con una naturalidad consciente que impresiona. Ahora estrena en atresplayer Vestidas de azul, continuación de Veneno producida por los Javis y basada en el libro homónimo de Valeria Vegas, en el que la autora reconstruyó las vidas de las protagonistas del legendario documental de 1983 en el que Antonio Giménez-Rico escuchaba las peripecias vitales de seis mujeres trans tras una redada policial. Rodríguez, como hizo en Veneno, vuelve a encarnar a Valeria Vegas.
Nos sentamos en el Café Comercial, pide un café con leche de soja, es muy amable con el camarero y se preocupa por lo que yo quiero tomar, me pregunta y se encarga de pedirlo. Mira de frente, con los ojos muy abiertos, mueve mucho las manos y se detiene en cada respuesta sin miedo a expresarse.
¿Cómo está?
Estoy en un momento bastante positivo. Me encuentro en un momento en el que no tengo ningún proyecto a la vista, pero a la vez, recién terminada Vestidas de azul, siento que tiene que ser así. Me estoy formando, estoy dedicando este tiempo y este espacio a ver qué tipo de actriz quiero ser. Más allá del miedo que puedo tener por no haber nada a la vista me siento por fin actriz y eso es algo que me empodera mucho. Ya se verá lo que venga, pero estoy disfrutando.
Desde Veneno, tanto usted como el personaje de Valeria han madurado. ¿Hay mucho de su propia madurez en cómo ha afrontado el personaje?
Sin duda. El regalo que tuve con Veneno fue entrar en la industria muy arropada. Después he afrontado otros proyectos sin esa protección y he desarrollado otras herramientas que me han permitido abordar Vestidas de azul con responsabilidad, sabiendo que es una oportunidad que me están dando y pensando “¡Vamos a darlo todo!”. Poniendo toda mi vida y mi energía en esto, no hacerlo tanto desde el instinto, yendo al rodaje con una responsabilidad que me hacía falta, sintiendo que me merezco estar en ese lugar, que soy válida.
Entonces, ¿ha llegado a ese punto en el que cree que merece estar donde está, lo que le está pasando?
Sí, pero no como una sensación de grandeza, sino entendiendo que es mi pasión y que tengo un camino por delante. Y esa es la diferencia, que tengo un camino por delante, antes era “A ver dónde me agarro”, ahora sé dónde quiero ir, lo que tengo que trabajar, cuáles son mis debilidades, cuáles son mis fortalezas y además lo disfruto. Antes, con miedo, no disfrutaba.
¿Se ha apoyado mucho en Valeria Vegas para crear el personaje, hablan mucho o es una Valeria propia, construida por usted?
No. En Veneno sí me apoyaba mucho por la admiración absoluta y porque ella contaba mucho de sí misma, de su adolescencia, de su infancia. Aquí se ha ido por la ficción, por otras historias, por contar otras realidades de otras mujeres trans. Es un reconocimiento a Valeria como la diosa que es, por el trabajo que hizo en Vestidas de azul, el libro, recabando la información. La hemos hecho entre todos, sobre todo los guionistas, crear una Valeria distinta, autodestructiva, que se engaña mucho, muy diferente.
Esa madurez de la que hablábamos al principio, la suya y la del personaje, creo que ayuda mucho a contar una historia de genealogía como la de Vestidas de azul. ¿Está de acuerdo?
Por supuesto. Yo empecé Veneno con 19 años, lo que se contaba entonces desde el personaje de Valeria era algo más puro, más inocente, algo que yo misma había vivido en mi adolescencia con lo que resonaba mucho. Ahora la visión, la perspectiva y el compromiso con la genealogía es mayor. Esta Valeria se aleja mucho de Lola, he podido dejarme llevar. Esta Valeria es una mujer contradictoria, más humana, con derecho a equivocarse y a no tener que ser perfecta, no tener que demostrar nada a nadie, cagarla como todo el mundo.
Me gustaría que nos adentrásemos más en la genealogía. ¿Qué relación tiene con las generaciones anteriores?
La primera mujer trans que conocí fue Carla Antonelli y desde ahí comencé a recabar información de todas las que pude. El documental de Antonio Giménez-Rico [Vestida de azul, de 1983] lo tenía menos presente y hasta que no conocí a Valeria Vegas no entendí su importancia, por eso ella es tan importante en nuestra historia. Cuando pienso en ellas me invade un sentimiento de orgullo, es ultranecesario saber de dónde venimos, conocer a las que han puesto todo su cuerpo para que podamos estar ahora mismo aquí.
¿Cómo se prepara los personajes? ¿Qué trabajo previo a las producciones hace, cómo es su trabajo como actriz? Si es intuitiva, metódica, si juega con estas dos posibilidades...
Me encuentro en un momento muy intuitivo y siento que me está funcionando, pero creo que es limitante y no alcanza si el personaje se aleja mucho de ti, ahí solo con la intuición puedes estar perdida. Con Vestidas de azul me dije: “Este es el trabajo de mi vida y tengo que dedicarme plenamente”. Empecé un coach con Juan Carlos Corazza, que me ayudó mucho, semana tras semana preparando todo lo de la semana siguiente, teniendo todo claro, todo atado. También he estado con Fernando Piernas trabajando de forma muy metódica, ahora estoy descubriendo cómo enlazar mi intuición con el método. Estoy dedicándome a mis recursos como actriz, a mi cuerpo, a mi mente y a mi voz. Lo estoy disfrutando mucho.
¿Es muy obediente en los rodajes?
Soy muy obediente, muchísimo, pero puedo ser peleona. Sé cuándo no he estado bien o puedo hacerlo mejor, aunque me digan lo contrario, necesito verme. Solamente me enfrento si hay algo que me importa contar bien, y tampoco lo llamaría enfrentarme, lo defiendo. Me involucro mucho.
¿En el documental de Antonio Giménez-Rico, el Vestida de azul original, ellas hablan a menudo del amor, coinciden en plantearlo como un anhelo, que no es para ellas, pero lo desean con todo su corazón. Contar la relación de las mujeres trans con el amor es una gran responsabilidad. ¿Vemos algo de eso en su Valeria?
Sí, Valeria pasa por el amor y por el desamor. También desde el lado de la validación, que no es tanto querer estar con una persona como la necesidad de sentir la validación que te da. Ahí nos metemos en relaciones tormentosas, por el miedo a la soledad o a cómo te ve la sociedad. Eso se ve en esta historia, aunque me encantaría participar en una serie o una historia que hable del amor de las mujeres trans específicamente, del cuidado que requiere.
¿Qué productos culturales la estimulan en la actualidad? Libros, series, películas... Lo que quiera, recomiéndeme algo.
Me han encantado series como Atlanta, Swarm, Nolly de Helena Bonham Carter o La mesías, obviamente. Se están haciendo cosas que me mueven mucho, historias que se salen de la norma, como Cardo, por ejemplo, narrativas que te vuelan la cabeza. Me gusta que me generen contradicciones.
Me da la sensación de que es muy desafiante.
Sí, soy muy justiciera. Cuando algo me toca dentro no me puedo callar, me hierve la sangre, soy fuego. Me pasa por ejemplo con los animales, soy activista animalista, no como carne ni pescado. Cuando alguien no puede defenderse por sí mismo me sale y me gusta mucho enfrentarme. Por ejemplo, odio el fútbol, pero me encanta que Borja Iglesias salga con bolso, las uñas pintadas y pique tanto a ese mundo. Me encanta él y que se muestre así. Esas personas me abruman. Me pasa con Ana Rujas, que tengo la suerte de tenerla como amiga.
Hablemos de su trabajo como modelo. Creo que la moda puede ser muy política. Cuando miro las campañas que protagoniza, su forma de estar delante de la cámara, no veo a una mujer complaciente, la veo controlando la situación. ¿Cómo vive su relación con la profesión de modelo y con la moda?
Todo lo que hago refleja muy claro quién soy, aunque también interprete a personajes en moda. He tenido la suerte de poder estar con marcas como Gaultier, que desde pequeña era como ¡wow!, he podido ser una sirena, una diosa y sin ser fetichizada, hay un poder femenino, ser sexy, mostrar mi feminidad de una forma orgullosa y fuerte. También me he juntado con gente que me ha empoderado mucho, como Laura Vandall, que es muy amiga y en la moda me parece un referente. Ella siempre me ha ayudado mucho para conseguir mostrar varias facetas de mí misma, lo punk, lo oscuro, lo oversized, poder jugar con la imagen y que la moda sirva para mostrar lo diferentes que podemos ser y no ser siempre lo que se espera de nosotras.
¿Se considera una mujer espiritual?
Sí. Creo en la energía y la conexión entre seres vivos, humanos y animales, la conexión con la tierra. Me viene de mi madre, que siempre ha estado muy conectada con la tierra. Siento que hay alguien que me cuida. Lo vivo para mí, no lo vivo como una religión, ni lo predico, es íntimo. Siento algo especial cuando estoy en la naturaleza, soy sensible a esas energías. Me siento muy conectada con mis ancestras, tan maravillosas, como mi bisabuela Lola, por la que me llamo así, o mi abuela Regina, que apenas la conocí pero que era maravillosa. Me encanta la palabra ancestras, linaje.
¿Cuando solo es Lola, quién es, qué hace? Cuénteme cómo es un día en su vida sin trabajar.
Me encanta bailar, disfruto mucho del movimiento, ayuda al alma. Moverse, soltar, eso me viene de mi padre, moverme me ayuda mucho a conectar conmigo. Me encantan los animales, acabo de adoptar dos gatos y estoy enamorada. Me encanta ver pelis, series, leer lo que me recomienda mi madre. ¡Ah, los videojuegos! También me gusta enfrentarme a la soledad, estoy aprendiendo a disfrutarla, en verdad me gusta, pero me da miedo perder el tiempo o la idea de la soledad. Y por supuesto adoro estar en Gran Canaria, me veo retirándome ahí, dentro de muchos años.